Para descubrir y maravillarse con Anna Netrebko, la gran cantante del siglo XXI
Ya son pocos los que pueden sostener, por haberla visto en vivo, que como Maria Callas no hubo ni habrá otra. Pero como referencia histórica, con infinitos testimonios audiovisuales y crónicas de época, la presencia de la gran soprano sigue incólume para comparar, minimizar, disminuir o, peor aún, denostar a quienes osen ocupar ese sitial sagrado que la historia y las leyendas le han otorgado. Talentosa, atrapante, glamorosa y, sin lugar a dudas, una cantante extraordinaria, hoy por hoy, la única que puede asentarse en ese lugar de prima donna absoluta es Anna Netrebko, por cierto, muy diferente a Maria Callas. En las décadas que vinieron después del silencio de la Callas, sopranos maravillosas deslumbraron a los públicos de todo el mundo pero ninguna pudo instalarse en el mundo de la lírica con tanto consenso y tanta aceptación como lo ha hecho esta cantante rusa. Su vida artística arrancó sorprendente cuando era muy joven, ciertamente, un período hoy poco recordado, tuvo una consagración planetaria clamorosa, en 2005, y, desde entonces, viene construyendo y cimentando una carrera musical descomunal.
Nació en Krasnodar, hace 48 años, y comenzó su carrera sin haber obtenido ningún premio en algunos de esos concursos que son la llave inicial para cualquier cantante. Como si de Sorpresa y media el asunto se tratara, chocaron los planetas, las coincidencias se dieron cita y el sueño se hizo realidad. Mientras estudiaba en el Conservatorio de San Petersburgo, trabajaba como conserje en el Teatro Mariinski. A los 21, se presentó para una audición y Valery Gergiev, que la conocía de su trabajo cotidiano, le prestó una atención especial y tomó conciencia de todos sus potenciales. Vio y escuchó una voz amplia y pulcra, una afinación impecable, una capacidad interpretativa forjada a pura intuición y una femineidad poco o nada habitual en el mundo de la ópera. El gran director la apadrinó y el resto vino como una lógica continuación.
Siempre en el Mariinski y dentro de un rango que iba desde Mozart hasta el bel canto italiano, rápidamente pasó de papeles secundarios a protagónicos. Pero además, se afianzó en la ópera rusa. En 1995, con 24 años recién cumplidos, debutó en Estados Unidos, en la ópera de San Francisco, haciendo el papel de Ludmila en Ruslan y Ludmila, de Mijail Glinka. Dulce, delicada, solvente, pasando por todas las coloraturas y atrapante, la hija del zar, en el primer acto, le cuenta sus pesares y sus dilemas a su padre. No están los registros de San Francisco pero sí los que realizó inmediatamente antes en San Petersburgo.
Cualquier oído atento puede percibir que en esa aria de Ruslan y Ludmila, Netrebko no es una soprano de coloratura de agilidades múltiples sino que también posee una espesura y una extensión infrecuente en las cantantes que sólo se destacan por deslizarse graciosamente por arpegios, trinos y saltos espectaculares. Siguió yendo, año tras año a los Estados Unidos, especialmente cantando óperas rusas pero también, bajo la tutela, ahora, de Claudio Abbado y las enseñanzas de Renata Scotto, lentamente, comenzó a incursionar en papeles más dramáticos. Haciendo el papel de Natasha, de Guerra y paz, de Prokofiev, en 2002, cantó por primera vez en el Metropolitan Opera House. Su presencia, su belleza, la intensidad del canto y esa extraña capacidad de transmitir emociones y sensaciones que se les da a tan pocos cantantes líricos conquistaron a los neoyorquinos. Basta escucharla en un registro de 2006, dentro de una escena de conjunto de esta ópera para comprender la fascinación que siempre despierta Netrebko.
La joven soprano continuó avanzando. Su canto y su presencia llegaron a los más prestigiosos teatros del hemisferio norte y en 2004 editó su primer álbum, Opera Arias. Sin embargo, hasta ese momento no era una soprano que descollara por sobre las demás. Fue incorporando papeles más dramáticos hasta que la consagración vino a partir del gran impacto que provocó cuando cantó La traviata en el Festival de Salzburgo, en 2005, junto a Rolando Villazón, con la dirección de Carlo Rizzi. Con una memorable puesta minimalista del alemán Willy Decker, Netrebko le dio vida a Violetta con una actuación insuperable. Más allá de todas las cualidades de su voz y su canto, lo que cautivó y fascinó al público fue su presencia escénica, su capacidad teatral para construir una Violetta sensual, doliente y amante, digna de una actriz consumada. Sobre una solvencia musical y una técnica vocal irreprochable, el argumento se vuelve concreto y comprensible y hasta se entiende y comprende por qué Alfredo se enloquece por esa mujer. Exactamente lo que le sucedió a los centenares de miles que después la vieron en un DVD que trepó inalcanzable al tope de las ventas clásicas. En el final del primer acto, Violetta duda. Hasta ese momento, una cortesana requerida y de buen pasar, había tenido todo a su disposición. Ahora, el amor, con todas sus intrigas, se ha hecho presente.
