Olivia Rodrigo: cómo es Guts, su segundo disco con influencias rockeras al que le falta identidad
Tras el descomunal suceso de su álbum debut, que le valió tres premios Grammy, la cantante está de regreso con su flamante trabajo, que se debate entre tomar riesgos y quedarse en el confort de los logros cosechados
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Olivia Rodrigo. Álbum: Guts. Canciones: “all american bitch”, “bad idea right?”, “vampire”, “lacy”, “ballad of a homeschooled girl”, “making the bed”, “logical”, “get him back!”, “love is embarassing”, “the grudge”, “pretty isn’t pretty”, “teenage dream” . Edición: Geffen Records. Nuestra opinión: bueno.
En 2021, Olivia Rodrigo editaba SOUR, un descomunal disco pop con el que le cantaba a la angustia adolescente. Una obra homogénea, breve y concisa, que le valió un merecido reconocimiento dentro de la industria con tres premios Grammy, elogiosas críticas y por el que fue ubicado en un lugar que parecía (en apariencia) estar vacante: el de la joven artista que aludía a problemáticas teen y se dirigía a sus interlocutores con la postura confesional de “yo sé por lo que están atravesando”.
Con hits instantáneos como “Drivers License”, “Deja Vu” y “Brutal”, Rodrigo creaba un lazo, provocaba una identificación y se erigía como una de las cantantes y compositoras más prometedoras de su generación. Sin embargo, SOUR tenía otro costado, insoslayables influencias que a la joven y a su productor, Dan Nigro, se les fueron un poco de las manos y por las que debieron acreditar a la banda Paramore y a artistas como Taylor Swift y St. Vincent. Así, el enorme talento de Rodrigo quedó un tanto eclipsado por esas referencias que excedían el homenaje y que llevaban a preguntarse si su factótum iba a poder desprenderse de la música de la que se embebe como oyente para crear algo novedoso, rompiendo así la “maldición” que muchas veces se la adjudican a los segundos trabajos discográficos.
Este viernes, la artista lanzó GUTS, un disco que efectivamente salió de las entrañas y en el que, temáticamente, parece seguir la misma línea de SOUR, aunque con un toque de oscuridad que ya se vislumbraba en su primer single, “Vampire”, una balada en la que el rango vocal de Rodrigo se luce como nunca (el manejo de los tonos es verdaderamente admirable) y una composición que se va quebrando a la par de la voz de su cantante, que no teme sonar desprolija cuando el tema explota y es necesario ponerle agallas a una letra dolorosa, fruto del desengaño. Ella ya lo había adelantado en la intro de SOUR: “Quiero que esto suene así como desprolijo”. Esa declaración de principios se sostiene en GUTS en composiciones que remiten al pop noventoso con las que Rodrigo parece divertirse del mismo modo en que lo hizo dos años atrás con “Good 4 U” y “Jealousy, Jealousy”.
En esta oportunidad, notamos esa celebración de la confusión de la adolescencia y su efecto dominó en “ballad of a homeschooled girl”, “get him back!” y “bad idea, right?” (cuyos nombres priorizan las minúsculas). En esos temas, Rodrigo apela nuevamente a la identificación, aludiendo a lo que ella denomina “el suicidio social” y las ganas de “acurrucarse y morir” por no sentirse lo suficientemente buena, o mediante la dicotomía que genera el querer volver con un “ex nocivo” (un tópico recurrente), pero a sabiendas de que la decisión será contraproducente. En síntesis: el exacerbado drama de la inexperiencia.
El aura Jagged Little Pill que el disco busca tener por momentos le juega en contra a Rodrigo, quien en el circuito de promoción de GUTS mencionó reiteradamente cómo estaba apuntando a un sonido más rockero, probablemente para evitar comparaciones odiosas, pero que se vuelven inevitables cuando esas mujeres a las que admira se inmiscuyen en su obra, aunque ella no se lo proponga.
En esos momentos, la artista pierde cierta fuerza, como si estuviera imponiendo una imagen que no es la suya. Es por ello que “logical”, una sentida balada al piano, se destaca como uno de los temas más genuinos del disco (y en el que contribuyó como compositora Julia Michaels), conectado narrativamente con “Vampire”, dos higlights del álbum que ratifican lo mucho que logra cuando escribe sin la necesidad de satisfacer a su audiencia, sin sobreproducción y con la madurez que también se escucha en “the grudge” y “lacy”.
En GUTS también sobresale esa puja entre tomar riesgos y quedarse en el confort de los logros cosechados con SOUR y en muchas oportunidades Rodrigo pierde la batalla con un disco “seguro” que solo alcanza esa citada madurez cuando su artista no está emulando a otros -inconsciente o conscientemente, la línea entre el tributo y el ‘querer sonar como...’ es muy fina-, principalmente a Lorde, como se percibe en “love is embarrasing” y más notoriamente a The Cure en “pretty isn’t pretty”, cuya intro remite a “Just Like Heaven”.
Con su segundo disco, Olivia Rodrigo presenta una dicotomía: hay ocasiones en las que su identidad aflora y otras en las que GUTS podría haberse beneficiado de una impronta más contundente, de una voz más genuina en su discurso, que le pierda el miedo a su target y que se vuelva más lúdica, más suelta (lo que escuchamos en Melodrama, de Lorde, o en Punisher, de Phoebe Bridgers, dos discos que no fueron hechos para complacer). Por el momento, Rodrigo descansa en el appeal universal de sus letras (ese teenage dream que ella misma buscaba años atrás es lo que ahora quiere entregar a su público) y en la comodidad narrativa y sonora, cuando tiene todo para lograr la emancipación definitiva.
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