El popular cantante, que homenajeará a Mariano Mores en el Festival de la Canción Argentina y debutará en un nuevo show en Michelangelo, anticipa su despedida de los escenarios y repasa su extensa trayectoria
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Esta noche, Néstor Fabián volverá a pisar el escenario del teatro Astral, reviviendo aquellas veladas en las que, en esa misma sala, cantó acompañado por la orquesta del maestro Mariano Mores. Esta vez, el popular cantor homenajeará al autor de “Cuartito azul” en el marco de la final del Primer Festival de la Canción Argentina, certamen que lo cuenta a Néstor Fabián como jurado.
“En febrero se cumplen 61 años de mi debut con Mariano Mores, así que participar de este homenaje es muy emocionante. Mariano era una delicia de persona, fue uno de los grandes melodistas que ha dado la música de todo el continente”, reconoce el cantante en el inicio de la charla con LA NACION, que se llevó a cabo en el enorme foyer del edificio de Las Cañitas donde vive desde hace casi tres décadas. El inusual sitio hace que los vecinos que van en busca del ascensor no se priven de saludarlo afectuosamente. Indudablemente, se trata del “ciudadano ilustre” de esta torre que balconea al Río de la Plata.
Además de su participación en escena, Néstor Fabián integra el jurado del Primer Festival de la Canción Argentina que evaluará la performance de los diez finalistas independientes elegidos en las categorías Rock, Pop, Tango, Folklore, Latino, Música Urbana y Electrónica. “Hemos desglosado los temas en busca de los mejores”, sostiene.
“Cuando me pidieron que interpretara un tema de Mariano (Mores), el primero que llegó a mi mente fue ´Grisel´”. Ahí mismo, el cantor arremete con aquellos versos eternos: “No te olvides de mí, de tú Grisel”. Y así lo hará a lo largo de la charla, donde lo dicho se alternará con el canto. Pasión que le dicen.
“El cantante cuando canta, baila. Es similar a lo que les sucede a los músicos, que mueven la cabeza o levantan los brazos como lo hace Pepe Colángelo. Cuando encuentro una melodía que me atrapa, siento que la estoy bailando”, grafica.
-¿Quién le dio la primera oportunidad hace 61 años?
-El “Flaco” (Norberto) Aroldi. Él fue quien me llevó a dar una prueba con Mariano Mores. En cuanto me escuchó, me dijo que tenía muy lindo color de voz. Con Mores actué en salas como el Coliseo y en los viejos cabarets de lujo que había en Buenos Aires.
A los 83 años, demuestra la misma pasión por la música que en aquellos comienzos junto al autor de “Taquito militar”. Sin embargo, el cantor va pensando en pasar a cuarteles de invierno con una retirada elegante: “Comencé en el 61 y el año próximo cumpliré 61 años de carrera, así que, posiblemente, en el 2022 me despida”.
-¿Le tengo que creer?
-Tengo ganas de disfrutar con mi hija y mi nieta los pocos años de vida que me quedan.
-¿No va a extrañar el escenario?
-Sí, por supuesto, pero es el momento de tomar la decisión.
-Imagino que habrá un gran concierto de despedida.
-No, pero se me puede ocurrir algo...
-Es uno de los nombres más populares del cancionero argentino, ¿cómo se logra eso?
-Es mérito de la gente. Hace muchos años que no estoy en televisión permanentemente, siendo el medio que te da una popularidad inagotable, por eso hoy hay generaciones que no me conocen o, si me conocen es porque los padres le hablaron de mí.
-Hay varias generaciones que sí lo conocen y mucho.
-¿Podés creer que me identifican hasta con el barbijo puesto?
-El público decide la trascendencia del artista.
-Mariano Mores decía que el público es lo más importante que tiene un espectáculo. Me llevaba a dar una vuelta por la costanera y era increíble cómo la gente le pedía autógrafos o se tomaban fotos con esas cámaras antiguas. Era tan generoso que me hacía posar a mí también.
-¿Cómo aparece la vocación?
-Me gustaba escuchar a un trío de guitarras que se paraba enfrente de mi casa a tocar. Como me vieron interesado, lo primero que hicieron fue llevarme a cantar serenatas. Esos muchachos eran más grandes, pero uno quería sacar patente de hombre.
-¿Qué edad tenía?
-Tendría unos 12 años, me apodaban Cholito, porque cantaba aquello que decía: “Qué te parece Cholito, qué te parece”.
Otra vez la voz estruendosa rebota en el hall del edificio. No falta el vecino que se para a escuchar el concierto improvisado detrás de los grandes ventanales del vestíbulo que da a Libertador.
