En la variedad está el gusto. Nathy Peluso lo sabe de sobra y no duda: en su nuevo disco, Calambre, se la nota completamente decidida a reflejar la amplia gama de referencias musicales que son importantes para ella, con un criterio iconoclasta que comulga muy bien con el espíritu de esta época: hip hop, salsa, rap, jazz, cumbia, un toquecito de trap y hasta un coqueteo con el tango.
La identidad de esta artista en pleno proceso de consolidación es deliberadamente difusa: es blanca pero su repertorio está muy relacionado con la rica tradición de la música negra; es argentina pero vive en España -y desde allí hizo despegar su carrera-; domina el acento porteño pero lo cruza intermitentemente con otros de resonancia caribeña y eligió grabar este álbum en varias ciudades (Miami, Los Ángeles, Buenos Aires, Madrid, Barcelona). Parte del éxito de Nathy Peluso (más de 350 mil suscriptores a su canal de YouTube, plataforma en la que sus videos acumulan 80 millones de reproducciones, casi un millón de seguidores en Instagram, dos nominaciones para los Latin Grammy, en cuya gala ya está confirmada su actuación) tiene entonces que ver con su status de artista contemporánea: su obstinación por borrar límites y fronteras resuena como un eco oportuno del despliegue actual de la diversidad genérica.
Como ella se ha ocupado de remarcar más de una vez, este presente expansivo es el fruto de la convicción y la perseverancia ("un trabajo de hormiga", en sus propias palabras). Nathy llegó a España con su familia cuando tenía apenas 10 años y a los 26 ya se había convertido en una cantante reconocida, después de ganarse la vida como camarera, operadora de call center o empleada en rutinarias cadenas de montaje. Estudió Comunicación Audiovisual en Murcia, se mudó a Madrid con una pareja, se formó en teatro físico dentro de la carrera de Pedagogía de las Artes Visuales y la Danza y mientras tanto empezó a dedicarle más tiempo y energía a la música, un terreno en el que se afirmó en los últimos tres años con la edición de dos EP (Esmeralda y La Sandunguera) y este flamante Calambre que llega con ella instalada en Barcelona y convertida en una de las apuestas más fuertes de un sello multinacional (Sony). "El único concepto que hay detrás de este disco es energético -explica Peluso-. Fui componiendo con todo lo que me salía del corazón, sin detenerme a ver de qué hablaba cada canción o de qué género musical era. Igual yo siento que los temas vienen de lugares muy distintos, hay una coherencia interna en el disco. Lo que no me gusta es etiquetar. No me gusta cerrar puertas, quiero que la gente descubra que mi música es muy heterogénea".
-¿Qué cambios importantes hay en Calambre respecto de lo que habías grabado antes?
-Este disco está compuesto desde la adultez. En los anteriores estaba aprendiendo, buscando mi lugar dentro de la industria, algo que sigo haciendo pero ya desde otro lugar, con más experiencia, con más cabeza. Siento que estoy más grande, más segura. Y tuve la oportunidad de contar con una estructura más sólida para producir este disco. También tuve la licencia de explorar y de hacer lo que iba deseando apoyada por músicos excelentes de Puerto Rico, Estados Unidos, Argentina y España. Calambre es una carta de presentación muy consistente de mi propuesta para el mercado musical. Intento levantar las barreras de género, demostrar que podemos hacer de todo sin encasillarnos y vivir la música como lo que es: algo gigante, hermoso y que cambia constantemente.
-¿Te gusta el formato tradicional del disco o te adaptarías a editar solo singles?
-No creo que vaya a trabajar en base a singles solamente. Yo me crié escuchando música en casetes y discman. Soy muy melómana y valoro especialmente el trabajo artesanal del disco. Los discos no van a desaparecer porque hay mucha gente romántica como yo que pone en un altar a esa tradición.
-¿Que discos fueron y siguen siendo muy importantes para vos?
