Para comprender la música de Schumann
Daniel Levy dio un recital comentado
"Iluminar el corazón de los hombres. He ahí la misión del artista." Las palabras proféticas de Schumann resuenan hoy una y otra vez más allá de su propio tiempo y sirvieron de lema del "recital-diálogo" que Daniel Levy le dedicó, durante dos noches seguidas, en el auditorio del Instituto Goethe.
Principalmente conocido por su obra para piano, su música orquestal y su música vocal de cámara, pero mucho menos por sus obras corales u operísticas, que ocupan considerable lugar en su producción, Schumann apareció en el firmamento del siglo XIX cual rápido y luminoso meteoro, verdadera quintaesencia del compositor romántico, con una vena lírica originalísima, poseído por un poder superior a su voluntad, un "daimon" que lo inspiró y, finalmente, lo sumergió en el asilo de enfermos mentales de Endenich.
Esa inquietud innata,unida a la devoción por la poesía y la literatura de Jean-Paul Richter, Novalis y Hölderling -cuyo destino compartió-, fue un fermento que lo empujó hacia todo lo riesgoso, hacia el exceso y el éxtasis que impregnaron el pentagrama de manera imborrable. Esto último ocurrió -según explicó Levy- en 25 de los 46 años que vivió.
Abordar la modalidad del concierto comentado quizá sea para los tiempos que corren una acertada manera de acercar al gran público a las obras de arte del pasado. Y, lo que no es menos valioso, para luchar contra lo que Levy definió como "decadencia general de la cultura", y esto quizá necesite de nuevas formas de aproximación, como las que él emplea.
Así, la distancia que el concierto tradicional ha establecido entre el artista transmisor y el público, además de presuponer una atención y una escucha plenas -algo hoy infrecuente-, hace necesaria una mejor comprensión del mensaje musical.
No se trató, en consecuencia, de un recital en el sentido convencional del término. Tampoco de una conferencia, sino de una serie de interpretaciones cronológicamente ordenadas, de obras o de partes significativas de ellas, un recorrido de momentos significativos de su obra pianística precedidos por una disertación esclarecedora de la vida del compositor de Zwickau. Quizá sea apropiado definir la experiencia como un ensayo literario-musical realizado en vivo por un músico que abordó a Schumann desde sus vivencias, con un conocimiento sincero, sin atisbos de erudición musicológica.
Una experiencia inédita
Daniel Levy, reconocido pianista de extensa actividad artística en Europa -donde reside desde hace varios años-, de la que dan cuenta numerosos registros discográficos, es sin duda un intérprete capacitado para ello. El restituyó una relación muchas veces tergiversada: dedicar el arte a la vida -y no al revés, como parecen entenderlo ciertos ejecutantes virtuosos competitivos de hoy- para así "iluminar el corazón de los hombres". La música fue colocada por encima del intérprete, quien a su vez ocupó el lugar del exégeta, o del hermeneuta descubridor de una poética musical compleja.
Con esta consigna bien establecida, Levy abordó un programa musical previa disertación, sentado frente al piano, con las partituras en el atril, y gran fluidez expositiva, tono persuasivo, sincero y esclarecedor.
Dueño de medios técnicos y expresivos que lo habilitan ampliamente para su cometido, Levy dio expresión musical a esos momentos selectos, evitando las páginas comúnmente transitadas. Así, dio marcados acentos a la expresión de la Novelette Op. 21 N° 1, con genuino énfasis lírico. Idéntico vigor interpretativo y adecuados contrastes en el bajo exhibió en el Andantino sostenuto y el Molto presto e marcato (segundo y tercer movimientos de la Sonata Op. 22), cuyo expresivo canto lento de terceras creó el clima de lejanías y de sentimientos indefinibles que E.T.A. Hoffmann creyó esencial en sus versos.
Los enlaces acórdicos en los números de Nachtstücke (Piezas nocturnas) Op. 23 evidenciaron un ejecutante con buen manejo de las texturas y de las transiciones del rico lenguaje armónico junto a un atinado empleo del pedal (dos requisitos esenciales en la escritura de Schumann). También con sumo cuidado por la dinámica, algo que en la segunda de las tres Romanzas Op. 28 produjo el exquisito efecto de un eco lejano, de cantos superiores suspendidos sobre planos sonoros intermedios.
Asimismo, la expresión intimista nutrió el Estudio para piano de pedales Op. 56 N° 2, organístico. Los cantos fueron ejecutados con gran lirismo expresivo.
Los pensamientos musicales inefables del "Album de la juventud", verdadero universo que contiene todo el folklore de la infancia y la juventud ("Calma feliz de la infancia calma divina...", dirá Hšlderlin en un poema), fueron abordados en cinco de las piezas elegidas.
Las Escenas del bosque ("Waldszenen", Op. 82) tuvieron la misteriosa sugestión que encierran, inspirada al músico por la huida del día, el mundo crepuscular que funde la vigilia y los sueños. La vigorosa Marcha Op. 76 que Levy tocó a continuación sirvió de vigoroso contraste, dando cuenta de la incisividad de sus acordes, algo que unido al énfasis no benefició, en parte, su ejecución, como aconteció al comienzo del Carnaval de Viena Op. 26.
Del programa anunciado se omitieron las Phantasiestücke (Piezas fantásticas) Op. 111 y el Gesänge der Frühe (Cantos del amanecer) Op. 133, y se pasó al Tema con variaciones ("Geisterthema"), que fue utilizado por Schumann en su segundo Concierto para violín y orquesta y mereció cuidada ejecución de sus pasajes corales y de los enlaces armónicos.
El concierto finalizó con dos piezas de la admirable Clara Wieck, esposa de Schumann, una novedad para la ocasión: obras de positivo interés por el elaborado despliegue armónico y el marcado tono romántico en las que se advierte la influencia de Schumann y Brahms.
En suma, una experiencia altamente positiva y grata, llamada a tener futuro en nuestro medio.