La cantante mexicana regresará a la Argentina para presentar su disco De todas las flores; los detalles de su proceso creativo
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La vida está repleta de giros inesperados. Sobre eso y sobre transmutar la oscuridad en luz, Natalia Lafourcade tiene un doctorado. El día que cumplió 6 años, el destino le guardaba un “regalo” súbito: un accidente que la mantuvo en cama por varios meses. Se cayó de un caballo y fue esa caída lo que la enfrentó a medio año de rehabilitación. Como su cráneo estaba afectado, su frente tuvo que someterse a una reconstrucción con 18 puntadas. Siendo apenas una niña tuvo que sumergirse en diversas terapias para recuperar varios de sus sentidos: para poder volver a hablar y a caminar. Su mamá, María del Carmen Silva Contreras, una avezada pedagoga musical, afrontó el trago amargo de aquel accidente con la lucidez de su propia vocación: inventó un plan de enseñanza orientado a revertir las dificultades de habla y movimiento de su hija: el método Macarsi (por sus propias iniciales). Esa instrucción fue el renacer de Natalia, su bautismo musical. Esos meses de naufragio iban a cambiarle la vida, forjar su carácter y convertirla en artista. La maldición del accidente resultó una bendición. El don de la música, su salvación. “La música ha sido mi medicina desde siempre”, ratifica tres décadas más tarde, recordando ese episodio como el puntapié de su legado.
Pero ese fue solo el comienzo de la siembra. A los 14 años se plantó frente a las pantallas de MTV para gritarle al mundo de los 2000 que “la inocencia se acabó”. Y desde aquel debut en el 2003, la cantante, compositora y productora musical de 39 años fue tejiendo una carrera sólida entre lo más destacado de la música latinoamericana de proyección internacional.
Así como la luna marca sus ciclos y cada estación respeta su tempo y textura, Natalia se mueve bajo su propio ritmo. En la sociedad de la inmediatez suena asincrónico que una artista decida tomarse tres años de descanso pero, contra todo pronóstico comercial, Natalia valida el ocio, el silencio y la quietud como instancias necesarias en el éxito de sus creaciones y en el 2019 decidió alejarse de los escenarios. Ahora, después de siete años sin mostrar canciones propias, cosechó De todas las flores, un álbum profundo, que desnuda la intimidad de un proceso tan doloroso como transformador. Tras separarse, Natalia se reinventó acunada en el lecho materno y se dejó devanar por las flores de su primer jardín. Así como su madre la ayudó a sanar después del accidente, en plena emergencia de desamor “volvió al útero” y regresó a su primer hogar en Veracruz. Se sumergió en un viaje interior de tres años en el que fue madurando las 12 canciones del disco y sanó “hasta la raíz”. “El vacío negro es el lienzo perfecto para arrancar de cero. La oscuridad brinda la posibilidad de renacer”, esboza sobre aquel momento. La vida y la muerte, el amor y el desamor, como los grandes ejes que rigen al mundo, son protagónicos en este álbum de celebración de la pertenencia, la tierra, la identidad, la feminidad, lo ancestral, el misticismo y la sanación.
–¿Cuál es el espíritu de tu disco De todas las flores, qué sentimientos explora?
–El disco parte de un momento de quiebre emocional. Surgió el año en el que me separé de mi marido. Muchas canciones tienen que ver con un quiebre, sobre todo con el quiebre conmigo misma: yo tenía que volver a mi jardín interior por eso usé esa metáfora. A partir de ahí compuse una serie de canciones que tienen que ver con ese reencuentro conmigo. Allí empezó mi viaje interior y las canciones enmarcan esa etapa de mi vida. Cada canción tiene un significado y un símbolo.
–¿El concepto del disco lo buscaste a conciencia o fue brotando?
–Me gusta decir que las canciones con el tiempo van adquiriendo personalidad propia. Hay una parte de las canciones que se van dictando a sí mismas. A veces las compones y vienen como si fueran un suspiro, como una inspiración momentánea y luego hay otras canciones que es más poco a poco.
–¿Qué simbolizan las flores para vos?
