Nixon en China: Valentina Carrasco, la directora argentina de la Fura dels Baus, a cargo de la puesta de la que habla todo París
La obra de John Adams en la Ópera de la capital francesa, una de las más representadas de fines de siglo XX, recrea con literales mesas de ping pong la histórica visita del presidente norteamericano a Mao Tsé Tung en 1972 y la reflexión acerca del “diálogo de sordos” político entre ambas potencias
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PARÍS.– La apuesta no era anodina. ¿Cómo suceder al célebre John Adams que, cuando creó la ópera Nixon en China, concibió un espectáculo legendario, numerosas veces representado desde entonces desde París a Nueva York? Y si bien ella no fue la primera en aceptar el desafío, la argentina Valentina Carrasco lo hizo con brío y con una concepción bastante diferente de la cultivada por su ilustre predecesor.
Cuando en la década de 1980, el director Peter Sellars le sugirió componer la música de la histórica visita de Richard Nixon a China –aquella semana crucial de 1972 que vio al presidente norteamericano encontrar personalmente a Mao Tsé-tung– John Adams estalló de risa. Qué tema absurdo para una ópera, pensó.
Y, sin embargo, lo que resultó, Nixon en China (1987) fue un éxito absoluto. Una de las obras del siglo XX más representadas y, al mismo tiempo, una influencia mayor para la música contemporánea. Y es precisamente ese clásico el que acaba de entrar al repertorio de la Ópera de París.
Azar de la programación, Nixon en China llegó a la capital francesa en el momento en que la reunión en Moscú entre el presidente chino Xi Jinping y el autócrata ruso Vladimir Putin acaparaba los titulares de la prensa internacional, que se interrogó sobre la posibilidad de una nueva “guerra fría” entre Estados Unidos y China. La ópera pone frente a frente el triunfalismo de Nixon, persuadido de protagonizar un hecho histórico estableciendo el diálogo con China, y el absoluto control dictatorial de Mao. “Las informaciones son una suerte de misterio”, canta Nixon cuando baja del avión, mientras los micrófonos se apiñan frente a él y lo recibe el primer ministro chino, Zu Enlai.
“Vivimos una época perturbada. ¿Quiénes son nuestros amigos?”, se preguntan. Al término de los tres actos, la postura de cada uno de los protagonistas vacilará. Nixon en China dibuja un camino de incertidumbre y un diálogo de sordos, que terminará con la pregunta final de Zu Enlai: “En todo lo que hemos hecho, ¿qué hubo de bien?”. Una meditación hoy más que nunca de actualidad sobre el poder y sus meandros.
“Hay que tener unos 60 años para acordarse de esto, aparte de que es algo que se aprende en la escuela”, dijo Renée Fleming, soprano de 64 años, que se despidió de su tradicional repertorio hace seis años y que ahora, con peluca rubia, abrigo rojo y guantes negros encarna a Pat Nixon, exprimera dama de los Estados Unidos en la ópera de la Bastilla.
Pero, más allá de la resonancia actual de la obra, Nixon en China reveló al público francés el talento de una nueva directora, Valentina Carrasco, que además acababa de realizar una puesta en escena muy apreciada de La favorita, de Donizetti, en la ópera de Burdeos. Después de haber trabajado durante 20 años con La Fura dels Baus, el público francés reconoció en su interesante puesta de Nixon en China el sentido visual del célebre colectivo catalán y un auténtico control de la inmensa escena de la Bastilla. Carrasco es conocida por el público local por su dirección de El anillo del nibelungo en 2012, en el Teatro Colón, al que volverá en diciembre para hacerse cargo de la régie de La ciudad ausente de Gerardo Gandini.
Su gran idea fue utilizar la expresión ‘diplomacia del ping-pong’ en el sentido literal del término. Carrasco utiliza las mesas de ping-pong para simbolizar en forma muy eficaz el enfrentamiento entre ambas potencias. “Una linda imagen para simbolizar el juego político. Dos espacios que se enfrentan donde los jugadores se envían mutuamente la responsabilidad”, explica la directora. “Es una situación de ganadores y perdedores, y me pareció una metáfora interesante del mundo. El ping-pong es una coreografía muy linda para lo visual. Luego, por supuesto, estaba la Ping-Pong Diplomacy”, explica. Un excelente recurso que, además, hace eco al ritmo de la música de John Adams. “El tik-tok, tik-tok, tikt-ok de la pelota de ping-pong me recordó a muchos momentos en que la música es muy percusiva”, dice la directora.
Entre otras imágenes que perduran en esa sustitución de la literalidad por la metáfora escogida por Carrasco, no se puede olvidar una amenazadora águila norteamericana enfrentada a un dragón chino color rojo brillante. Valentina Carrasco también se tomó algunas libertades con el texto de la obra. Un texto difícil y no siempre explícito para todo el mundo. “Hice lo que pude, en función de mi propia interpretación”, dijo la argentina a LA NACION, en una fugaz conversación telefónica mientras corría de un ajuste técnico a un ensayo, y de un avión a otro, que la llevan y traen de Roma, donde reside actualmente.
Carrasco, de 49 años y formada en el Teatro Colón, estaba precisamente en la capital italiana cuando recibió la propuesta de Alexander Neef, director de la ópera de París, para dirigir Nixon en China y, según afirma, “pensó que era una señal”. Recordó entonces un momento de su infancia, cuando vio De Mao a Mozart, un film con el violinista Isaac Stern dando una clase magistral y diciéndole a una alumna que mueva su instrumento mientras toca, como si balanceara una paleta de ping-pong.
Valentina Carrasco está acompañada en esta aventura por un reparto en oro: además de Renée Fleming y el barítono Thomas Hampson, Gustavo Dudamel dirige la maravillosa orquesta de la Ópera de la Bastilla. Una personalidad que no intimida a la argentina: “Dudamel es alguien tan cálido, que uno tiene la impresión de conocerlo de toda una vida”, dice.
Pero esta no es la primera vez que Carrasco se enfrenta con brío a una ópera política. La favorita de Donizetti, gran ópera à la française con una auténtica fuerza orquestal —y que fue un “redescubrimiento” para ella—, tampoco excluye la dimensión política. La obra pone en escena el personaje de Leonor de Guzmán, amante del rey Alfonso XI, en la España medieval. No obstante, el nombre de la ópera no incluye su nombre, sino su papel de favorita. “Es una decisión del compositor. El rol es más importante que la persona misma. Es la situación de un tipo de mujer que es relatada”, explica Carrasco.
La versión francesa de la ópera incluye un ballet, bailado por mujeres aficionadas de entre 65 y 84 años. “El favor es algo que cambia como el viento. ¿Qué sucede con las mujeres que dejan de ser favoritas? Dejan de ser una persona, pero permanecen ahí, se acumulan, envejecen y terminan siendo invisibles”, resume.
Como sucedió en Burdeos, cada una de las representaciones de Nixon en China, que concluyó ayer en esta ciudad –para mudarse al Teatro Real de Madrid, donde estará en cartel hasta el 2 de mayo–, se realizó a guichet cerrado y fue aplaudida con fervor durante varios minutos. Curiosamente, el público más entusiasta fue el más joven. Excelente forma de decir que la ópera y sus talentosos intérpretes tienen el mejor de los futuros por delante.
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