Natalia Oreiro: "La película de Gilda me devolvió las ganas de cantar en Argentina"
Tras casi 16 años sin presentarse en el país, la actriz volvió a subir a un escenario argentino: fue en Mar del Plata, como parte de la serie de shows gratuitos AcercArte
MAR DEL PLATA .- Rusia ya le es tan familiar que hasta su pequeño hijo, Merlín Atahualpa, maneja saludos y arma frases de tantos viajes que han hecho en los últimos años. Europa del Este se le hizo un hogar repetido y cercano a Natalia Oreiro , tanto que pisar un escenario y cantar en vivo para el público argentino es lo que se convierte en noticia. Y, para ella, es también una gran mezcla de sensaciones y emociones. “Allá sé que voy, toco y saben todas mis letras en español, pero acá no sabía qué iba a pasar”, admite sobre la tensa previa que dice haber vivido antes de su show de anteanoche en el parque Camet, el primero en el país en casi 16 años.
Una consecuencia del duelo aún vigente entre la actriz que es y la cantante que brotó un día y encontró, puertas afuera, una oportunidad que valía la pena aprovechar. Por eso, desde aquella noche en el Gran Rex hace una década y media, por acá anduvo entre los estudios de televisión y los sets cinematográficos y fronteras afuera privilegiaba esa fantástica sensación que siempre le genera subir al escenario con su banda y sentir a miles de fanáticos que corean sus temas de memoria y la vivan en otros idiomas.
“Esto es hermoso. Tenía una gran mezcla de sensaciones porque hacía mucho tiempo que no cantaba acá, pero lo que pasa es que la música me sorprendió en mi vida”, cuenta al cabo de la presentación de su show Gilda & Hits Tour en el marco del ciclo AcercArte que organiza el gobierno bonaerense. Una verdadera multitud cantó con ella en una noche soñada.
El músico Ricardo Mollo, líder de Divididos, acompaña la entrevista a distancia y ayuda a recordar la última vez de Oreiro ante público argentino, allá por 2001, cuando comenzaban a dar forma a esta relación de pareja que se fortaleció hasta ampliar la familia.
Fue por entonces cuando sucedió aquel clic que la alejó de la música, al menos de las presentaciones en vivo en el país. “Siempre me preparé para ser actriz. En la película Un argentino en Nueva York canté «Que sí, que sí», me ofrecieron grabar un disco y fue como una vorágine. Empecé a girar durante tres años, tuve una crisis profunda vocacional y me di cuenta de que yo era actriz, de que quería actuar. Quería profundizar en la actuación, hacer otro tipo de personajes. Hacer cine.
–¿Costó desprenderse?
–Yo lo llamé el precio de mi libertad, porque lo decidí después de varios años, de tres discos, de cantar en muchos lugares que fueron hermosos. Pero yo quería hacer otras cosas como actriz. El hecho de estar todo el tiempo de gira, ligada a la música, no me dejaba camino para que yo pudiera interpretar personajes. En esa época parecía imposible hacer las dos cosas. Era muy chica, tocaba mucho. Decidí rescindir mi contrato con la compañía discográfica y empecé a hacer películas muy chicas, independientes. Hice La peli y Las vidas posibles, con personajes pequeños. Luego vinieron Francia, de Adrián Caetano, y las demás: Infancia clandestina, Wakolda...
–A la par, se daba el fenómeno de Israel y Rusia.
–Ya se había generado un vínculo increíble con Europa del Este, muy fuerte y que no quería perder. Me gustaba mucho cantar y viajar. Era mi manera de encontrarme con ellos. Era mi forma de verlos en vivo. Lo hice siempre, pero en la Argentina en todos estos años siempre fui actriz. Acá con ese perfil y afuera con eso que también me gustaba, que era la cantante. Por eso todos los años viajo a Rusia. Para ellos es algo natural, pero acá no.
–¿Gilda, no me arrepiento de este amor te permitió vincular esas dos pasiones?
–La película de Gilda me devolvió las ganas a mí, independientemente del afuera, de querer cantar en vivo acá otra vez. Fue el encuentro de los dos perfiles, la actriz y la cantante. La película es compleja, porque interpreto a alguien que existió, es un drama porque su historia lo es y fue el tratamiento que se le quiso dar. Pero al mismo tiempo la directora quiso que yo interpretara todas las canciones.