A partir de ese momento, Netrebko desarrolló una carrera ascendente indetenible. Ninguna enumeración periodística será completa (ésta tampoco). Sus presentaciones operísticas se agotaban de manera indefectible, sus recitales en teatro o al aire libre se multiplicaron al igual que sus registros discográficos. Sus videoclips también se vendían a una velocidad inusual para un cantante lírico. Pero ese éxito fulgurante no se tradujo en un abaratamiento comercial de su arte. Su voz fue adquiriendo bajos más sólidos, el color se hizo más oscuro y la técnica y la expresividad continuaron exactamente en el mismo nivel de excelencia. En paralelo, fue sumamente sagaz e inteligente para seleccionar nuevos repertorios que la fueron afianzando como la soprano dramática más completa. Y como la estrella femenina de la lírica del siglo XXI. Fueron quedando atrás los personajes mozartianos, los roles más ligeros del bel canto y fueron apareciendo papeles más dramáticos a los cuales les agregaba esa teatralidad y esa presencia escénica que ninguna otra soprano puede exhibir. Su Lady Macbeth, en la ópera de Verdi, infunde pavor. Su ambición es totalmente verdadera y su locura, aterradora.
Dueña absoluta de los escenarios a los cuales sube, su presencia en los recitales convoca multitudes. Su concierto en el Colón, hace dos años, todavía es recordada aunque los únicos registros que hay de aquel concierto sólo son videos piratas subidos subrepticiamente a YouTube. Ha cantado en la Plaza Roja, en el Waldbühne de Berlín y en un sinfín de espacios abiertos. En 2015, en la Königsplatz de Munich, frente a una inmensa muchedumbre, cantó "O soave fanciulla", de La Bohème, de Puccini y el resultado fue inmejorable.
Como recitalista, Netrebko es también una cantante sobresaliente. En 2010, junto al reconocido y notable todoterreno Daniel Barenboim, como pianista/director acompañante, registró una placa centrada en canciones de Rimsky y de Chaikovsky. Bajo el título In the Still of Night, está disponible en Spotify.
Con todo, muchísimo más interesante es verlos en el recital que ofrecieron para presentar el álbum en la Philharmonie de Berlín, en ese mismo año.
Su recorrido es intenso, multifacético y siempre en niveles de excelencia. Cada vez más asentada en el terreno de las sopranos dramáticas, en los últimos años incorporó nuevos protagónicos, los de Adriana Lecourveur, Andrea Chénier, Tosca y Aída. Esta última, en Salzburgo, en 2017, dirigida por Riccardo Muti, fue otro gran triunfo. Ya conocida por sus capacidades escénicas y teatrales, su construcción cosechó críticas unánimes y laudatorias. Es indudable que su voz ha crecido tanto en caudal como en su amplitud al tiempo que sus actuaciones son cada vez más completas. En el tercer acto, Aída recuerda a su patria sabiendo que ya no la verá más. Y Netrebko sufre por la tierra perdida pero también por el amor de Radamés.
Inmediatamente, desde el Metropolitan la convocaron para que Netrebko llevara a la princesa etíope hasta Nueva York. Como siempre, el éxito y las ovaciones la acompañaron. Para la apertura de la temporada 2020-2021 en el Met –temporada que ha caído bajo las garras del Covid-19– estaba prevista una nueva versión escénica de Aida, protagonizada por Netrebko. No sabemos cuándo finalmente tendrá lugar, pero no caben dudas que cuando eso ocurra, una vez más, Netrebko, ante teatros colmadísimos, acumulará ovaciones y críticas elogiosas y generará sensaciones colectivas de alta emocionalidad como sólo ella puede hacerlo. Y seguramente, se editarán registros y filmaciones en las cuales toda su personalidad musical, inigualable por donde se la mire, desparramarán su arte por todo el mundo para admirarla una vez más.
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