A 24 años de la muerte del líder del grupo australiano INXS, recordamos el origen de la canción que le dedicó a su primer amor, Michele Bennett
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“Podríamos vivir por cien años”, canta Michael Hutchence en “Never Tear Us Apart”, esa poderosa balada que coescribió con Andrew Farriss para el que se convertiría en el disco más exitoso de INXS: el imprescindible Kick. Se trata de una frase reveladora por varias razones. En principio, porque mostraba a un Hutchence vulnerable que, en cierta manera, estaba aludiendo al deseo de tomar un instante único y volverlo eterno, anhelo sobre el que también se manifiesta con una aseveración: “Todos tenemos alas, pero algunos de nosotros no sabemos por qué”.
De todas maneras, más allá de una letra poética -las lecturas del artista australiano influenciaron notablemente una composición que no se parece a ninguna otra del grupo-, no hay que ir más allá del título para encontrar, en esa simpleza, el testimonio de que el amor puede mutar a lo largo de las décadas y cobrar diferentes formas. Lo importante es la conexión. “Dos mundos colisionaron”, expresaba Michael. Y ya nada iba a poder separarlos.
En retrospectiva, es imposible escindir esa afirmación de la que parte la canción del trágico final de Hutchence, quien en su época de gloria en los 80 era descrito como un “Dios del sexo” cuando, a pesar de esa atracción que generaba en toda persona que estuviera cerca suyo era indiscutible según testimonios de quienes lo conocieron, era una forma simplista de encapsular un magnetismo que iba más allá del plano sexual, y que estaba más vinculado a un apetito por la vida.
Como lo contaría una de sus exparejas, la cantante Kylie Minogue, Michael buscaba cumplir el objetivo principal del famoso texto de Henry David Thoreau: “Vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida... para no darme cuenta, en el momento de morir, de que no había vivido”. Desde un paseo por un parque, una performance en el escenario, hasta el olor de un perfume, cualquier experiencia, por más “pequeña” que fuere, era absorbida por Hutchence con consciencia de lo efímero, transformando lo mundano en la cosa más extraordinaria. “Si te lastimo, haré vino de tus lágrimas”, canta en un tramo de “Never Tear Us Apart”, otra muestra de esa resignificación constante.
De todas formas, quizá por la época en que fue lanzada al mundo -año 1987, una década antes de su muerte-, el cuarto single de Kick se mueve entre polos opuestos. Habla, en efecto, de un viejo amor, por lo cual apela a las fibras nostálgicas, pero también proyecta una idea de perpetuidad ante la cual es imposible no conmoverse, sobre todo cuando el saxo de Kirk Pengilly ingresa para darle fuerza a la de por sí arrolladora interpretación de Hutchence. Asimismo, es un tema que no le teme al reposo, a dejar que lo instrumental haga lo suyo. La letra es breve y elocuente, tan directa e ineludible como la mirada de su cantante, un vals donde todo está orquestado para deshacerte en pocos minutos.
El primer amor que volvió para el último suspiro
Hutchence nunca ocultó para quién estaba dedicada “Never Tear Us Apart”. En el documental de Richard Lowenstein, Mystify, que se encuentra disponible en Netflix, Hutchence, amigo del realizador (quien colaboró con muchos clips de INXS, incluido el de la canción que nos ocupa) lo dice claramente en off mientras esas extraordinarias imágenes de su caminata por una Praga invernal refuerzan sus palabras: “Yo no invento canciones de amor. Esta es para Michele, ella lo sabe, pero ya no estamos juntos”, se lo escucha decir casi tímidamente en una entrevista en la que le preguntaron de quién no se podía separar.
Esa mujer es Michele Bennett, su primer gran amor, una productora quien estuvo a su lado cuando la banda editó en 1980 su disco debut, el homónimo INXS, y con quien un joven Hutchence compartía su amor por la música. Sin embargo, como bien refleja Mystify, el ascenso a la fama de Michael y la imposibilidad de verse con frecuencia atentaron -al menos en ese lapso de tiempo- contra una relación que, como quedaría demostrado luego, jamás habría de romperse. Por el contrario, se convirtió en uno de los vínculos más duraderos de la vida del artista, quien luego de terminar esa relación en 1987 estuvo en pareja con Minogue, la modelo Helena Christensen y la conductora británica Paula Yates, su último y atribulado vínculo, del que nació en 1996 Tiger Lily, su única hija, quien seguiría sus pasos como cantante con el nombre Heavenly.
