¿Paranoia o posibilidad? La canción que Charly García escribió en plena Guerra de Malvinas y que transmitió el temor de todo un pueblo
“No bombardeen Buenos Aires” fue escrita por el ex Sui Generis y Serú Girán en los últimos días de la Guerra de Malvinas y desde su grabación, hace 40 años, fue objeto de innumerables análisis; el por qué de su vigencia
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Charly García estaba enclaustrado en los Estudios del Jardín grabando la banda sonora de Pubis angelical, la versión de Manuel Puig del director Raúl de la Torre. No corrían días calmos en los primeros meses de 1982. En Plaza de Mayo, Leopoldo Galtieri desafiaba a la potencia inglesa con su “si quieren venir, que vengan”. Y entonces García retornó al encierro, esta vez en su casa, yendo de la cama al living, y dejó grabadas unas letras para la historia: “Los gurkas siguen avanzando, los viejos siguen en TV/Los jefes de los chicos toman whisky con los ricos/Mientras los obreros hacen masa en la Plaza/Como aquella vez, como aquella vez”.
“No bombardeen Buenos Aires” como lúcido y cínico track de época, época en la que Charly se quería despegar de Serú Girán: tras grabar el disco Yendo de la cama al living -que luego se convertiría en el doble Yendo de la cama al living/Pubis angelical (1982)- empezó a escribir su lugar en el olimpo de los solistas del rock. “Pienso seguir grabando y componiendo solo, me sale mejor”, dijo por entonces, y “No bombardeen Buenos Aires” se erigió en un paradigma del disco con lunfardismos como “los pibes de mi barrio se escondieron en los caños, espían al cielo, usan cascos, curten mambos”. Y era un García que ya no se camuflaba en su capacidad de metáforas sino que apuntaba directamente a la realpolitik: “Estoy temiendo al rubio ahora, no sé a quién temeré después/Terror y desconfianza por los juegos/Por los tranzas, por los canas, por las panzas, por las ansias/Por las rancias cunas de poder, cunas de poder, cunas de poder”.
Ese fin de año cuando presentó el disco en vivo, en el estadio de Ferro, García completó la apuesta con un show en el que efectivamente bombardeó a Buenos Aires bajo un simulacro a cargo de Renata Schussheim en la puesta en escena. Y puso la ciudad patas para arriba.
En el libro No bombardeen Barrio Norte (Editorial Vademecum), Martín Zariello analiza la canción sobre otro hito cultural de ese infausto 1982: Los pichiciegos, la novela de Fogwill. Escribe Zariello: “Los pichiciegos fue escrita, según el propio autor, mientas se desarrollaba el conflicto bélico ‘con doce gramos de cocaína en dos días y medio’. Cualquier similitud con Say No More es pura coincidencia. No son las mismas visiones (supongamos que Fogwill nunca fue una estrella de rock y que García nunca fue sociólogo) pero Los pichiciegos y No bombardeen Buenos Aires pueden entenderse como perspectivas complementarias de un mismo momento, hechas en tiempo real y tal vez estimulados por las mismas sustancias”.
En el mismo tono la analiza el periodista Daniel Riera -autor junto a Fernando Sánchez de García, 15 años de entrevistas con Charly, 1992-2007 (Vademecum)-: “La canción refleja un sentimiento cotidiano de lo que ocurría en el país. Yo estaba en séptimo grado y recuerdo que se hacían simulacros. Después se supo que la invasión a Buenos Aires no estaba descartada por los servicios secretos británicos, por lo cual no fue simplemente una fantasía delirante de Charly”.
Munido de un arsenal de instrumentos de última generación -de la nueva batería electrónica Roland TR-808 al teclado Yamaha PS 55-, era un Charly más cercano culturalmente a los punk británicos -”escuchando a Clash, oh, escuchando a Clash”- que a la gesta patriótica de la locura militar, apoyada masivamente por la sociedad; un Charly refugiado en su intimidad ante un mundo hostil, descarnado.
“No bombardeen Buenos Aires” es una composición hecha en caliente. “Es una canción extraordinaria por dos razones: la inmediatez del registro, concebida en los últimos días de la Guerra y grabada poco tiempo después. Y lo otro es la mirada de Charly sobre el conflicto. Él había participado en el Festival de la Solidaridad Latinoamericana, en medio de la conflagración, y se había quedado con un gusto amargo. Entonces arremete con sarcasmo e ironía, bajo una lucidez distante construye un retrato magistral de los 80 cuestionando el establishment político y económico”, explica Sergio Pujol, autor de uno de los capítulos del reciente libro Escuchar Malvinas. Músicas y sonidos de la guerra (Gourmet Musical Ediciones), compilado por Esteban Buch y Abel Gilbert.
