“Donde me siento más en casa es adentro de un teatro”, sentencia la gran cantante que este sábado se presentará con su maestro al piano, Kamal Khan, el mismo que la acompaña desde sus 14 años
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Nadine Sierra es “la nueva cara de la ópera”, dicen los medios del género de los cuales ha sido portada. Pero no sólo un bello rostro con una voz espléndida y una técnica brillante. Además de un talento musical excepcional, Nadine cuenta con una personalidad exuberante, con la inteligencia y la perseverancia necesarias como para convertirse en una de las grandes estrellas del momento. Antes, ganadora descollante de cuanto concurso de canto participara y dueña de varios récords que la consagraron como “la más joven de la historia” (del premio de la Fundación Marilyn Horne y de las audiciones del Met en New York, entre otros), despertando, a cada paso, admiración y fama.
Su nombre, al encabezar las marquesinas de las más importantes casas líricas, confirma el lugar que ha conquistado esta soprano norteamericana que hoy es ciudadana del mundo, radicada en la Gran Manzana, nacida hace 34 años en Fort Lauderdale, Florida, en el seno de una familia de inmigrantes, de madre portuguesa y de padre ítalo-portorriqueño con rastros africanos, mayas y aztecas. “Corren por mis venas gotas de sangre de todas partes del planeta”, afirma orgullosa de esa multiculturalidad que la expresa íntegramente, en su presencia y en los mensajes que busca transmitir a quienes quieran escucharla disfrutando de la más universal de las lenguas: la música.
En esta primera visita a la Argentina interpretará junto a su amigo, el celebrado tenor mexicano Javier Camarena, la nueva producción de L’Elisir d’amore de Gaetano Donizetti que se estrena el martes 2 de agosto. Mientras tanto, debutará esta noche en el Teatro Colón con un recital para el ciclo “Grandes Intérpretes”, acompañada por el pianista y director de orquesta indio-estadounidense Kamal Khan, su mentor, coach y maestro de canto desde los 14 años, la guía ineludible con la que Nadine continúa estudiando y perfeccionándose porque, según asegura, nunca siente que su trabajo está terminado.
-¿Cómo has pensado tu recital para este debut en la Argentina?
-Todo lo que yo sé me lo ha enseñado Kamal. Llevo 22 años trabajando mi repertorio con él. Cada una de las piezas que me dio fue por alguna razón, para transmitirme algo, para conocer sobre mis raíces, para formar mi conciencia. Cantaré algo en portugués por mi madre y en castellano por mi padre [también en inglés, por su nacimiento, y en italiano, francés y alemán, por su formación]. De modo que más allá de mis deseos artísticos se trata de interpretar una herencia. Con Kamal hemos pensado este recital como una invitación a un enorme grupo de personas a las que queremos contarles la historia de lo que venimos trabajando en estos 22 años.
-Sin dudas una figura esencial, un vínculo extraordinario entre discípula y maestro...
-Absolutamente. Conocí a Kamal en Florida cuando tenía 13 años, y empecé a estudiar con él a los 14. Yo quería tener a alguien en mi vida que pudiera enseñarme tanto como yo deseaba aprender, porque mi avidez era insaciable. Cuando lo encontré, supe inmediatamente que él era esa persona que yo necesitaba: una enciclopedia de conocimientos que iba a complementar mis ansias a la perfección. ¡Lo supe desde la primera clase!
Prodigio de la lírica
-Tu trayectoria está marcada con récords vinculados a la edad. ¿Has sido una niña-prodigio en la ópera? ¿Has sentido la presión de ser considerada una “promesa”?
-Nunca me sentí como un prodigio sino solo como una niña que empezaba a estudiar a una edad muy temprana, a los 6 años. Me interesé por la ópera a los 10 y para mí todo esto se trataba solo de disfrutar de lo que hacía, de cantar, de tomar mis clases y de aprender música. Eso era todo y era suficiente. Nunca sufrí la presión de sentirme un prodigio porque ignoraba que existiera esa expectativa sobre mí. No conocí ese estrés. Probablemente mis maestros y mis padres sí reconocían que había algo especial en mí, pero ellos me brindaron el apoyo y el impulso mientras estaba creciendo, y me ayudaron también a mantenerme humilde con los pies en la tierra. He ignorado esas expectativas y tal vez lo hice, inconscientemente, para protegerme de esa presión.