–Para mí las flores vienen a traer la belleza, la felicidad, la fuerza femenina a mi campo musical. Representan el sentido de cómo la vida es cíclica. Este disco está muy relacionado con aspectos de la tierra, de los ritmos de la naturaleza. Yo me fui a vivir al campo y al estar más cerca de todos estos elementos se volvieron una influencia muy importante para el disco. Las flores son los ciclos. Donde yo vivo me ha tocado ver el ciclo de las orquídeas, ver cómo se transforman. Eso me hizo pensar mucho acerca de nosotras y sobre cómo la vida nos afecta. Veo la resiliencia de sobrevivir y de vivir la propia metamorfosis. De todas las flores es como una película, primero habla sobre cómo es sentirse abandonado y luego sobre cómo regresar al amor que compartes contigo mismo y volver a florecer. Habla de liberar el camino y arar el terreno para poder sembrar algo nuevo.
–Le escribís a la Madre Tierra, conectás con tu mamá, le cantás a las musas. Se ve muy fuerte la textura y presencia femenina en tus trabajos...
–Sí, veo en mi una búsqueda constante de reconectar con esa fuerza. Por ejemplo, yo pensaba en todas las mujeres que me han inspirado y que me han dado la fuerza para poder florecer como artista y como ser humano.
–¿Quiénes son tus musas cotidianas?
–Pues mis mujeres cercanas, mujeres que amo, como mi madre que es una muy importante. Ella me ha enseñado mucho: la fuerza de creer en mí, a mantenerme fuerte en mi pasión y la importancia del trabajo. Creo que eso me lo ha enseñado ella, aunque nada sucede porque sí. Luego han habido otras mujeres, por ejemplo, ahora he encontrado musas en Veracruz, amigas a las que veo muy conectadas en su elemento, mujeres que bailan, poetas, escritoras. Todas ellas me acompañan, me impulsan y confían en mi trabajo. Son las mujeres que admiro. Es un momento del mundo en el que hay una revalorización del lugar de la mujer. Es un momento histórico en ese sentido. El lugar de la mujer ha estado muy herido durante mucho tiempo y creo que ahora lo podemos voltear a ver, lo traemos a la mesa y lo debatimos. Hay una conciencia diferente y eso me gusta. Pienso que es un momento para ver cómo equilibramos más las cosas en todas las direcciones. Creo que todos llevamos la energía masculina y la femenina. Soy ambas polaridades y siento que tenemos que poder vivir con ambas bien colocadas y bien contrapuestas, porque ambas tienen su luz y su oscuridad. Si las usamos a nuestro favor, se puede volver una herramienta súper power.
–¿Dónde ves la energía masculina de tu trabajo y quiénes te inspiran?
–Estoy rodeada de hombres muy buenos. Creo que con el tiempo he ido aprendiendo a dejar por fuera a los hombres tóxicos. En algún momento hubo hombres que me hicieron daño, pero pienso que fueron fuertes maestros para aprender dónde protegerme. Para mí, el lado masculino tiene que ver con esta fuerza interna. Me di cuenta que esa energía es muy alta en mi, por eso voy para adelante. La parte estricta, la parte de accionar. Yo tenía que nivelar eso un poquito más para entrar en otras energías más sutiles. Indagar la paciencia, la generosidad del amor. Ha sido un ejercicio de ir compensando y una de mis musas principales es mi marido. Le he compuesto muchísimas canciones. Hay otros tantos hombres compositores con unas energías preciosas como Atahualpa que me inspiran. Hombres muy sencillos que tienen una sensibilidad muy profunda. Creo que el machismo viene de mandatos que nos han incorporado como “el hombre no llora, el hombre, no siente, no puede ser débil”. Pedro Jiménez, ¡qué sensibilidad! Y seguramente a él también le dijeron, “No puedes llorar”. La sensibilidad de la humanidad está a flor de piel pero se nos ha dicho que no tenemos que ir demostrando ciertas cosas. Pero estamos en un momento de reinvención colectiva y que en mi caso coincide con un momento de reinvención personal.
–Te escuché decir que para vos el escenario es como un hogar...
–Me gusta decir que el escenario es como un hogar porque con el tiempo he aprendido que la música es como una luz. Es algo más grande que yo y que cualquiera de nosotros. Es una magia: tú te subes al escenario con un traje bonito pero en verdad la magia baja de la música. Y eso reclama mucha humildad. Es muy bonito sentir la conexión con la alquimia del escenario. Ahí eres tú. No hay máscara. Solamente eres sin estar pensando. La mente se apaga y solamente estás en ese momento. Eso se siente como la libertad. Lo mágico del escenario es que genera intimidad entre desconocidos. Ahí los desconocidos se vuelven conocidos. Eso es lo maravilloso. Gracias a la música todo se funde en una sola energía. Puede haber miles de personas desconocidas entre sí pero en ese momento somos hermandad: todos somos una luz. Somos amor. Todos vamos cantando juntos en una sinergia maravillosa.
