Música para espabilar mentes
Zelmar Garín habla del nuevo disco de su extraño proyecto
¿Qué tendrá el agua de Barracas? Aparte de Diego Capusotto y Marino Santa María, el artista e intervencionista urbano famoso por su decoración del pasaje Lanín, en dicho barrio, hace meses que allí se instaló un músico cuya idiosincrasia va a la par de sus más famosos vecinos. Nacido en La Matanza, de padres uruguayos, porteño por adopción, Zelmar Garín vive en una amplia casona repleta de discos de vinilo (calcula que son unos 3 mil), instrumentos musicales (convencionales y no tanto) y dibujos en láminas de diverso tamaño que usa como partituras.
Suerte de hombre orquesta, Zelmar creó un sello editorial para difundir sus grabaciones, de un eclecticismo radical, junto a amigos músicos, de gente que admira y de sus dos grupos, Gualicho Turbio y Ácido Canario. No hace mucho, el desborde entusiasta de Garín llamó la atención de Marcelo Iconomidis, programador de clips en Peter Capusotto y sus videos. Desde entonces, los intérpretes de Noseso Records, el sello en cuestión, son un clásico del programa, y Zelmar tiene al propio Capusotto entre sus admiradores.
"Filmó un spot para la última fecha de Ácido Canario y se sacó una foto con el disco de Gualicho, para promocionarlo -dice el músico-. Diego no va a ver nada porque es una estrella. Pero le pedimos algo y el loco responde, enseguida."
El vehículo principal de Garín es Ácido Canario, que hoy estará presentando su sexto disco, el más accesible, en El Emergente Bar Club. El primer volumen (suerte de parodia/homenaje a Pappo's Blues, los discos no tienen título) suena como un encuentro entre Sonic Youth y Pescado Rabioso. El 2 y el 3 son absolutamente experimentales. Garín y Nahuel Creche, su alumno adolescente de percusión, se juntaron en la casa del primero, en Isidro Casanova, y armaron un delirante set con vinilos preparados (rayados, con objetos adheridos), guitarras hiperamplificadas, consolas retroalimentadas y hasta discursos de Perón, provocando una bola de sonido al estilo noise.
"Los tres discos se grabaron durante ocho sesiones en 2008 -cuenta Zelmar-. No podíamos salir a tocar y entonces grabábamos discos. Tras lo terrible de Cromagnon se volvió difícil tocar rock. Si analizás la época, marcó el surgimiento de los cantautores. Salvo para las grandes bandas, se había acabado el rock, pero con una guitarra vos podías ir a cualquier lado y tocar. Así se generó una movida subterránea en Buenos Aires."
El volumen 2, que lleva la leyenda (no todos tienen título, pero sí un tag) "Político", habla de estas cuestiones y de ciertos colegas contra los que Zelmar tiene algo personal. "Mucha gente canta sobre política, pero no hay nada revolucionario en su accionar artístico", dice, al borde del enojo. "Esto ya pasó en los setenta; mucha música de Uruguay y de acá quedó en el olvido porque musicalmente no representa nada. La música es lo importante y la revolución tiene que estar ahí. No pasa sólo por las letras."
Para los volúmenes 4 y 5 Zelmar armó dos bandas bien distintas. El 4 es casi rioplatense. El 5 es particularmente interesante y el más ambicioso del catálogo. Allí participa Luis Conde, un destacado intérprete de vientos en el ámbito del jazz y el avant-garde, que aporta los pasajes más cercanos al free, Zappa y la más compleja progresiva europea de los 70. También Juanjo Cabrera, amigo de la infancia de Zelmar, lo reemplaza como cantante y aporta con su voz gutural resonancias de Billy Bond en Tonto's Operita.
"Los shows eran muy potentes", recuerda Garín, y algo puede verse en un documental filmado por Rodrigo Espina (director de la aclamada Luca, sobre el líder de Sumo) en YouTube. "El último fue en diciembre de 2014. Yo creo que quienes vieron esos shows quedaron con un recuerdo interesante. En esa banda había mucha conexión."
Todos hablan, nadie escucha, último disco de Ácido Canario y el único con título, fue grabado este año con una nueva formación de músicos. Si bien tiene un ritmo accesible y electrónico (como el recreo de Spinetta en Privé), Zelmar aclara que se trata básicamente de objetos procesados. "Yo uso una antena de Direct TV superamplificada, que raspo y percuto con baquetas, pasada por efectos de consola. Después uso juguetes, una pizzera con un resorte en el medio? Me gusta inventar un mundo sonoro. Ahora voy con todo eso a Chile para tocar en un festival de improvisación."
Hombre de gustos amplios, Zelmar es un apasionado de la murga y se tomó el trabajo de investigar los distintos toques de cada barrio porteño, para luego escribir un fascículo titulado Introducción a la murga porteña. "Me parece un género increíble, pero hay que saberlo tocar", afirma. También escribió una obra musical en ocho movimientos sobre La Matanza, su patria chica, con una partitura gráfica que incluye la reproducción de grafitis de la zona junto a otra de notación convencional. "Muchos dicen que el rock está muerto. En realidad estamos viviendo un momento histórico por la calidad de las cosas que se hacen", afirma Garín, y una muestra de originalidad será la presentación del nuevo disco.
"El público escuchará totalmente a oscuras y nosotros apareceremos al final, ocultos tras unas máscaras. La escenografía y el vestuario responden al concepto del disco, que gira en torno de la saturación visual. Es una crítica a la sobreexposición en los medios y las redes sociales. Esto incluye a la música, ya que difícilmente hoy alguien se dispone a escuchar un disco en su totalidad. El título propone todo lo contrario. Por eso dejaremos que el disco suene en la oscuridad."
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