Øostil: el DJ argentino que viajó por el mundo y está a punto de cumplir un sueño en Creamfields
El proyecto liderado por el DJ y productor argentino Antü Coimbra se presentará por primera vez en Creamfields este domingo 17; sus comienzos, la repercusión y el reconocimiento a nivel internacional, sus viajes por destinos exóticos y de qué va su propuesta de tecno melódico
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Los próximos 16 y 17 de noviembre, en el Parque de la Ciudad, tendrá lugar Creamfields Argentina 2024, una cita ineludible para todo aquel que se precie fanático de la música electrónica. Presentando en esta edición un formato renovado, con jornadas diurnas que se extenderán desde las 14 hasta la 1 de la madrugada, el célebre festival congregará a cerca de 70 de los artistas más influyentes de la escena, tanto a nivel internacional como local.
Swedish House Mafia, Alan Walker, Babasónicos, Richie Hawtin, Steve Aoki, Peces Raros y Alesso serán algunos de los ilustres nombres que formarán parte de la grilla, incluyendo además el debut absoluto de Øostil, el cautivante proyecto llevado adelante por Antü Coimbra que se presentará durante el segundo día del evento. El DJ y productor argentino que reside actualmente en Barcelona arribó en estas últimas horas a Buenos Aires, y antes de continuar su periplo por distintas ciudades de Argentina, India, Suiza, México y Estados Unidos, le confesó a LA NACIÓN no sólo su enorme expectativa sino también su alto grado de ansiedad por compartir cuanto antes su propuesta con el público porteño.
“Nunca imaginé que iba a formar parte de Creamfields Argentina. Por lo tanto, es una oportunidad que me moviliza por completo. Se trata de un festival icónico a nivel mundial, con el que me siento muy identificado y en el que voy a presentar la música que he hecho en estos últimos diez años. Sin dudas, va a ser algo trascendental para mi carrera y fundamentalmente para mí”, explica Antü Coimbra, cómodamente instalado en el bar de un tradicional hotel de la zona de Recoleta, para luego dar algunas pistas sobre su set: “En sesiones tan específicas, donde está todo cronometrado casi minuto a minuto, ya tengo ideado el ciento por ciento de lo que haré; son tracks míos y colaboraciones con artistas emergentes de Argentina. Entonces, en ese breve tiempo que me toca mi intención será poder contar una historia pero también generar una experiencia para la gente. Va a ser una sesión muy enérgica”.
-¿Es cierto que Creamfields fue el primer festival que presenciaste y que ver allí en vivo a Hernán Cattáneo fue como un antes y un después para vos?
-Sí, totalmente. Todo comenzó hace veinte años, precisamente en Creamfields. Fue mi primera experiencia con la música electrónica y lo que me llevó a encontrar mi pasión. Allí descubrí a Hernán Cattáneo quien me inspiró a seguir este camino. Por eso, en una primera etapa me dediqué a un sonido más progresivo y después fui evolucionando hacia otras tangentes de la música electrónica hasta arribar al tecno melódico. De alguna forma, Hernán siempre fue un mentor y un gran amigo. Por eso, estar hoy donde él estuvo alguna vez me llena de orgullo porque lo admiro muchísimo y además, como representante de Argentina, como artista y como ser humano, siempre fue un referente. En aquel momento, yo no tenía la posibilidad de ir a bailar todos los fines de semana a un club porque vivía en una isla del Tigre, en medio de la naturaleza. Y de pronto, llegar a un festival y ver a Cattáneo ante 60.000 personas fue algo impactante y sin precedentes para mí.
-¿Cómo nació tu pasión por la música y en particular por el house y la electrónica?
-Mi madre siempre estuvo conectada con Charly García en la época de Serú Girán. Musicalmente siempre tuve ese linaje del rock nacional y del rock progresivo. Cuando me mudé con mi familia al Tigre, ella comenzó a escuchar música étnica, a artistas como Loreena McKennitt o Enya, que eran muy inusuales en aquellos años noventa. Todo eso me llevó a Vangelis y hacia una música más cinematográfica. Cuando descubrí luego la mezcla de todo eso con el groove y las percusiones mi pasión por la electrónica fluyó automáticamente.
Bajo la primigenia denominación de Natural Flow, el proyecto nació en 2018 en formato de dúo y a instancias del mexicano Hugo Ibarra y el ya citado Coimbra. Cultora de un tecno melódico, orgánico y minimalista, al poco tiempo la dupla modificó su nombre por el de Øostil (tomado del término maya “óostil” que significa “humildad”) y fue ganando un merecido respeto y una creciente consideración gracias a sus atractivas performances en ciudades como Cancún, Ibiza, Atenas, París, Berlín, Ámsterdam y Buenos Aires. De todos modos, el envión definitivo y el salto de calidad a nivel mundial arribaron cuando se sumó a las filas de Afterlife, el prestigioso sello discográfico creado por Matteo Milleri y Carmine Conte, integrantes del dúo italiano Tales of Us. Más tarde, y en plena pandemia, Ibarra decidió dedicarse a su carrera como solista. Ahí fue entonces cuando Coimbra tomó las riendas de Øostil para desarrollar a pleno sus propias ideas creativas que ahora lo depositan en un más que auspicioso presente.
-¿Cómo fue evolucionando tu estilo a través de los años y cómo lo definirías en la actualidad?
-La gente lo identifica como melodic techno. Pero, de alguna forma, cuando escuchás un set mío de siete u ocho horas puede sonar tanto house como matices de deep house y de trance. Esto es así porque el diseño sonoro es mucho más evolucionado, profundo, minimalista y a la vez futurista y no tan rápido.
