Cada vez más bandas formadas por sub 25 vienen en ascenso e invaden los espacios alternativos con su estilo; abrevan en un sonido oscuro que remite al postpunk y forman parte de una nueva generación de músicos surgidos en el encierro de la cuarentena que busca recuperar el contacto físico con el pogo y la adrenalina en festivales autogestionados siempre con nombres nuevos.
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Vienen prendiendo fuego cuanto escenario se les cruce. Tienen ganas de decir cosas. Son jóvenes sub-25 que forman parte de un circuito musical emergente, con un espíritu de unión y muchas más protagonistas femeninas que en los viejos tiempos del under. Estas bandas en ascenso forman parte de una nuevo movimiento que grita en bares y en terrazas de la noche porteña para dar testimonio de que al rock aún le queda vida. Eso sí, con menú vegetariano, baño inclusivo y los miedos y lamentos propios de quienes adolecieron encerrados, en pandemia. Cuando todo se abrió, de golpe, tomaron las riendas de la escena under de la Ciudad cantando los dolores de la nueva generación. Luego de organizar eventos y festivales y subir su convocatoria, mañana se presentan en el Teatro Vorterix en el marco del festival Nuevo día.
“No paro de sorprenderme por la cantidad de gente que cada vez más sigue a estas bandas que hay dando vueltas y que cada vez convocan más gente”, dice Mery The Roadie, quien se define como “la cara visible del movimiento”. Entre las bandas más populares del circuito se destacan Winona Rider, Buenos Vampiros, Dum Chica, Mujer Cebra, Sakatumba, Nenagenix, No me toques, Las Tussi, Ryan, Socorro, La Real Academia, Playa Nudista, Plenamente y Notum Negres, entre muchas otras. Todas son agrupaciones independientes que editan su propio material, diseñan el arte de sus discos, se auto producen, crean fanzines digitales y forman parte de un circuito que establece lazos entre Capital Federal, el Conurbano y, curiosamente, la ciudad de Mar del Plata.
Los puentes entre la juventud y la música no son una novedad. Cada década, cada generación tiene su estilo, sus bandas de culto, su moda. Sus ideales, sus héroes y sus enemigos. Y también -por supuesto- su sede central. Si el espíritu de la década del setenta en Nueva York se alojaba en el CBGB, el aire de los ochentas en Buenos Aires se respiraba en el Parakultural o Cemento.
Pasaron casi 20 años para que los círculos de música under se reconfiguraran y que post-Cromañón el rock recuperara cada vez más espacios. Esta escena encontró hace dos años su “templo” en Moscú, un casa con terraza, devenida en centro cultural y bar sobre la Avenida Córdoba. A los que se le suman otras “subsedes” como El Emergente, Strummer Bar, Otra Historia Cultural. “Acá la gente siente el lugar muy propio y sin jerarquías. Se siente como un hogar”, asegura Mery.
El grupo Winona Riders es el mascarón de proa más visible de lo que late abajo. Con cada vez más público, hace tres semanas hicieron un recital en el pequeño Niceto Bar y quedaron desbordados (gente queriéndose meter por las ventanas). A los cuatro días repitieron por fuerza de convocatoria en la sala grande de Niceto y la hicieron explotar. Sus shows son una avalancha de psicodelia y catarsis donde los músicos y los chicos del público se mezclan en un ritual inimaginado hace cuatro años.
Si a las décadas anteriores las marcaron guerras, dictaduras, censuras y el homoodio. A las generaciones de hoy las marcó la pandemia y el encierro. El aislamiento trajo graves consecuencias en los sub20: según una investigación internacional realizada por Unicef en conjunto con la empresa de análisis Gallup en el primer semestre de 2021, uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años afirmó sentirse deprimido o tener poco interés en realizar alguna actividad. La pérdida de los espacios de socialización, de desarrollo y esparcimiento con sus pares se plasmó en el aumento de problemas vinculados a la salud mental, tales como la depresión, la angustia y la ansiedad. Entre octubre y noviembre de 2021, el 16% de los adolescentes del país manifestó sentirse angustiado y el 12% deprimido frente a la incertidumbre que generó el contexto de la pandemia, según Unicef Argentina. Silvia Ongini, psiquiatra infantojuvenil del departamento de pediatría del Hospital de Clínicas de la Universidad de Buenos Aires sostuvo que el aislamiento tuvo un impacto muy significativo en los jóvenes: “Tras la pandemia estamos viendo un aumento de las consultas por ansiedad, depresión e ideación suicida”.