Otro galardón para Charly: se trató de la primera canción sobre la Guerra de Malvinas compuesta en el mundo. Una distopía entre el miedo y la hipocresía: Malvinas como experiencia límite. A diferencia de millones de argentinos raptados por un exaltado sentimiento nacionalista, por aquella época Charly experimentó, sin embargo, una mezcla de estupor y disgusto. “Me encerré en un estudio un mes y de la guerra me enteraba cuando iba al bar de al lado. Un día me acuerdo que pasaron un ‘comunicado’ y todo el mundo en el bar se calló. Me hacía acordar a El huevo de la serpiente, de Bergman. Una situación límite que no sucede y a la vez sucede…”, dijo rememorando aquella épica.
“En rigor -escribe Sergio Pujol- casi todas las canciones de Yendo de la cama al living quedaron marcadas por esa sensación de que algo límite ‘sucede y a la vez no sucede’”. Una sensación de irrealidad alimentada por las noticias de una guerra remota y propia al mismo tiempo. Las operaciones bélicas estaban sucediendo allá lejos, en el gélido sur argentino, mientras el país se enteraba de los sucesos por televisión y radio. “Pero tras la impresión de una euforia colectiva y hegemónica, no fueron pocos los argentinos que compartieron el silencioso estupor de Charly”, asevera Pujol.
Para Esteban Buch y Camila Juárez, “No bombardeen Buenos Aires” es la música que mejor evoca la guerra de Malvinas, e incluso, tal vez, junto con la voz aguardentosa del general Galtieri anunciando la “recuperación” de las islas en Plaza de Mayo el 2 de abril de 1982, “la principal huella sonora de ese momento histórico en la memoria colectiva de los argentinos”. En cierto modo, “Sólo le pido a Dios”, de León Gieco -originalmente escrita en el contexto del conflicto con Chile por el Canal del Beagle pero resignificada en 1982- fue la canción hermana mayor de la de Charly. Compara Sergio Pujol: “Si Gieco enarboló la bandera del pacifismo folk, Charly prefirió expresarse como un punk paranoico, aunque su lenguaje musical no lo fuera exactamente”.
En “No bombardeen Buenos Aire”, y tras un riff de piano de ascendencia jazzera, la voz de Charly aparece remota, como proveniente de otro cuarto, diciendo: “Comunicado número 234, estamos ganando, seguimos ganando…”. La mentira del triunfo, impresa en la tapa de un ejemplar de la revista Gente, era citada en el comienzo de la canción, como advertencia de que todo lo que vendría después sería enunciado desde un descreimiento absoluto. En cuanto a la concepción de “No bombardeen Buenos Aires”, con sus efectos de sirenas, voces anónimas, risas sardónicas y frases susurradas en dicción poco clara, revela un entramado de guiños y sobreentendidos potenciados por el empleo del eco sonoro del delay y la compaginación de diferentes capas de sonido, ancladas en la atmósfera del rock. “Toda la canción suena como un agitado pedido de auxilio de un sonámbulo. Charly estaba reinventando su voz desde la fantasmagoría de una ciudad bombardeada”, enfatiza Pujol en su análisis.
Si bien la censura se había relajado con la derrota de los militares en su caída inevitable en el poder, el riesgo seguía palpable. “Hay un montón de cosas que no se pudieron decir”, reconocía Charly a Claudio Kleiman en una célebre entrevista de Expreso Imaginario. Cuarenta años después, la escucha de “No bombardeen Buenos Aires” sigue poniendo la piel de gallina. Descubierta por las nuevas generaciones, se expresa como crítica cultural y crítica política: una lírica aguda que revela el poder breve y a la vez eterno de la canción. Una experiencia de lo tangible de un crítico de las costumbres y las instituciones. Pero si, como ha escrito Jorge Monteleone, “la voz de Charly es una cámara de resonancia de la imbecilidad pública que teatraliza lo banal en carne viva”, no deja de representar, ecuménicamente, la proeza de aquel “sujeto poético solitario, en permanente conflicto consigo mismo y con el mundo”, como se había promocionado en el corpus de canciones del capital Yendo de la cama al living.
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