-¿Qué hay detrás de todo lo maravilloso que se ve en escena de la vida de una cantante lírica mundialmente exitosa?
-¡Mucho sacrificio! El mayor de ellos es el que se paga con la vida personal. Teniendo una carrera por la cual se viaja por el mundo, no es fácil sostener una relación. Para las mujeres eso es mucho más difícil porque vivimos en una sociedad donde todavía se sienten fuertemente las diferencias entre los géneros en aspectos como éste. Si un hombre tiene una carrera exitosa por la cual debe salir al mundo, viajar y trasladarse a otros países, se ve muy bien que tenga al lado una esposa que lo acompaña y cuida de sus hijos. Pero no se ve tan bien, en cambio, si esos roles se dan al revés. Eso es muy difícil. Ya voy a cumplir 35 años. En algún momento las mujeres llegamos a esa edad en la que el reloj biológico nos marca tener que decidir si queremos tener hijos o no. Y si ese deseo llega en un momento de plenitud de la carrera, nos preguntamos ¿es eso posible? Siento que ésa es la parte más ardua: sacrificar la vida personal. Luego, la soledad que no siempre se sobrelleva fácilmente.
-¿Se vuelve tan solitaria la vida de una cantante a un nivel tan alto?
-Por momentos, sí. Yo viajo sola desde hace muchos años y si bien puede resultar curioso, donde me siento más en casa es adentro de un teatro. Ese es mi mundo y mi lugar donde quiera que vaya. Los teatros se han convertido en mi hogar desde que soy una niña. Son el sitio donde me siento segura, donde la gente entiende lo que hago, lo cual no es poco porque no todo el mundo sabe qué es la ópera, más bien al contrario, le resulta ajena. Para mí la familiaridad de lo conocido está en esos roles con los que convivo desde hace tanto tiempo.
Multiculturalidad: “Un lugar para nosotros”
-En la ópera de hecho se vive una multiculturalidad que no se da en ámbitos menos internacionales ¿Te ha ayudado la experiencia de tu familia de inmigrantes?
-He crecido en una familia cuyo sello es la diversidad. Ya desde chica he tenido el sentimiento de no pertenecer a una sola parte del planeta. Mi mundo siempre fue el de la aceptación, el de un horizonte amplio y de una mente abierta. Mi madre nos inculcó esa actitud a mí y a mis dos hermanas. Entonces cuando salgo al mundo a través de esta carrera, todo me resulta natural. No digo que sea sin esfuerzos ni que sea sencillo porque no siempre lo es, pero por la educación que recibí en mi casa, creo que me anticipé a la experiencia de aprender a convivir, disfrutar del encuentro cultural, del descubrimiento de lugares, idiomas, comidas, gustos y hábitos que no son los míos.
-¿Qué ha significado en ese sentido tu primer álbum, There is a place for us (Hay un lugar para nosotros) con una foto de portada y un título que son toda una declaración?
-Porque justamente pertenezco a una familia de inmigrantes que llegó a Estados Unidos en busca de una vida mejor, es que cuando apareció Donald Trump me sentí profundamente decepcionada con los mensajes discriminatorios y las palabras ofensivas con que se refería a la inmigración, en especial la mexicana. Creo que Trump fue muy dañino. Ese hombre en el poder alteró el equilibrio y la armonía de convivencia que se daba en mi país. Yo me sentí fuertemente atacada. ¡Dios mío, pensé, si mis padres no hubieran emigrado, yo no estaría aquí! Ni siquiera sé qué hubiese sido de mi vida. Pero ésta no es sólo mi historia, es la historia de millones de personas alrededor del mundo. Por eso, dado que la música es la lengua universal en la que todos nos encontramos, en aquel momento (2018) pensé en crear un álbum dotado de un sentido y de un mensaje que no tienen una motivación política sino humanista, una motivación por la cual digo: que no importa qué pase en este planeta, ni importa de qué color sea nuestra piel, de qué lugar provengamos, siempre habrá en la Tierra un lugar para nosotros.
-¿Ha cambiado algo desde entonces?
-Creo que definitivamente sí. Siento que, como reacción a Trump, muchas personas como yo que quieren la paz y la concordia, se han unido y se han fortalecido juntas en la resistencia a ese mensaje. Por primera vez se ha creado un sentir común que no conocíamos en los Estados Unidos antes de la llegada de Donald Trump al poder. Con él, eran cotidianas las declaraciones violentas y hasta atemorizantes. Sabemos que quiere postularse en 2024. Pero con todo mi corazón espero que eso no sea posible, porque creo que es demasiado peligroso y que no es el tipo de líder que el mundo necesita para que lo conduzcan. Muy por el contrario, necesitamos líderes pacíficos en su propia naturaleza.