-¿Estudió canto?
-Sí, con tres profesores, de los cuales no aprendí absolutamente nada. Mejor dicho, aprendí lo que no hay que hacer.
-¿De quién aprendió?
-De Violeta...
Se inmiscuye el nombre de Violeta Rivas y la emoción comienza a manejar los tonos de la voz del cantor que mencionará, una y otra vez, a esa artista de voz privilegiada que llegó al sentimiento popular con modos refinados. Esa mujer con la que compartió la vida durante décadas y que fue la madre de su hija Analía Verónica.
-Entonces, Violeta Rivas fue su gran maestra.
-Violeta me decía: “José, pará la máquina”, o también: “Ojo con ese tono”. También Edmundo Rivero, con quien compartí el trabajo en El Viejo Almacén, que me aconsejaba: “Escúcheme, cante con el interés, no con el capital”. Es que yo le ponía todo. No es que sea competitivo, pero siempre me gustó imponerme cuando hay otro cantante al lado.
Esta noche voy a verte
-¿Cómo conoció a Violeta Rivas?
-En una oportunidad, cuando hacía un programa en Canal 13, tuve que ir hasta una sala a buscar un libreto que me faltaba. Entré y allí estaba Violeta ensayando.
-¿Ella ya era conocida?
-Sí, mucho más que yo.
-Tiempos de El Club del Clan.
-Claro, eso le había dado gran popularidad.
-¿Se saludaron?
-Yo la saludé, pero ella, nada de nada. Tomé el libreto que estaba buscando y me fui.
-Evidentemente, en algún momento se volvieron a encontrar...
-Pasó el tiempo, yo ya era conocido, había salido en televisión de manera permanente, cuando me llamó Cacho Fontana para entrevistarme en radio El Mundo. ¿Quién estaba ahí? Violeta Rivas. Cacho preguntó si nos conocíamos, Violeta dijo que no y yo dije que sí y le recordé el momento en el que nos conocimos. Nos tratábamos de usted.
-¿Qué dijo Violeta?
-Se excusaba.
-Pasó el tiempo y el vínculo se fue construyendo. ¿Quién tomó la iniciativa?
-Yo. La primera vez que fuimos a una cantina de La Boca nos acompañó un amigo mío. Cuando le presenté a Violeta, lo primero que me dijo fue: “Vos te vas a casar con ella y yo voy a ser el padrino”.
-Con Violeta presente.
-Ella escuchaba y se reía.
-Todavía eran amigos.
-Sí. Al tiempo, me invitó a la casa de su familia, que era enorme.
-¿Cuándo formalizaron?
-En una oportunidad, Violeta se había quedado totalmente afónica, al punto tal que el otorrino le pronosticó un mes sin poder cantar. En ese momento, viajé a Santa Fe a hacer un programa de televisión con Luis Landriscina, Ramona Galarza y Susy Leiva. Estando allí, veo en la calle una multitud que caminaba en una misma dirección. Pregunté qué sucedía y me dijeron que iban a la iglesia de Guadalupe. Me sumé, entré al templo, llegué hasta el altar principal, pero no sabía bien qué estaba haciendo, hasta que me acordé del problema en la garganta de Violeta. Me arrodillé e hice una promesa.
-Pidiendo por la salud de Violeta...
-Más que eso, prometí que, si Violeta se curaba, me casaría con ella en esa misma iglesia.
-El resto es historia conocida...
-Cuando el médico le dio el alta y le explicó que ya podía cantar, le conté lo de la promesa.
-¿Aceptó inmediatamente?
-Sí, como era muy devota, aceptó. Y, como habíamos quedado, aquel amigo que estaba con nosotros en la cantina de La Boca fue el padrino.
-¿Alguna vez estuvieron separados?
-¡No! Jamás, jamás.
-Me quedó claro...
-Hemos tenido asperezas, como todo buen matrimonio, pero nunca nos separamos. Las peleas siempre fueron por un tercero, por la familia, por algo que dice alguien de afuera.
-¿Se llevaban esas asperezas al escenario?
-En lo artístico teníamos menos diferencias. Yo le tenía un respeto y admiración muy grandes.
-Violeta fue una artista inmensa.
-Cuando trabajábamos juntos, yo salía a hacer lo mío y la gente me aplaudía mucho, pero cuando salía Violeta, el mundo se venía abajo.
-¿La extraña?
-Extraño mucho a Violeta. Debo tener en mi habitación unas quince fotos. Antes de salir de casa o de irme a dormir, la saludo. Y si no lo hice, puedo levantarme para hacerlo. Es un problema.
-¿Por qué?