El encierro y la crisis económica favorecieron la emergencia de este movimiento. Los jóvenes con poco dinero empezaron a tener complicaciones para asistir a los grandes festivales y la necesidad de la experiencia comunitaria necesitaba llegar a algún puerto. “Creo que esta movida existe porque existió la pandemia”- dice Catalina mientras toma un trago de cerveza en la terraza de Moscú- “Fue la respuesta contraria a todo el encierro: salir de una manera brutal después de tanta conexión con la muerte. Esta escena nos volvió a conectar con la vida. Realmente estábamos todos solos y el hecho de estar todos pasándola igual de mal, nos unió… había mucha necesidad de juntarse con gente. Estamos flasheados con los recitales, con la experiencia de la música en vivo y lo que genera. Todo esto para nosotros se sintió como nuevo, con total efervescencia, necesitábamos la experiencia de volver a sentir el calor, el estupor”.
“Nos terminamos encontrando con frases que remiten tanto al amor como al desamor, o en momentos más introspectivos, frases sobre paranoia, protesta, o incluso positividad. Independientemente del origen, buscamos que nuestras letras produzcan liberación al ser cantadas”, dice Octavio Báez de la banda Sakatumba, formada por un grupo de compañeros de quinto año del colegio Lenguas Vivas. “Es verdad que hoy en día el sonido de la juventud va derivando en sonidos sintéticos, con autotune y bases producidas con daws. Pero al mismo tiempo en esta última época, luego de una pandemia que nos aisló de la fisicalidad de un recital o tocar con gente, ha vuelto el deseo de estar ahí y escuchar el sonido creado, real y en el momento. Acompañado de esto viene un movimiento de nuevas generaciones que siempre escucharon rock y quieren rock, hartándose del sonido que predominaba hasta 2020, mucho menos agresivo o expresivo”, agrega Marcos de la misma banda que acaba de editar el disco Puro Teatro (disponible en Spotify) y que tocan hoy en Moscú, Av. Córdoba 4335.
Justamente, Eneas es un habitúe de Moscú y encontró en el circuito under un espacio donde sentirse libre y construir comunidad. “Siento que es difícil tener 20 años hoy. Todo es falta de oportunidades, competencia y sobreconsumo. Por un lado, el mundo empieza a ser más inclusivo en las formas de trabajo pero hay mucha competencia entre la gente. Cada vez las celebridades son gente más joven, y más exitosa. Para nosotros es muy difícil tener un departamento o lucrar con lo que nos gusta. El gran problema del 2023 es el individualismo, un deseo que lidera al mundo de seguir siempre queriendo más. Siendo joven te preocupa todo, pero la gracia de pertenecer a este movimiento es que venís a disfrutar y no a preocuparte”.
“Eso es , parece mío y solo lo ves. Hay tanta suciedad, hay restos más que hablar”, confiesa la letra de “Terremoto”, el himno del trío Dum Chica. “Tengo muchas cosas pendientes no se por cuál empezar. ¿Cuántas horas pasé mirando el celular? Ahora no se qué hacer, me quiero desconectar”, expresan los chicos de La Real Academia.
Las nuevas tecnologías hacen posible acceder con facilidad a prácticamente cualquier manifestación artística y sobre todo, permite que los artistas difundan su trabajo sin necesidad de contar con el apoyo de ninguna discográfica. Prueba viviente de ello es el hip hop y el trap local que hoy rompe récords de reproducciones en todo el mundo y que en mucho casos, como el del productor Bizarrap, saltaron a la fama gracias a los videos que grababan desde sus dormitorios adolescentes. Pero una de las particularidades de esta escena es la romantización de otros tiempos, la vuelta a lo analógico. Guadalupe es fanática de la música y no se pierde las fechas del circuito a las que asiste con sus amigos fin de semana tras fin de semana. “Nos encanta escuchar música en CD o casetes. Nacimos en una época en donde existen las plataformas digitales, existe Netflix, Spotify y lo que más me gustaría es poder ir a Musimundo a probar los auriculares como era antes y decir... ‘estoy desesperado por escuchar este tema que me paso un amigo’. Quiero sentir lo que mis padres vivieron, escuchar Virus en discos de vinilo, esperar la canción que me gusta en la radio. Queremos vivir los 90 en el 2023″.
El arte -como es costumbre- volvió a ofrecer una válvula de escape, un cable a tierra y apenas el mundo se abrió fueron los mismos jóvenes, los centennials de Buenos Aires los que empezaron a armar comunidad, a buscar el calor de los pogos con la bronca de punk y la serenidad y la corrección política del movimiento woke, de volver a tener la posibilidad de la irreverencia: la posibilidad de ser joven. Esa posibilidad que la pandemia les quitó, ahora se las devuelve el under y las sensibilidades estilísticas y expresivas sobre todo del postpunk. Más que a los 90 todo huele a revancha de los ochenta. La ciudad de la furia recupera su sonido.
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