-¿Cómo has percibido los ámbitos líricos en los diferentes países donde has cantando, en cuanto a sus teatros y sus públicos?
-Hay diferencias bien marcadas. En Alemania, por ejemplo, hay una mentalidad absolutamente libre y abierta respecto de las producciones. Por eso allí se dan puestas muy modernas, con enfoques contemporáneos e ideas y elementos muy shockeantes. Eso es lo que quiere el público. La gente no va al teatro a sentarse en su butaca simplemente a escuchar una música bella. No. Ellos quieren ser impactados, quieren ser provocados con ideas nuevas. En Italia, en el otro extremo, el público quiere la tradición, disfruta de la belleza, de los decorados y los vestuarios clásicos. En Italia aman la ópera tal cual es. Y en Francia, donde yo diría que se produce un término medio, si bien aspiran a mostrar un lenguaje contemporáneo, no hay esa libertad que existe en Alemania. A la vez, adoran la belleza de lo tradicional y narrar una historia tal como es.
Al servicio de la ópera
-Cada vez hay más cantantes consagrados que se pronuncian en contra de régisseurs cuyas exigencias implican un maltrato a la voz lírica ¿Qué opinás al respecto?
-He trabajado con algunos directores que llegan a la ópera con una idea de lo que quieren, pero la motivación detrás de esa idea no es totalmente la de servir al texto, a la música, a la historia o los personajes. Menos a los cantantes. Muchas veces, la agenda que traen es para servirse a ellos mismos y a sus propios egos pretendiendo traer algo nuevo e innovador. ¡Ahí está el problema! Y este argumento vale para todos nosotros, sea uno régisseur, director o cantante en la ópera. Quien no se asume como un servidor más que de sí mismo, está cometiendo un error grave. Y eso sale a la luz en el escenario. El público lo percibe como algo que no funciona. Luego, se vuelve complicado trabajar con gente frustrada que advierte que sus ideas fallan, entonces, al no encontrar el sentido de las cosas, exigen más y más ensayos, demandan esfuerzos que son agotadores para las cuerdas vocales y lo peor, nunca terminan de entender el por qué. Creo que ése es el punto donde algunos régisseurs están conduciendo su trabajo en un rumbo equivocado: intentan ser innovadores por el mero hecho de serlo, y no lo logran porque no es algo que se pueda forzar, no es un atributo que pueda plantearse como un objetivo en sí mismo. Es como ser único: se es o no se es. Cuando uno, en cambio, se pone al servicio de la música y de la historia, dedicando todo su amor y devoción a esta maravillosa forma del arte, el público asombrosamente lo recibe y lo siente igual.
-¿En qué características de tu voz te apoyás mayormente?
-En este momento me caracterizo como una voz lírica con una gran extensión hacia el agudo. No me siento una verdadera soprano de coloratura, a pesar de que mucha gente me ha puesto en esa categoría por cantar Lucia, Gilda, Amina. No me siento en ese lugar sino más bien en el de una soprano lírica al estilo de Mirella Freni, que comenzó con un repertorio más liviano y con los años, el peso y la madurez de la voz, fue desarrollándose hacia un repertorio lírico. Esa es la trayectoria que me gustaría recorrer vocalmente.
-¿Qué consejos le darías a un cantante que se inicia en este género?
-Que se apoyen en alguien en quien puedan confiar para la técnica vocal, que es la prioridad. En mi caso, fue decisiva la ayuda que encontré en Kamal. De no haber sido así, francamente no sé dónde estaría hoy. Así de importante ha sido en mi vida, por eso pienso que eso es lo que necesita cada persona joven: un maestro que sepa guiar a su alumno sin ejercer un control extraño sobre él; que sea alguien lo suficientemente fuerte como para convertirse en una parte esencial de la vida de ese discípulo, siendo a la vez tan íntegro como para disfrutar de su éxito y aceptar que, finalmente, un día deberá verlo partir.
Ciclo Grandes Intérpretes. Recital de canto de Nadine Sierra. Con Kamal Khan en piano. Teatro Colón, Libertad 621. Este sábado 23, a las 20
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