La relación con Yates [quien falleció en 2000] fue vertiginosa y comenzó mientras ella estaba casada con el cantante Bob Geldof, por lo cual la implacable prensa británica, una a la que Hutchence no estaba acostumbrado, comenzó a perseguir a las tres aristas de este triángulo y se convertiría en una incesante asedio. El divorcio entre Yates y Geldof y la pelea por la custodia de las hijas que tenían en común también afectó al líder de INXS, quien ya se encontraba en un espiral oscuro del que nunca pudo salir y que Mystify retrata con crudeza. A diferencia de lo que dictaminaron los forenses ese fatídico 22 de noviembre de 1997, el trabajo de Lowenstein elude la teoría de la ‘asfixia erótica’ y arroja una nueva hipótesis.
De acuerdo al documental, la causa de la muerte habría sido una mucho más intrincada. En 1992, mientras Michael andaba en bicicleta por Copenhague con Helena Christensen, un taxi casi lo atropella. En cuestión de segundos se produce una discusión, el conductor golpea fuertemente al músico y lo hace caer contra el cordón. Ese hecho le causó un daño cerebral. “Se quedó inconsciente en la calle y le salió sangre por la boca y el oído. Pensé que había muerto. Cuando despertó en el hospital se puso tan violento que los enfermeros lo dejaron ir sin hacerle más pruebas”, cuenta la modelo en el film. En diálogo con LA NACION, Lowenstein se explayó, tras años de investigación y entrevistas, sobre su teoría acerca de lo ocurrido.
“Mi conclusión es que [su muerte] fue, en efecto, un suicidio, pero porque tenía el cerebro dañado. Nadie se dio cuenta de ese daño. Michael tendría que haber hecho un tratamiento psicológico con supervisión y medicación. A eso le sumamos que estaba borracho y sin dormir. Además existe una llamada que le hace a Paula Yates veinte minutos antes, en la que le pide ayuda y que esté con él porque se siente solo y eso no tiene nada que ver con un juego sexual. Además, con la autopsia, consulté a un psicólogo experto en Sídney, que fue concluyente respecto de que no existe evidencia de un juego sexual ni nada parecido, sino del daño en el lóbulo frontal a causa del accidente que había sufrido años atrás y que le había hecho perder el sentido del gusto”, explicó el cineasta. Tras su muerte, Bono, muy amigo de Michael, hizo mención a una charla que mantuvo con él. “Me confesó que después de ese accidente todo cambió para él. Le llevó a tener muchas inseguridades y se olvidó de quién era”, recordó el frontman de U2.
Hutchence murió a los 37 años en una habitación del hotel Ritz-Carlton en Sídney, en donde se encontraba profundamente deprimido por no poder ver a su hija. Las horas previas a su muerte brindó un concierto con INXS, cenó con su padre Kell y, una vez solo, se comunicó con varias personas, entre ellas, Yates, Geldof, y Bennett, ese primer amor al que le imploró que fuera a verlo. Ella dejó todo y fue hasta al hotel. Tardó tan solo 20 minutos. “Se lo escuchaba rendido”, contó años más tarde. Tras golpear la puerta en varias ocasiones, consiguió entrar pasadas las 10 de la mañana, pero ya era tarde. Bennett lo encontró sin vida. A esa mujer Hutchence una vez le cantó que ya nada los separaría en ese himno a la eternidad que es “Never Tear Us Apart”, en el que además nos pedía que no le preguntemos sobre lo que para él ya era “una verdad” concreta: que amaba a ese “preciado corazón”. En Mystify, Bennett resume la esencia del artista con una frase sucinta pero clave.
“Cuando se fijaba en vos, era difícil de ignorar. Nunca había experimentado algo igual”, declaró. Lo mismo podríamos decir de ese tema que te toma por asalto y te subyuga, que es pura sensibilidad y sensualidad, pura hipérbole, puro romanticismo, puro hedonismo. Puro Hutchence.
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