Hubo un tiempo en que Natalia Oreiro se sintió incómoda con su lugar como cantante. Ella se define a sí misma como "una actriz que canta" y ver que la música le estaba quitando energía para desarrollar su verdadera pasión como intérprete le estaba pesando. Fiel a sí misma, decidió no sacar más discos en un momento en el que su carrera musical estaba en pleno auge.
Casi 20 años después de Turmalina (2002), el último disco que lanzó como solista, Oreiro vuelve a elegir hacer música y, en una entrevista íntima con LA NACION, anticipa que este año saldrán a la luz nuevos temas suyos, en colaboración con otros artistas. El primero se conocerá este mes, por lo que el 2021 comienza regalándole al Río de la Plata melodías nuevas de una de sus máximas referentes, que en estas últimas dos décadas solo sacó una canción por el Mundial del 2018 y una reversión de "Me muero de amor", en ruso. También grabó el disco Gilda, no me arrepiento de este amor, pero que fue consecuencia de la película.
Siguiendo este deseo, la uruguaya sorprendió este viernes por la mañana a los turistas que estaban en Mar del Plata. A las 7.45, apareció en el parador "Playa Movistar" y, sencilla, desde su reposera, deslumbró a los madrugadores junto a su amiga, la artista Lucy Patané, que la acompañó con la guitarra para hacer una versión acústica de su tema favorito: "Que digan lo que quieran", y otra de "Clavícula", de Patané.
"Fue espontáneo. Fuimos muy temprano para que no haya mucha gente, porque en estos momentos hay que cuidarse un montón, pero los poquitos que estaban se re coparon", dijo al celebrar que pudo volver a tocar con público después de tanto tiempo. Esta vez, junto a una artista que solía ser parte de su banda y que ahora tiene brillo propio.
Este concepto de "que digan lo que quieran" refleja mucho de su personalidad. Recientemente, en una entrevista con Jey Mammon, y en medio de la polémica alrededor de la Sputnik V, dijo sólida: "Si hay que darse la vacuna, me doy la rusa, sin dudarlo". La declaración, claro, rebotó mucho en los medios.
-Con Rusia tenés un vínculo muy especial, ¿cuál crees que es el mayor mito o prejuicio que tienen los argentinos sobre los rusos?
-Una de las cosas que me puso más contenta del documental Nasha Natasha (que se estrenó el año pasado en Netflix y que lleva ese nombre porque traducido significa "nuestra Natalia", como le dicen en aquel país) era cuando la gente se acercaba y me decía "pero entonces los rusos no son fríos", y la verdad es que no lo son para nada. Tengo una relación con ellos de más de 20 años y a veces para uno es difícil expresar lo que siente con palabras cuando tiene que ver con las emociones, pero es un vínculo que me ayudó a crecer. Tiene que ver con el origen, la infancia y los sueños.
Para Natalia mucho del prejuicio que hay en torno a Rusia radica en "las películas yanquis, donde los rusos siempre eran los malos". Por eso, resalta cuán importante es que cada país alimente su industria nacional para que no se creen falsos prejuicios. "Yo les tengo mucho cariño. Tienen una historia de resiliencia enorme y es una nación super fuerte donde las mujeres pelearon a la par de los hombres. Se dice que son áridos, pero sus novelas son muy sentimentales. Entiendo que el prejuicio que se tiene con ellos no tiene que ver con la Argentina, sino con este lado del mundo, donde por la distancia o por no entender el idioma, uno no los conoce tanto, pero quizás somos más afines con ellos que con muchos otros países".
Pese a que muchos creen que es muy difícil (por no decir imposible) comunicarse "de igual a igual" con un país tan lejano, Natalia logró llegarle a la comunidad rusa de tal manera que hoy cantan, en español: "Soy del Río de la Plata / Corazón latino / Soy bien candombera". Algo impensado tiempo atrás cuando le sugirieron que cantara en inglés para conquistar el mercado internacional. "No entendía por qué tenía que hacer algo que no tenía que ver conmigo y que era lo que hacía un montón de gente; preferí intentar que les guste en español".
Ante el poco convencimiento que tenía la compañía discográfica respecto a su apuesta, ella -junto a una joven que trabajaba allí- viajó 15 días a Europa con una valija llena de discos ("cuando todavía había discos", resalta entre risas) para promocionar su música, especialmente en el este, donde no había ni discográficas. "Funcionó tanto que terminaron abriendo las compañías allá y ese vínculo nunca dejó de existir".