-El coco trabaja, me pregunto qué me estará pasando.
-Fueron muchos años juntos...
-51 años de casados más tres de novios.
-¿Cuál fue el diagnóstico?
-Alzheimer. El doctor Pagano, que trabaja en el hospital Fernández, fue el primero que nos dio el diagnóstico. El decaimiento fue contundente.
-Imagino lo duro que fue escuchar eso.
-Yo se lo negué, porque Violeta tenía momentos de lucidez.
-¿El público lo percibía?
-No. Ella, como le escuché decir a Tony Bennett, cantaba los temas que se acordaba, que eran siempre los mismos.
-¿Cómo fueron sus últimas presentaciones?
-Se quedaba al lado mío, le costaba despegarse. Yo le decía que se corriera. Era mi forma de negar la realidad. Uno no quiere dar el brazo a torcer, no podía aceptarlo.
-¿Ella se llegó a dar cuenta del cuadro? ¿Usted y su hija le contaban sobre la situación?
-No le decíamos nada, pero creo que se daba cuenta. Es curioso, porque nos vinimos a vivir a nuestro último departamento hace 23 años y ella dijo, en ese momento, que era la última mudanza, que saldría de acá con los pies para adelante. Y así fue...
-Durante la enfermedad, ¿siempre vivió con usted?
-Nos llamaban de los geriátricos, nos aconsejaban internaciones, pero jamás quise eso. Me juré que mientras yo viviera, Violeta estaría acá, al lado mío. Cuando falleció quedé paralizado, no pude hacer un solo trámite.
-No es para menos...
-Fue tremendo.
Violeta Rivas, nacida como Ana María Francisca Adinolfi, murió el 3 de junio del 2018, dejando un inolvidable legado artístico.
Infancias
-A usted no lo criaron sus padres.
-No, me crió una señora llamada Rosa.
-¿Sus padres fallecieron jóvenes?
-Mi mamá falleció cuando nació mi último hermanito y mi papá murió cuando yo tenía diez años. Hasta los 18 años no tuve documentos. Un chico sin padres y sin documentos, no podía hacer nada.
-¿Cómo llega a su vida esa mujer que lo cuidó?
-Ya cantaba serenatas en los teatros independientes y en una de esas funciones, uno de mis compañeros me invitó a comer ravioles a lo de Rosita, que era su tía y estaba presente en la sala. Era una mujer impresionante, ya había adoptado a varias criaturas. Incluso muchos chicos habían crecido y se habían ido de su lado educados y formados para hacer su vida.
-Usted era muy chico, ¿aceptó rápido la posibilidad de la nueva casa?
-Sí, tenía miedo que me llevaran a un hogar de menores, no quería eso para mí. Si te internaban en un reformatorio, no podías salir hasta los 22 años. Cuando le conté mi situación a Rosita, ella me dijo, inmediatamente, que tenía un lugar para mí.
-¿Cómo ve al tango hoy?
-Bien a través del baile, está lleno de milongas por todos lados. En el exterior, no hay lugar donde no exista un bandoneón. Acá hay mucha gente joven que toca muy bien. El tango está vivo en los músicos.
-¿Qué sucede con los cantantes?
-Los cantantes no tenemos espacio. Y cuando nos convocan, si queremos cantar temas nuevos, no nos dejan. Yo soy la persona que más temas ha dado a conocer en los últimos tiempos. Te puedo mencionar a Eladia Blázquez, Chico Novarro, Juan Talavera, entre tantos otros. Tengo una infinidad de temas grabados que no salen a la luz.
-Solo le piden los clásicos...
-Lo que pasa es que esos autores clásicos dejaron una obra impresionante, pero existe mucha gente nueva que merece ser conocida.
-¿Cómo nace su nombre artístico?
-Estando por actuar con Mariano Mores, él me pregunta cómo me iba a llamar, porque mi verdadero nombre, que es José Cotelo, no sonaba bien para un cantor de tangos. El Fabián nació porque conocía a un hombre en Mar de Ajó que se llamaba Don Fabián.
-¿Y el Néstor?
-Cuando estaba eligiendo nombres delante de Mariano Mores, me acompañaba un amigo cuyo hijo se llamaba Néstor.
Esta noche, el Primer Festival de la Canción Argentina encontrará a Néstor Fabián desglosando solo un adelanto de lo que hará a partir del 15 de enero en Michelangelo, el clásico reducto de la noche porteña: “Será un show muy importante, algo que le estaba faltando a Buenos Aires”, afirma apasionado, imaginando el debut.
-¿Tengo que creerle que el año que viene se retirará?
-Lo vamos a pensar…
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