Nilda Fernández, en dos versiones
Se editan dos álbumes del español
Nilda Fernández es una rara avis por su repertorio, su voz, su estilo y su sinuoso andar capaz de transformarlo en un trovador, un chansonier o un cantaor andrógino. Con esa actitud de juglar, se corporiza en un artista distinto. Por estos días el sello Acqua Records edita dos obras que marcan ese derrotero, capaz de abarcar el pulso andaluz y la poesía lorquiana en Castelar 704 (editado en 1999), y un nuevo trabajo que marca su presente nómade en Ti amo.
Castelar 704 , un disco de exquisita factura instrumental y poética, traza un paralelo entre el mundo lorquiano y su propio itinerario: Granada, Barcelona, Nueva York, Buenos Aires y La Habana. Inspirado en la estancia porteña del poeta en la habitación 704 del hotel Castelar, entre octubre de 1933 y marzo de 1934, Nilda le pone su ropaje musical a los versos de García Lorca. En el disco tributo en el que participan en la percusión Mino Cinelu y las guitarras del flamenco Tomatito y del peruano Lucho González, los poemas de Lorca brotan como manantial de la voz frágil de Nilda Fernández. Esos poemas suenan tan naturalmente modernos y exquisitos en su interpretación, en su musicalidad mundana, que todo fluye contemporáneamente por los palos del flamenco, aires de marineras, canciones, o nanas.
La fuerza del poeta de Nueva York se cruza con la personalidad refinada de este artista cosmopolita, nacido en Barcelona y criado entre Lyon y Toulouse para salir al mundo en canciones que atraviesan géneros y fronteras. Y eso es palpable en esa saudade de trashumante (en ese exilio permanente), en esa atmósfera melancólica que atraviesa su voz y fabrica un propio canon estilístico. Nilda es único cantando una elegía al Antonito Camborio o desperezándose en Ginebra con su chanson otoñal, como un Benjamin Biolay asceta y más triste, como aparece en su producción más reciente Ti amo , que presentará el viernes y sábado próximos, en Vinilo (Gorriti 3780).
Su misteriosa voz (como un rayo verde que aparece inesperadamente en el horizonte) sorprende con esas experiencias de viajes. Un paisaje musical que Nilda traduce perfectamente en canciones, que podrían ser de un film de verano de Eric Rhomer. Ti amo condensa esas canciones inocentes o lacerantes, melodías de marineros o guitarras rockeras, humor de varieté y atmósferas alegres y mediterráneas. Con ese andar navegante -el disco fue grabado en Génova -las canciones van emigrando cadenciosamente de un sonido otro; y así el pulso de una guajira puede dar paso a unas guitarras de Arizona y a palabras cantadas en español y francés; mandolinas que suenan a viejas canzonettas; compás y palmas flamencas, y finales trágicos como el fado y las historias de toreros.
En su andar errabundo, Nilda se pierde en los sonidos que va encontrando en el camino y se deja invadir por los perfumes de calles sin nombre, como un antiguo juglar, escribiendo la banda de sonido de su propio tiempo musical.
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