Comprometida con lo que cree, la actriz no duda en alzar la voz ante sus convicciones, incluso si eso conlleva riesgos. Por eso, en el 2018, en medio del Mundial que se desarrolló en Rusia, cuando los ojos del mundo estaban posados en ese país que oprime a la comunidad LGBTQ+, ella le plantó bandera a Vladimir Putin y salió en los medios con un buzo que lucía el arcoíris que representa a este colectivo, osadía que ya había hecho en otras ocasiones, pero que esta vez sonó más fuerte por el contexto internacional.
-¿El público ruso se abre con vos y te cuenta lo que siente, por ejemplo, aquellos que pertenecen a la comunidad LGBTQ+?
-Lo que hice en el Mundial lo hice super consciente, sabiendo que era un aporte a la comunidad, de la que además me siento parte. No de ahora, sino de siempre. De hecho en las visuales que uso en mi show, siempre hay una bandera. La imagen es tan clara que es una forma de tomar partido y voz. Siempre lo han tomado bien y yo nunca tuve miedo de hacerlo. Uno tiene que ser respetuoso del país al que va, pero creo que tiene que llevar siempre su manera de pensar y de expresarse a donde sea que vaya, y yo no voy a cambiar eso. Creo que es parte del cariño que me tienen, porque me conocieron a través de un personaje ("La Cholito", en la telenovela de 1998 Muñeca Brava), pero después me conocieron a mí.
-Además de este papel, encarnaste muchos otros con impronta feminista y grandes historias, que rompían con el molde en el que habitualmente se mostraba a la mujer y, últimamente en muchos momentos al aire, te animaste al lenguaje inclusivo...
-Trato de usarlo porque me parece que uno comunica y la televisión amplifica lo que va a suceder: para mal y para bien, y yo, por mi parte, intento siempre estar del lado del bien. Hay gente que se enoja y que no entiende, pero por suerte los tiempos cambian y todos, todas y todes tenemos que acompañar eso, que es muy necesario.
Natalia fue, como tantas otras, víctima del machismo en los comienzos de su carrera. Tal es así que en la primera publicidad que hizo, cuando tenía solo 12 años y soñaba con entrar en el mundo del entretenimiento, su imagen quedó totalmente sexualizada: un golpe a su inocencia. "En el momento se vio como algo normal, pero para mí no lo fue y estuve una semana sin ir a la escuela. Yo no sabía que me iban a enfocar la cola. Encima Uruguay es re chiquito". Hoy, mira esas imágenes y rescata que "la gente ya no permite estas situaciones, que hasta hace 10 años eran aceptadas, en los medios" y que hoy eso "sería imposible de hacer".
Esta problemática pone en relieve otra cara de Oreiro, quien es tan suave y cálida al hablar que tuvo que practicar encerrada en el baño para gritar y decir malas palabras cuando preparaba su personaje de la película Re Loca (2018). Entonces, al reflexionar sobre el modo en el que históricamente aparecieron las mujeres en los medios, lanza un sincero: "La televisión, las revistas y el cine siempre pusieron a la mujer en un lugar de mierda, detrás del hombre y sexualizada. Esto de alguna manera se expande a todos los ámbitos, pero ya no pasa más, si bien todavía hay mucho que trabajar y cambiar".
-La sociedad argentina mira mucho a Uruguay, país que fue pionero en varias leyes, como en la legalización del aborto. ¿Cómo viviste el hecho de que haya salido la ley en la Argentina?
-Amo. Amo. Estoy a favor, claro. Rusia también tiene legalizado el aborto, desde principio del siglo XX. Me parece que es un tema de derechos y una necesidad que tiene que venir acompañada de muchas cosas, como la Educación Sexual Integral (ESI), que no siempre se aplica. Lo importante es no tener que llegar a esa situación. Hay que formar a la sociedad para que podamos ejercer nuestros derechos, cuidar el cuerpo, reconocer la perspectiva de género, respetar la diversidad y valorar la afectividad. Es importante aprenderlo desde niños, en la casa y en las escuelas.
La consciencia y la empatía son dos cualidades muy resonantes en Oreiro, que se reconoce una privilegiada por la familia que tiene y sus posibilidades. En ese sentido, lamenta el dolor y el padecimiento que viven muchos niños, a quienes considera las "víctimas invisibles" de la pandemia porque, por ejemplo, al no ir a la escuela, se dificulta que se detecten los casos de violencia intrafamiliar.
