Netflix: por qué hay que ver This is Pop, la serie documental que repasa algunos hitos musicales de las últimas décadas
Cómo el Auto-Tune se convirtió en un aliado de los desafinados; cómo un exitoso grupo vocal negro derivó en el boom de las boy bands y por qué Suecia es la capital mundial del pop son algunos de los interrogantes que responde esta recomendable serie ya disponible en la plataforma de streaming
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Casi se puede adivinar cómo nació This is Pop: con los productores sentados alrededor de una mesa haciéndose preguntas sobre música, anotándolas, eligiendo las que tuvieran más potencial y asignándole a cada una un capítulo para desarrollar. ¿Cuál fue la boy band que le marcó la cancha a todas las demás? ¿Cómo evolucionaron los festivales desde Monterey y Woodstock hasta Lollapalooza y Bonnaroo? ¿Qué tienen los suecos, que todo lo que tocan los convierten en oro? Este espíritu entre didáctico y lúdico, sin duda guiado por la curiosidad que el melómano no puede evitar, tienen los ocho episodios de la serie que acaba de estrenar Netflix.
Vale aclarar -y más en este país, que de tan rockero tiende a mirar de reojo todo lo que no tenga raíces bluseras explícitas-, el pop del título está usado en un sentido general: la materia de estudio del programa es la música popular anglosajona, un gran paraguas que puede profundizar tanto en el pop propiamente dicho de Ace of Base como en el tan esencialmente norteamericano country.
El programa no tiene afán completista ni sigue una cronología: no pretende ser “la historia del pop” desde su fundación hasta nuestros días, sino un picado arbitrario de temas de interés en la historia más o menos reciente del género (gracias a eso uno puede ver los capítulos según su interés: no son correlativos y no es necesario seguir el orden establecido).
Todas las emisiones usan un disparador puntual para hablar de algo mucho más abarcativo. Esto se ve muy claro en el primero: El efecto Boyz II Men, que se concentra en el nacimiento, el auge y la caída del grupo de R&B de los 90 como excusa para hablar de los grupos de chicos de los 90 y de cómo el público masivo siempre está más dispuesto a aceptar la música si proviene de artistas blancos.
La segunda entrega trata sobre el Auto-Tune, el desarrollo tecnológico que nació en 1997 para corregir afinaciones maltrechas y con el tiempo pasó a convertirse en un recurso expresivo para el pop de nuestros días (mientras los artistas de trap locales lo usan en casi todo lo que hacen, Charly García pidió “prohibirlo” en la ceremonia de los Premios Gardel de 2018).
En Síndrome de Estocolmo se le buscan razones a la facilidad innata de los suecos para componer y producir éxitos pop. De Benny Andersson de ABBA a Shellback, el programa es un desfile de hitmakers enlazados por la intervención del actor y músico canadiense Jay McCarroll.
Cuando el country se volvió pop analiza el crossover de ciertos artistas de música campirana como Shania Twain o Taylor Swift al pop, un fenómeno difícil de entender fuera de Estados Unidos. Mucho más cercano al interés del rockero argentino es ¡Salve Britpop!, el quinto episodio, que desmenuza el movimiento de pop británico encabezado -en lo que a masividad respecta- por Oasis y Blur.
Del mencionado devenir de los festivales pop se ocupa la sexta emisión, mientras que ¿Qué puede hacer una canción? habla de la música como factor de lucha contra la injusticia social. Finalmente, El edificio Brill en cuatro canciones cuenta la historia del complejo en el que dúos de compositores como Jerry Leiber y Mike Stoller, Carole King y Gerry Goffin, Doc Pomus y Mort Shuman, Neil Sedaka y Howard Greenfield y Burt Bacharach y Hal David construyeron un sonido que definió el pop de los 60.
Si bien cada episodio tiene un director diferente, todos coinciden en el tono distendido que caracteriza a la productora detrás de la serie: Banger Films, el emprendimiento audiovisual que Sam Dunn creó para su película metalera A Headbanger’s Journey (2005) y que de ahí en adelante trabajó en filmes para Iron Maiden, Joe Bonamassa, Rush, Alice Cooper y ZZ Top y que también firma otro programa que se puede ver en Netflix: Hip Hop Evolution, un muy recomendable documental sobre la historia del rap.
No son de esta productora los documentales Las películas que nos formaron o Los juguetes que nos formaron -ambos disponibles en la misma plataforma de streaming- pero quienes los hayan visto los pueden tomar como referencia del ritmo y la estructura de This is Pop: aún tratando temáticas serias el humor siempre sobrevuela la narración, el paso de la edición es dinámico y la apuesta a la nostalgia es una marca de fábrica.
La lista de entrevistados es otro punto a favor: a los nombrados Benny Andersson y Shania Twain se suman Chuck D, de Public Enemy; Steve Van Zandt, de la E Street Band; la ex 4 Non Blondes y productora, Linda Perry; Brandi Carlile, el Backstreet Boy Brian Littrell y casi todos los nombres que las diferentes historias piden para avanzar. Así, con figuras, gracia y curiosidad, se logra eliminar cualquier arranque enciclopédico pero no se pierde rigor: tomando prestado un viejo slogan, la serie educa y entretiene.
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