Las neblinas que cubren la ciudad ayudan a recordar la poética creación de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo, que se estrenó en el film La fuga de Luis Saslavasky con la voz de la gran Tita Merello
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No fueron pocos los títulos del acervo tanguero que estuvieron inspirados en el imaginario poético que inculcaba el Riachuelo, ese curso de aguas renegridas que define el sur de Buenos Aires. La música simbólica de la ciudad se ocupó de poetizar ese límite de costas curvas con la pluma dramática de sus compositores.
Por estas horas, Buenos Aires está afectada por un fenómeno inusual que cubre con nieblas espesas todo su territorio. Esas brumas que asombran a tantos, son la atmósfera frecuente de esa zona donde los hedores se levantan y las neblinas le dan a la postal ribereña un rictus espectral.
Acaso “Niebla del Riachuelo” sea el título que mejor define esa conjugación que se ancla en esas orillas protagonistas de la postal. Compuesto por Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo, los acordes de letra desgarrada inmortalizaron ese diálogo entre el amor trunco empatizando con la noche larga y las profundidades turbias de este fondeadero.
“Turbio fondeadero donde van a recalar, barcos que en el muelle para siempre han de quedar. Sombras que se alargan en la noche del dolor, náufragos del mundo que han perdido el corazón”
Don Juan, el taita del barrio, Riachuelo, Orillas del Plata, La vuelta de Rocha, Cuando llueve en la Ribera, Silbando, En la Ribera, Puente Alsina, Talán Talán, Brochazos y Barcarola del Riachuelo son algunos de los títulos que se han referido a esa zona donde el estuario hacia el Río de la Plata está enmarcado por el Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, los boteros que cruzan al Dock Sud y los conventillos bulliciosos que le dieron sonido a Vaccarezza. En el Siglo XXl no todo cambió, aunque, ahora, caminar por Necochea rumbo a la costa solo sea un derrotero entre las ruinas de esas cantinas que ya no son.
“Puentes y cordajes donde el viento viene a aullar, barcos carboneros que jamás han de zarpar. Torvo cementerio de las naves que al morir sueñan, sin embargo, que hacia el mar han de partir”
Escrita a la medida de la gran Tita Merello
Era habitual que, durante la primera mitad del siglo pasado, las producciones de esa llamada “época de oro” del cine nacional contaran con algunos temas que formaban parte del entramado dramático del guion. Esta posibilidad no implicaba que se tratase de un film musical, pero, modalidad de los tiempos, el público esperaba que los protagonistas entonaran algún estreno ad hoc. Algo similar sucedía en la famosa revista porteña, donde siempre una figura (llamada “atracción” en la jerga del género), interpretaba una canción a modo de estreno.
“Niebla del Riachuelo” fue compuesta a pedido por el director Luis Saslavsky, quien necesitaba un tema que cuadrase con los lineamientos de su película La fuga y le calzara bien a Tita Merello, estrella protagonista del film.
En 1936, el “poeta del cine”, como se lo había bautizado a Saslavsky, había puesto en marcha la preproducción del film en el que Tita Merello, la figura más popular y taquillera de la época, iba a compartir cartel con Santiago Arrieta, Francisco Petrone y Niní Gambier.
El director no podía desaprovechar la presencia de la Merello, pero tampoco podía ofrecerle una pieza menor para estrenar. Así fue como recurrió a la dupla excelsa conformada por el poeta Enrique Cadícamo y el pianista y compositor Juan Carlos Cobián. Los autores acababan de estrenar “Nostalgias”, partitura que Charlo inmortalizó, y que luego fue entonada por tantísimos intérpretes. Saslavsky sabía que debía recurrir a Cadícamo y Cobián. Y así fue.
“Niebla del riachuelo, amarrado al recuerdo, te sigo esperando. Niebla del riachuelo, de ese amor para siempre me vas alejando. Nunca más volvió, nunca más la vi, nunca más su voz nombró mi nombre junto a mí. Esa misma voz que dijo adiós”
Finalmente, en una tarde de invierno, los autores le hicieron escuchar la nueva creación al realizador de La fuga. Se dice que, luego de varios minutos de silencio, Saslavsky se levantó y abrazó a Cadícamo y Cobián, emocionado por lo que acababa de escuchar. “Está escrito a la medida de Tita”, dijo el director.
En el film, un contrabandista mujeriego, interpretado por Santiago Arrieta, es perseguido por un policía encarnado por Francisco Petrone. Al escapar, es ayudado por los mensajes que su amante, una de las grandes creaciones de Tita Merello, le transmite en clave por medio de los tangos que entona en un programa de radio.
La fuga se estrenó el 28 de julio de 1937, recibiendo las mejores críticas de la prensa especializada y convirtiéndose en uno de los éxitos de taquilla de la temporada. Impulsado por la buena repercusión del film y la interpretación de Tita, sumado a sus valores poéticos y musicales, el tango canción “Niebla del Riachuelo” comenzó a ser una de las partituras más codiciadas por las orquestas típicas y los cantantes de ese tiempo.
La partitura desgarrada naufragando bajo las nieblas ribereñas se había convertido en una profunda fotografía del amor alejado.
Los otros intérpretes
Si bien, todos querían cantar “Niebla del Riachuelo”, el antecedente dejado por la Merello hacía muy complejo que otra cantante pudiera acercársele. Competencias, celos y “no estar a la altura de” hicieron que el tema comenzara a disputarse solo por los cantantes, algo que, transcurrido el tiempo, también incluyó a las grandes voces femeninas. Roberto Ray, voz de la orquesta de Armando Fresedo, fue uno de los primeros que registró el material en 1937.
“Sueña marinero con tu viejo bergantín, bebé tu nostalgia en el sordo cafetín. Llueve sobre el puerto, mientras tanto mi canción, llueve lentamente sobre tu desolación. Anclas que ya nunca, nunca más han de elevar, hordas de lanchones sin amarras que soltar. Triste caravana sin destino ni ilusión, como un barco preso en la botella del figón”
La versión de Edmundo Rivero profundiza la desazón de la historia. Susana Rinaldi y Adriana Varela le imprimieron mirada femenina y Roberto Goyeneche le aportó la voz cascada que sangraba desde las entrañas esas penas de dolor del amor.
Hoy, cuando Buenos Aires está tapizada de brumas, aquellos versos de Cobián y Cadícamo recuerdan que hay una geografía bien porteña que puede ser escenario de las almas solitarias ancladas en una orilla.
“Niebla del Riachuelo” es, indudablemente, una poesía exquisita y sensible que radiografía un lugar y un sentimiento. La profundidad de su esencia hace que este tango solo pueda ser interpretado por aquellos cantantes que, además de la técnica, apelan a la profundidad emocional de lo que están cantando.
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