Natalia Lafourcade pertenece a un ínfimo grupo de personas que puede asegurar que la música es medicina sin sonar trillada. Ella es una prueba viva de que la música cura en el sentido más literal: a los seis años, la cantante y compositora mexicana recuperó la vista a través de ejercicios de piano. Por eso, el lanzamiento de Un canto por México, su último álbum, no se postergó ni un día y salió a la luz en un escenario tan delicado como el que plantea la pandemia. "Es un lanzamiento distinto por no poder presentarlo en formato físico", dice a ROLLING STONE desde su casa en Veracruz. "Pero tengo la convicción de que estas canciones tan bonitas pueden aliviar y hacer mucho bien en un contexto tan extraño".
Como la culminación de una larga etapa que empezó hace casi diez años, Lafourcade considera que este disco es "una superfiesta", el punto máximo de madurez en su inmersión en el folclore de su país, que empezó con Mujer divina, el álbum homenaje al cantautor mexicano Agustín Lara, conocido por sus boleros. Después vinieron discos como el premiado Hasta la raíz, y Musas, fiel a los géneros tradicionales. "Todo ese camino creo que me hizo evolucionar y me trajo hasta este lugar", apunta. "El disco nuevo está lleno de himnos que te llevan por muchos paisajes, sonidos y olores. Puedes ver la playa, la selva, los mercados de las ciudades de mi país. Son canciones que se pueden escuchar en cualquier parte del mundo y alguien te va a decir: ‘¡Ah, México!’".
El álbum surgió a partir de una visita de Lafourcade a Jaltiplán, en el sur del estado de Veracruz, para hacer un seminario de música jarocha, un género folclórico muy popular en esa región del país. Allí pasó sus días viendo fandangos (rituales de danza zapateada y poesía cantada) y conoció a la comunidad de maestros y estudiantes del Centro de Documentación del Son Jarocho (CDSJ), el único organismo en el mundo que se dedica a preservar la música jarocha. "Conocer este lugar me hizo dar cuenta de que la música folclórica está más viva que nunca, y que, por el contrario de lo que yo creía, las nuevas generaciones también la estudian y la divulgan con orgullo", asegura. "Pero por sobre todas las cosas me hizo amarla y querer acercarla a mi propia música". Luego de que el CSDJ quedara parcialmente destruido por los sismos que azotaron a México en 2017, Lafourcade decidió que su próximo álbum sería un homenaje a la música que preserva, y que estaría destinado a ayudar económicamente a reconstruir las aulas y espacios de trabajo que se perdieron.
El proyecto Un canto por México empezó con un concierto en noviembre de 2019. Fue el mismo repertorio que el que llevó al estudio: conjuga canciones populares como "Cucurrucucú paloma" –un clásico de la década del 50 que canta sola, acompañada de su guitarra– con reversiones de canciones propias que aparecen en sus últimos discos. Así, incluyó "Hasta la raíz", en una versión mucho más autóctona acompañada de Los Auténticos Decadentes y de Los Cojolites –grupo referente del jarocho–.
Además, Un canto por México tiene dos canciones nuevas, de su autoría: "Una vida", que grabó con acompañamiento mariachi, y "Mi religión", que lanzó junto a un video en el que recorre las calles y los mercados de Guanajuato y San Miguel de Allende. La acompañaron otros artistas latinoamericanos como Jorge Drexler y los mexicanos Meme del Real (Café Tacvba), Leonel García y Dr. Shenka, de la banda ska Panteón Rococó, que habían estado presentes en el show en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México. "Fue un proyecto hecho con amigos", dice sobre la decena de referentes que logró reunir para su último álbum. "Toda gente que se enamoró de estas canciones de la misma forma que yo lo hice".
Para Natalia, el rasgo principal que cruzó la etapa que empezó con Mujer divina fue un compromiso distinto con su trabajo: en los últimos años buscó acercarse a organizaciones sociales y causas que creyó relevantes y en 2011, por ejemplo, se convirtió en embajadora de la ONG Save the Children. "La música tiene la capacidad de reconstruir lazos, y darse cuenta de eso te cambia la perspectiva", dice. "Siento el peso de todo lo que escribo, siento la fuerza y el poder de la palabra y la música, la forma en la que puede alterar a quien la escucha, y me hago muchos planteos sobre por qué hago lo que hago".
Pero esta etapa que culmina también modificó su forma de hacer música, en términos estrictamente artísticos. "La obra de Lara cambió mi forma de componer, que es un proceso que ahora es muy bonito, pero por momentos también amargo. Me puso frente a uno de los retos más desafiantes, el de aprender a escribir sobre temas profundos como el amor y la vida, pero con la suficiente honestidad como para hacerlo de forma simple, que sea fácil de compartir", explica. "Creo que Un canto por México tiene todo eso: propósito, claridad y desnudez".
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