–Son pocos los momentos en que los seres humanos tenemos esos momentos de conexión.
–Por eso yo amo la música: porque a la música no le importa la obesidad, la ligereza, de qué país eres, de qué color es tu piel. Eso no le importa a la música, ella no lee de esa manera. Rompe las barreras.
–Los tiempos de hoy exigen una producción constante de hits. Resuena contraintuitivo pensar que vos decidiste tomarte tres años de descanso y ser fiel a tu ritmo...
–Sí. Trato de ir a mi ritmo. Decían que iba contracorriente. Pero yo más bien creo que trato de fluir con mi corriente y ya no luchar ninguna corriente. Creo que cada artista tiene que encontrar lo que es justo para su arte. Si uno conecta a su fuente real y su fuente es honesta, hagas lo que hagas la gente va conectar. Y a la persona del otro lado vas a despertarle emociones. Pero hay de todo para todos y yo eso lo respeto mucho. Hay algunos que van mucho más calmados que yo o que van mucho más rápido. Cuando vienen artistas jóvenes y me dicen: “quiero ser artista, ¿Qué me recomiendas?” Lo primero que les digo es hay que pensar muy bien qué tipo de artista querés ser. En mi caso, mis exploraciones y mis trabajos necesitan su tiempo. Es más, no siempre es igual porque los discos cambian de personalidades y cada uno dicta su ritmo. Este disco en particular me ha hecho sentarme a observar y contemplar. La misma música me lo pidió.
–¿Qué tipo de artista querés ser hoy? ¿Te lo seguís preguntando?
–Sí, claro, me lo tengo que preguntar cada tanto. Creo que ahora quiero ser la artista que soy. Veo que conecto con mi público. Para mi, es importante que mi música se conecté a mi voz -en todos los sentidos- y que cuando yo cante no sea la voz de otras personas que me dicen: “queremos que cantes esto, que seas así, que digas eso”. Para mí hoy es importante no darle la espalda a mi ser. Cuando terminé este disco sentí que eran canciones muy profundas, muy existencialistas y personales; me sentí muy desnuda.
–Este disco lo empezaste en un momento oscuro. ¿De todas las flores hizo luz la oscuridad?
–Esa oscuridad se reinventó en luz. Como los ciclos de la naturaleza y de los seres humanos. A lo largo de la vida tenemos pequeñas muertes y renacimientos. La oscuridad es un lienzo perfecto para dibujar luz. A mi la oscuridad no me da miedo, creo que porque desde chiquita mi mamá me enseñó a observar las tormentas eléctricas. Como me daban miedo los truenos, ella me enseñó a sentarme a observar la tormenta. Ver cómo la misma tormenta iluminaba de una forma especial al campo. Creo que en este disco se ha hecho muy claro que en mi música habitan ambas polaridades: la oscuridad y la luz. En Hasta la raíz también pasa pero en este disco fui más profundo. La última canción que hice fue “Que te vaya bonito Nicolás” y habla de la muerte de mi sobrino Nicolás. El disco marcó ese momento, la vida lo marcó así. Es un disco que abre diciendo “a este mundo vine solita y solita me voy a morir”; necesité enmarcar esa información en ese momento.
–Alcanzaste fama desde muy chica. ¿Ese camino y ese reconocimiento lo ves como parte de un destino?
–Creo que en esta vida a mí me tocaba venir a hacer lo que hago. Porque por mucho que a veces uno duda internamente, cuando yo me paro con la guitarra y canto veo que genero un vínculo real con las personas. No me puedo hacer la tonta con eso, ni taparme los ojos. Es maravilloso y es un regalo. También sé que hay un intercambio: desde que me convertí en una persona pública sé que tuve que entregar mi vida íntima a cambio. Y ya no hay vuelta atrás.
Natalia Lafourcade presentará De todas las flores en el Movistar Arena el 10 de agosto. Los tickets se pueden adquirir a través de EntradaUno
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