–Y decís que también te despertó las ganas de volver a cantar
–Sí, claro. Salió el disco de la banda de sonido y funcionó muy bien. Y acabo de hacer una gira por Rusia, que finalizó en diciembre. Toqué en varias ciudades del interior. San Petersburgo, Bakú, casi en el límite con Mongolia, donde no había tocado nunca. Y el año pasado ya había hecho una gira muy larga allá, por dieciséis ciudades, que quedó registrada en un documental.
–¿Cómo son esa experiencia y ese público?
–Me encanta cada lugar nuevo que conozco en Rusia. Martín Sastre, un director uruguayo, filmó toda esa gira que se hizo en el tren Transiberiano. Es un trabajo que presentamos en el último festival de cine de Moscú y que cuenta esta relación mágica e inexplicable que tengo con los rusos. Pero la película de Gilda me dio la posibilidad de reencontrarme en vivo, cantando.
–¿Y cómo se llevan Rusia y la cumbia?
–El ritmo lo conocen a través de mí. Hoy por Internet todo está al alcance. Así que cuando fui, con un show más largo que el que se vio acá, con un homenaje a Gilda, los rusos ya sabían los temas en español. Una locura.
–Lo raro es que te genere más dudas y nervios el público argentino que el extranjero.
–Para mí era una incógnita lo que podía pasar acá. Yo sé que voy a Rusia y cantan mis canciones en español. Me esperan, saben cuándo toco y sé que va a haber gente siempre. Pero acá no sabía qué iba a pasar. Ni imaginé que iba a haber tanta gente en el parque Camet, más con un día de casi 38 grados de sensación térmica que estaba para quedarse en la playa. Pensé que no iba a haber nadie y estaba lleno. Fue muy emocionante y no paro de agradecer que hayan venido.
–¿Hasta dónde siguen Oreiro y Gilda?
–Con Gilda creo que me queda poco. Tocamos este viernes en Villa María y luego en el Carnaval de Lincoln. Son dos o tres shows más, en verano. Hago este show con mucho amor, pero ya es momento de soltar.
–¿Soltás también a la cantante?
–Estoy feliz siendo una actriz que canta. Soy por sobre todo actriz y creo que estoy en una edad en la que agradezco poder hacer cosas más complejas, mujeres más reales. Personajes atravesados por situaciones que a los 20 años no estaba en condiciones de hacer.
–¿Querés escapar de la comedia, que fue parte de tu éxito en las tiras de TV?
–La comedia es algo que disfruto, pero me aparecen personajes muy interesantes como mujer y no hay tantas posibilidades en el cine. Tengo que agradecer que me sigan buscando.
–Hay una película confirmada para este año. ¿También televisión?
–Este año se lo dedicaré al cine. Primero será una película con William Dafoe, que dirige Alejandro Chomsky y se llama Bajo el agua, es la adaptación de un libro de Adolfo Bioy Casares. El rodaje es en Canadá y comenzará en el segundo semestre. Y tengo otro proyecto casi confirmado que por ahora reservo. Televisión seguro que este año no.
–¿Disco no habrá? ¿Segura?
–No tengo compromisos con ninguna discográfica. Ya lo hice a los 20 años, lo disfruté, pero en un punto no me hacía feliz. Me gusta actuar. Me gusta cantar. Lo hice en Infancia clandestina, con un tema de Discépolo. Pero no quiero volver a perder el desarrollo como actriz. No me cierro a la posibilidad un disco, pero lo de Gilda ya está.
–¿La buena respuesta del público en vivo no te entusiasmó?
–Veo que los que me venían a ver cuando eran chicos hoy traen a sus hijos a cantar mis canciones. Hay un público que se renueva, pero quiero disfrutar. Y cuando querés hacer muchas cosas, terminás haciendo todo más o menos. Claro que estoy contenta. Pero hay una necesidad mía de ir pausadamente. Ya sé lo que es una carrera musical, viajando todo el tiempo. Ahora quiero disfrutar también de la familia.
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