Nabucco
Ficha técnica: Nabucco, Drama lírico con música de Verdi y libreto de Temistocle Solera / Director musical: Javier Logiola Orbe / Puesta en escena: Marcelo Perusso / Iluminación: Rubén Conde / Dirección del coro: Juan Casasbellas / Elenco: Mónica Ferracani (Abigaille), María Luisa Merino (Fenena), Laura Polverini (Anna), Lisandro Guinis (Nabucco), Santiago Burgi (Ismaele), Hernán Iturralde (Zaccaria), Walter Schwarz (Gran Sacerdote), Leonardo Leoncini (Abdallo) / Buenos Aires Lírica / Teatro Avenida / Nuestra opinión: muy bueno
El pueblo judío en el exilio babilónico inspiró el nostálgico "Va pensiero..." que se escucha en la tercera ópera del joven Verdi, en ese momento de su vida destruido por su doloroso infortunio familiar, que los milaneses de Italia transformaron en símbolo de una patria despojada de libertad. Fue apreciado por primera vez en la sala del teatro Alla Scala la noche del 9 de marzo de 1842 y ya al amanecer del día siguiente, Nabucodonosor (título original de la obra) y su hermoso coral merecieron la aparición de pegatinas de tipo político con el apellido del compositor, tomado como acrónimo de "Vittorio Emanuele Re D'Italia".
Mucho más allá del recuerdo histórico, a la hora de ponderar el aporte hecho por Buenos Aires Lírica, cabe señalar que el director del coro, Juan Casasbellas, y sus integrantes, con la conducción del maestro concertador musical Javier Logioia Orbe y la orquesta en su totalidad, ofrecieron una acertada versión, merecedora de haber sido registrada para la posteridad, dada la complejidad de ideas compositivas que conlleva a lo largo de su desarrollo teatral y musical.
En cuanto al canto, se percibió lúcida a Mónica Ferracani encarnando a Abigaille a lo largo de toda la representación, que es mucho decir, teniendo en cuenta la casi permanente exigencia que le impuso el autor al personaje. Y en este sentido ya desde su entrada -blandiendo una espada junto a sus babilónicos ocultos por ropajes hebreos- se la escuchó con voz enérgica, sorteando con seguridad las dificultades del patético fraseo inicial. Fue justo el reconocimiento que le brindó buena parte del público, perceptivo al ovacionarla con calidez. Es que la artista, una más de las muy pocas que han abordado el personaje, se encuentra ya transitando la cumbre de su carrera.
Pero su aporte se enlazó con un terceto muy lírico, en el que intervinieron con seguridad la magnífica cantante chilena María Luisa Merino, de hermosa voz de mezzosoprano, dando vida a la hija de Nabucco, rey de Babilonia, así como el tenor Santiago Burgi (interpretando al sobrino del rey de Jerusalén), ambos muy aplomados, con lo cual todos los pasajes musicales que encararon ambos artistas se caracterizaron por una indudable musicalidad.
Del mismo modo, Laura Polverini (Anna) fue verdaderamente eficaz en su accionar escénico y en el canto, mientras que Darío Leoncini, como un viejo oficial, se mostró sobrio y distendido, y el bajo Walter Schwarz (Gran Sacerdote de Baal) estuvo acertado en la faz vocal y dio, en su condición de actor, visos de naturalidad.
Por su parte, el consagrado bajo-barítono Hernán Iturralde encarnó de un modo brillante al gran pontífice de los hebreos Zaccaria, tanto en el canto como por la naturalidad de su desempeño actoral, ratificando los méritos tantas veces apreciados en su labor, que devienen no sólo de su formación técnica y académica, sino además por su sobriedad en el enfoque psicológico de cada personaje.
Por último, como Nabucco se escuchó al barítono Lisandro Guinis, nacido en La Plata y formado en Europa, quien ratificó en su versión de "Dio di giuda" (Dios de Judea) en el teatro Avenida sus méritos artísticos, en especial al entonar la plegaria de su personaje con contenida emotividad y participar con seguridad en todos los grandes concertantes con el sello de Verdi.
En relación con la puesta escénica, el diseño del marco escenográfico y el vestuario, planteados por Marcelo Perusso se vieron momentos muy bien resueltos desde el comportamiento de los cantantes en su faz actoral, destacándose una cuidadosa búsqueda de naturalidad, algo casi imposible cuando la comunicación es cantada. Sin embargo, más allá de ese acierto indudable, fue una pena haber ideado proyectar imágenes cinematográficas brutales de los horrores de las guerras padecidas por la humanidad.
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