-Uf, un montón... Mi tierra y Alma caribeña de Gloria Estefan; Stone Flower y Waves de Antonio Carlos Jobim; Voodoo de D'Angelo, los discos de boleros de Celia Cruz, los de Serú Girán, Erikah Badu y Earth Wind & Fire... Son tantos... Giros, de Fito Páez, me vuelve loca. Me encantan Mercedes Sosa, Atahualpa Yupanqui, Gustavo Santaolalla, infinidad de música es importante para mí. En casa siempre hubo discos. Mi papá escuchaba música brasileña y mucho blues, era fan de Pappo y B.B. King. Y mi mamá ponía Celia Cruz, Gloria Estefan, Ricky Martin, Chayanne, Thalía, Cristina Aguilera, toda esa música latina que trato de reflejar en mis coreografías. A medida que fui creciendo me independicé musicalmente y empecé a descubrir a los grandes artistas del jazz: Frank Sinatra, John Coltrane, Ella Fitzgerald, Nina Simone, Billie Holiday, Dinah Washington. Esas mujeres con voces tan poderosas me influyeron mucho. Aprendí mucho escuchándolas y empecé a versionarlas. Después descubrí al hip hop, que me trajo hasta donde estoy hoy: The Notorious B.I.G., Wu-Tang Clan, Cypress Hill, The Roots, Lauryn Hill. Y fui encontrándome con la música de Stevie Wonder, con el reggae, el neo-soul y el R&B. Creo que mi música refleja toda esa variedad.
-¿Te adaptaste bien a la vida en España?
-Sí, nos adaptamos bien con mi familia. Mis padres decidieron irse de Argentina en 2004 para buscar un horizonte mejor, estaban cansados de las crisis económicas. Somos una familia humilde, de trabajadores, y ellos querían el mejor futuro para mi hermana y para mí. Se embarcaron en una aventura que nos enseñó a saber superarnos. Ser inmigrante te obliga a eso. Pero siempre mantuvimos el amor por nuestras raíces. Seguimos siendo muy argentinos en nuestra vida cotidiana. Cocinamos nuestras tartas y nuestras milanesas (risas) y tenemos siempre una gran nostalgia. Yo soy bastante nómada. Me suelo mover por motivos personales, vinculares. El amor siempre me hace moverme de un lado para otro. Ahora estoy sola y muy cómoda en Barcelona. De todos modos, en los últimos años estoy mucho de gira, así que no paro tanto en casa. Sueño con tener una casa en Buenos Aires y repartir mi tiempo entre España y Argentina.
-Ese cariño por la ciudad está volcado en "Buenos Aires", tu tema nominado para un Grammy.
-Sí, pero la verdad es que no es una canción que empecé a escribir pensando en la ciudad. Fue al revés: la propia canción me trajo el sonido de Buenos Aires. Y por alguna razón me llevó también a pensar en el Flaco Spinetta, a quien identifico como alguien muy pero muy porteño. Entonces fui a buscar a algunos de los músicos increíbles que trabajaron con él -Javier Malosetti, Sergio Verdinelli, Guille Arrom- y grabamos en La Diosa Salvaje, el estudio que armó Luis. Sus hijos Dante y Vera son siempre muy amables conmigo, y lo vivimos como algo súper familiar. Fue una especie de ritual, algo muy lindo, muy nostálgico, cargado de una energía especial, muy mágica. Y ahora mi carrera me permitió encontrarme con Rafa Arcaute, otro gran compañero del Flaco.
-Arcaute fue uno de los productores de este disco, quizás el más cercano a vos y el que más influye en tu sonido actual, ¿no?
-Sin dudas. Trabajé también con Illmind, Fede Vindver, el maestro de la salsa Ramón Sánchez y Michael B. Nelson, el legendario arreglista de Prince, pero Rafa es mi mano derecha. Soy muy autocrítica y normalmente vivo todo de una manera bastante introspectiva, pero cuando tengo alguna duda y necesito resolver lo soluciono con Rafa. Le di mi voto de confianza musical y personal porque es un gran compañero y tiene mucho criterio. Rafa es un muy buen músico, y lo más importante de todo es que sabe escuchar. Me valora desde la humildad. Tenemos una relación muy linda.