Así, al conversar sobre esta problemática, resalta: "Soy embajadora de Unicef y es muy triste ver los números que voy recibiendo en cuanto a la infancia en la Argentina: comenzamos la cuarentena con 7 millones de niños y niñas pobres y, lamentablemente, hoy la cifra es de 8,2 millones. Esto es algo completamente injusto. La cuarentena pone una lupa sobre las necesidades reales que tiene gran parte de la población porque se habla del cuidado que se tiene que tener, pero muchísima gente no tiene acceso al agua potable o a la conectividad. Entonces, la pandemia no nos afecta a todos por igual".
En su caso, el aislamiento hizo que, como le sucedió a muchos padres, deba involucrarse aún más en la educación de su hijo, Merlín Atahualpa. "Me enseñó más él de lo que pude enseñarle yo. De alguna manera, fui su maestra y volví a mis 8 años", asegura. Junto a su pareja, Ricardo Mollo, intenta preservar la intimidad de su hijo para que sea él quien decida, en su debido momento, cuánto quiere exponerse. "Una de las cosas más lindas que tiene la infancia es el anonimato, y lo dice alguien que nunca lo tuvo. Yo empecé a los 12 años y hoy elegiría empezar más tarde", sostiene ella. De todos modos, él ya dio indicios de ese camino en común con sus padres y, a sus dos años, se coló -ukelele en mano- en el escenario de su madre, en Moscú, luciendo un sombrero ruso.
-Y con Mollo, ¿compartirías escenario?
-Hemos hecho cosas, como que él toque la guitarra y yo lea algunos textos. Y me ayuda un montón: cada vez que canto, me graba; y ha hecho música para algunos discos míos y yo le puse la letra. Pero subirnos a tocar y cantar, la verdad que por ahora, no. A mí me gusta mucho leer y en ese match combinamos bien.
Natalia es amplia en sus talentos y pasiones. Actriz, cantante (en ese orden), amante de la literatura, diseñadora y emprendedora ha ido recorriendo la diversidad que la habita para ir descubriéndose. Así, ha admitido en el pasado que padeció el hecho de no estar tan cómoda con quién era. "Se trata de una búsqueda más personal que vocacional, pero sin duda a todos nos marca bastante cómo decidimos mostrarnos. Tenemos muchas aristas o al menos yo siento que no soy de una sola forma y que encontrar la verdadera esencia es la búsqueda de toda la vida. Creo que me voy a morir buscándome".
"Ay, mirá los girasoles". Con la capacidad de asombro intacta, Natalia se interrumpe a sí misma para decirle a los que están con ella que no se pierdan de disfrutar un campo de girasoles. Vuelve a la entrevista y empieza a hablar del "precio de su libertad", costo que debió pagar cuando, en medio de un contrato, decidió alejarse de la música: "Me corrí de un lugar que, en apariencia, era exitoso porque funcionaba muy bien, pero se alejaba de mi esencia". Lo mismo le sucedió cuando decidió dejar Las Oreiro, la marca de ropa que tenía con Adriana, su hermana, y que hoy maneja solo la hija mayor de la familia. "Cuando la gente me empezó a preguntar cuál era el color de moda en lugar de qué película vas a hacer, me empecé a angustiar y lo dejé", afirma.
En ambas situaciones, necesitó volver a conectar con "la Natalia actriz", como ella misma dice. Hoy vuelve a elegir cantar y apostar por canciones propias. "Me subo a un escenario y soy feliz, pero no me gusta rotularme ni quedarme cómoda en un lugar", asegura.
-¿Qué te queda por hacer?
-Me queda de todo. Los rioplatenses somos muy nostálgicos y miramos mucho al pasado. De hecho, el tango es muy melancólico. Yo trato de correrme de ese lugar y siempre intento reinventarme porque, de lo que cuesta, siempre surge algo más sincero.
Ella define el próximo paso a dar como "el desafío más grande que tuve como actriz": interpretará a Evita en la miniserie Santa Evita, inspirada en la novela del escritor Tomás Eloy Martínez. También participará de una serie para Amazon. Más cercano en el tiempo, estrenará La noche mágica -junto a Diego Peretti, dirigida por Gastón Portal-, Las Rojas -con Mercedes Morán y dirección de Matías Michetti- y Hoy se arregla el mundo, de la mano de Leonardo Sbaraglia y dirigida por el premiado Ariel Winograd. Un universo eterno para una artista del mundo: la argentina más uruguaya, la uruguaya más rusa.
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