-¿Qué cosas te inspiran para componer?
-Más allá del lugar en donde me encuentre trato de estar constantemente en contacto con la naturaleza. Hace unos días estuve en Mendoza y me instalé en un estudio en medio de la montaña para hacer mis retiros y lograr mi conexión con Argentina después de tantos años en el exterior. Mi idea es volver más seguido al país, no sólo para hacer shows sino para crear mi música en las afueras, al aire libre, y en los distintos paisajes que posee Argentina que son maravillosos.
-¿De qué manera influye tu formación teatral a la hora de crear tu música y sobre todo de montar espectáculos con una carga visual tan poderosa?
-Creo que el lenguaje corporal que te da el teatro y el tema de la cuarta pared, que es el miedo a enfrentar esos silencios, los utilizo a mi favor como así también el tipo de iluminación a la que apelo, que es muy teatral y que juega mucho con las pantallas. De este modo, la música que yo produzco en un cuarto oscuro cobra otro sentido con todos esos elementos y con el background teatral que tengo, que a su vez me ayuda a poder comunicarme con los ingenieros de luces y demás, y así generar una mejor experiencia para el público.
-¿En qué etapa se encuentra EPIPHANY, tu proyecto que permite dar a conocer nuevos talentos emergentes de Latinoamérica?
-Es una idea que nació en la pandemia como un podcast y que derivó en una fiesta audiovisual que la voy a empezar a presentar en Dubai, donde tengo una residencia, y seguirá luego por Nueva York, Ibiza y Buenos Aires. La intención es armar como una especie de álbum donde se mezcla mi música con la de artistas emergentes latinoamericanos invitados y todo eso trasladarlo al vivo dentro de un concepto festivo.
-A propósito de las nuevas generaciones, ¿qué opinión te merece todo el fenómeno generado alrededor de una figura tan popular en estos últimos tiempos como lo es Bizarrap?
-Biza es un crack y un visionario. Es un número uno no sólo en Argentina sino a nivel mundial. Todas las colaboraciones que hizo fueron admirables. No tuve aún el gusto de conocerlo en persona pero sigo muchísimo su música. El último show que dio en Los Ángeles fue una bomba y está muy alineado con lo que estoy haciendo en la actualidad. Ojalá algún día pueda conocerlo y ¿por qué no? colaborar con él. Me encantaría.
-¿Cómo resultó la experiencia de presentarte en destinos un tanto exóticos como Egipto, Marruecos o Vietnam, más allá de Berlín, Londres o Nueva York que suelen ser escalas más habituales para un productor y DJ?
-Todo comenzó cuando logré tener una residencia en Dubai, un destino que suelo visitar entre tres y cuatro veces al año. Eso me acercó a Asia, Japón e Indonesia, lugares en donde esta música tiene una amplitud y una llegada inéditas, en contraste con lo que sucede en Europa donde ya hace ocho años que la vienen escuchando. La experiencia de presentarse en estos destinos es muy loca porque para ellos todo les resulta novedoso. De hecho, hace poco toqué en China y parecía un estadio de fútbol con miles de personas gritando y con una energía impresionante. Fue una fiesta a pleno día y en la que no se vendía alcohol, pero la repercusión en la gente fue asombrosa. Otro detalle a tener en cuenta en estos países es la tecnología: me pasó de estar tocando en un club en Vietnam y de golpe desde el techo comenzó a descender un robot gigante que se puso a bailar entre la gente. Yo no tenía idea de que iba a suceder algo así. Pero ese tipo de situaciones insólitas son muy comunes en aquellos rincones del mundo.
-¿Cómo lográs equilibrar el placer y el disfrute de tocar por todo el mundo con el hecho de vivir prácticamente arriba de un avión?
-En realidad, es en los aviones donde obtengo los mejores momentos creativos y en donde puedo pensar con tranquilidad lo que voy a hacer en el estudio una vez que aterrizo. Es un momento de contemplación que lo aprovecho al máximo y en el que, además de descansar y desconectarme del teléfono, analizo mi carrera e intento bajar un poco el ritmo de un presente en el que se me está dando todo muy rápido. No es nada fácil y a veces lo sufro un poco, pero es parte del sacrificio de hacer lo que me gusta.
-Entre tantos viajes, ¿te queda algún momento libre para dedicarte a otra actividad?
-Mi proceso creativo me permite conectar la parte cultural con lo culinario y lo social. Me gusta mucho llegar a un país y encontrarme con colegas, estar en el estudio y colaborar con otros músicos. En algunas ciudades, como por ejemplo Estambul, tengo mis cafés preferidos para disfrutar y despejarme un poco. Y cuando en invierno voy a Bariloche o a Las Leñas trato de esquiar, que es algo que me encanta y me inspira para componer.
-¿Qué sería de la vida de Antü Coimbra de no haber descubierto la música electrónica?
-Uh, es una buena pregunta. Siempre me interesó el arte en general. En mis inicios, me gustaba mucho la fotografía e incluso fui asistente de varios amigos fotógrafos. Por otro lado, mi madre fue actriz durante muchos años y eso me llevó a conectarme con el teatro y con el desarrollo corporal. Quizás estaría tocando en una banda, no lo sé. De hecho, la evolución de lo que hago va a decantar seguramente en el montaje de un show acompañado por una banda. Me encanta la idea de estar en el escenario, detrás de las bandejas pero a la vez compartir la experiencia con otros músicos ejecutando sus instrumentos en vivo, al estilo de Massive Attack, Daft Punk o The Chemical Brothers.