-Decís que tenés autocrítica. ¿Cómo recibís las críticas de los demás? Hoy en día, las redes sociales a veces se tornan un poco virulentas...
-Utilizo las redes siempre liderando yo, sin dejar que me lideren. Y lo hago desde la libertad y la ironía. Es algo que consumimos para entretenernos, para distraernos. La gente sabe que ahí puede conectar con una parte de mi propuesta que no tiene que ver solo con la música: hablo de la actuación, el baile, la comedia, lo caricaturesco de mi personaje. Me gusta reírme de mí misma. Las veo como una herramienta de comunicación que me permite establecer conexión con los fans, conocer sus opiniones y hacer que sepan más de mí.
-Tu hermana Sofía también empezó su carrera musical. ¿Te pide consejos?
-Está empezando, descubriéndose. Es una chica súper talentosa y está jugando un poco con el rap, investigando. Me acuerdo de cuando yo empecé y me veo muy reflejada en su búsqueda. Ella prefiere que no me meta y yo la respeto, porque al final siempre es lindo construir las cosas uno mismo. Siempre que ella me necesite yo voy a estar.
-En tu cuenta de Instagram dejaste muy claro la alegría que te provocaron las nominaciones a los Grammy. Más allá de esa manifestación pública, ¿qué valorás especialmente de los premios?
-Primero me gustaría decir que yo siento que Calambre no es para nada un disco complaciente, o que pretende deliberadamente agradar. Mi búsqueda es hacer buena música. Si la gente empatiza y acepta mi propuesta, mejor aun. Eso significa que la música llega. No lo vivo desde un lado egocéntrico, no celebro ser famosa o triunfar personalmente. Para mí es un orgullo liderar mi propuesta de esta manera y gozar de los privilegios de ser una artista escuchada. Al final, soy un canal que transmite música al mundo, pero ese canal no me pertenece. Compongo con lo que está al servicio de todos y quiero hacer buena música, quiero trascender dentro del mundo de la música. Lo demás vendrá solo. La música es inteligente, pone a los artistas en el lugar que les corresponde. Es cuestión de fluir y rendirle culto. Yo no paro de investigar, de crecer, de sorprenderme y sorprender. Y de gozar haciendo todo eso, claro. Obviamente, me ilusiona mucho lo de los Grammy porque no lo esperaba. Es un impulso importante, personal y profesional. El hecho de que la industria me reconozca de esta manera es un orgullo, un honor. Quiero agradecerles a todos los que me apoyan: el público, los compañeros músicos, la gente del sello. Y tengo grandes expectativas, claro. ¿Quién no quiere ganar un Grammy? ¡Por Dios! No me privo de mostrar lo loca que me vuelve la noticia.
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-Muchas de las letras del disco hablan de una manera más o menos explícita del empoderamiento femenino. ¿Sentís que se están produciendo cambios reales en ese sentido?
-Soy una mujer muy joven que está aprendiendo un montón. Siento que debo ser muy cautelosa por respeto a las mujeres que llevan décadas trabajando para que yo hoy pueda ser la artista que soy y pueda dedicarme a la música de la manera en la que me dedico. Y creo que desde un lugar chiquito pero importante he colaborado a que muchas mujeres se sientan acompañadas, representadas. Es un aprendizaje permanente. Escribo las letras desde mis experiencias personales, no tengo ninguna otra pretensión que hablar de lo que vivo como mujer. Cada mujer tiene su propio universo y sus propias opiniones, yo intento dar un mensaje de libertad, igualdad y respeto. Por suerte, vemos resultados: en las programaciones de los festivales, en las playlists que circulan en las plataformas de streaming y en los premios que se otorgan. Pero también hay un sabor amarguito de fondo, porque a la hora de valorar trabajos percibo un machismo latente que persiste.
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