Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia: hiperromanticismo bajo control
Orquesta Sinfónica Estatal de Rusia / Solista: Philipp Kopachevsky, piano / Director: Terje Mikkelsen / Programa: Suite de Peer Gynt, de Grieg; Concierto para piano y orquesta n°2, op 18; Sinfonía n°5 en mi menor, de Chaikovski / Nuova harmonia / En el Teatro Coliseo / Nuestra opinión: muy bueno
Es habitual que las orquestas en gira ofrezcan conciertos con repertorios de contenidos poco riesgosos. Sin embargo, el programa traído al Coliseo por la Orquesta Evgueni Svetlanov sobrepasó lo usual y su propuesta fue mucho más que convencional. La falta de osadía se reveló no solo con los compositores elegidos -Grieg, Rachmaninov y Chaikovski-, en ese orden, sino, además, con un repertorio conformado por obras sumamente conocidas.
Como todas las orquestas soviéticas o rusas de los últimos decenios, la Sinfónica Estatal de Rusia está integrada por músicos de alto nivel y mucho oficio. Bajo la dirección del noruego Terje Mikkelsen, la orquesta denotó una afinación impecable y ajustes de máxima precisión.
El concierto comenzó con una suite de la música incidental de Peer Gynt, de Grieg, distinta de la consignada en el programa. Con todo, el orden y la selección de los números denotaron consistencia y atractivo. Por lo demás, la interpretación, exacta y muy expresiva, permitió admirar la eficiencia y la calidad de esta orquesta rusa. El punto más conflictivo, en cuanto a la interpretación, fue el del segundo concierto de Rachmaninov y no por carencias técnicas del solista, Philipp Kopachevsky, un brillante pianista ruso, sino porque Mikkelse ubicó a la orquesta en un poco apropiado primer plano, con volúmenes excesivos y un protagonismo poco favorable. En el segundo movimiento, cuando la orquesta se remitió a dialogar y no a competir con el pianista, se pudo percibir a un artista elocuente y expresivo. Fuera de programa, a puro virtuosismo, Kopachevsky tocó la sexta danza húngara de Brahms.
Después de la pausa, se pudo disfrutar de una interpretación maravillosa de la quinta sinfonía de Chaikovski. La orquesta rusa expuso la intimidad de esta obra a través de infinitas licencias rítmicas, con respiraciones amplias, bordeando el silencio en los momentos de mayor lirismo y con sonidos atronadores cuando se requería. Chaikovski encontró en esta orquesta y en este director intérpretes a su medida. Luego de los aplausos, volvieron los lugares comunes y, fuera de programa, Mikkelsen condujo la obertura de Ruslan y Ludmila, de Glinka.
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