Música en serie: de Kate Bush a Talking Heads, Stranger Things sigue marcando el paso de la nostalgia
El arribo de “Running Up That Hill” al número uno de los charts tras mostrarse como el talismán salvador de una de las protagonistas de la serie de Netflix, solo es el principio de la influencia que tiene en el consumo de la música ochentosa por las nuevas generaciones
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Si las series en la era streaming están ocupando las posiciones de la música pop entre los años 60 y los 90 del siglo XX, habrá que tomar el episodio de Kate Bush con la cuarta temporada de Stranger Things como el síntoma del fenómeno. Así es como esta serie fantástica con guiños al terror arrastró a una audiencia global no solo al culto de la producción que puso a la icónica Winona Ryder de nuevo en vidriera sino a 1985. De forma virtual, los fans de la ficción viajaron en el tiempo para hacer del simple “Running Up That Hill” un número uno a 33 años de su lanzamiento.
Figura de culto para artistas contemporáneas como Lorde, la voz de Bush ya se había dejado escuchar en los soundtracks de Detrás de sus ojos, The Handmaid’s Tale y You, pero el rebote de la serie de Netflix le dio su primer número 1 en…¡¡¡44 años!!! Con “Running Up That Hill” como centro solar, entonces, aquí un repaso por la música de la tremebunda última temporada de la serie.
“Dream a Little Dream of Me” (Louis Armstrong & Ella Fitzgerald, 1950). Un standard que atravesó toda la historia de la industria cultural desde los comienzos de la música grabada a esta serie en el epicentro de la cultura digital. Escrita por Fabian Andre y Wilbur Scwandt, fue estrenada por la orquesta de Wayne King en 1931, luego grabada por Nat King Cole en 1947 y en agosto de 1950 el sello Decca registró este joint venture entre dos de las mayores figuras de la historia del jazz: Louis Armstrong y Ella Fitzgerald. La versión es un contrapunto de dos voces que son un género en sí mismas, partiendo con un fraseo de trompeta de Satchmo que deja paso a Ella, su majestad. En los 60, Mamas & The Papas la convirtieron en un hitazo que pasó el millón de copias vendidas. Eterna en su resplandor romántico, pasó al siglo XXI en la versión de Robbie Williams y Lily Allen y hasta tuvo una versión de Nicole Kidman en un capítulo de la serie The Undoing.
“Wipe Out” (The Surfaris, 1962). No solo los Surfaris definieron el sonido surf con este instrumental cuyo título recuerda la caída estrepitosa de la tabla, sino que es también una de las canciones pop con mayor adaptación a los cambios audiovisuales. El primero en usarla fue Kenneth Anger en el cortometraje de culto del cine underground Scorpio’s Rising y desde entonces se incluyó en más de veinte films, programas de televisión y ahora una serie de Netflix como Stranger Things. Su comienzo marcado por un frenético redoble de batería seguido de un punteo incisivo de guitarra es el modelo de otras músicas posteriores al twist como “Surfin Bird” o el mismísimo tema de la versión pop de Batman (Neal Hefti Orchestra), un meme sonoro de los 60. El estilo de bandas como los Surfaris sería recuperado en los 90 por el cine de Tarantino.
“Detroit Rock City” (Kiss, 1976). La canción con la que Kiss abrió su show despedida de Buenos Aires fue editada en el álbum Destroyer, clásico producido por Bob Ezrin (Lou Reed, Alice Cooper y Pink Floyd) que además compuso esta canción junto a Paul Stanley. La historia de un fan que se estrella camino a un concierto de Kiss es parte de la mística del grupo tanto como su maquillaje y las leyendas esperpénticas que los rodeaban. Para un Kiss no hay nada más importante que otro Kiss (arriba y abajo del escenario). El efecto de las guitarras dobladas en el estilo de “Hotel California” es uno de los momentos más logrados en la discografía del grupo que alcanza en este álbum acaso la cumbre de su sonido en estudio.
“Psycho Killer” (Talking Heads, 1977). En Buenos Aires, el segundo simple de los Talking Heads no fue escuchado sino hasta que la rotación en videobares (una especie extinguida de la noche) de la película Stop Making Sense la volvió parte del sonido de la segunda mitad de los 80. Esa versión acústica recuperaba el lado B del sencillo original con un David Byrne muy inspirado, pero la revisión de la discografía del grupo hasta su debut Talking Heads: 77 hizo que el anfetamínico original que se escucha en la serie circulara en una cadena de casetes grabados. La coincidencia del lanzamiento del simple con la emergencia del caso del asesino en serie conocido como el Hijo de Sam resulta notable, aunque los Heads no la escribieron siguiendo las noticias. En palabras del mismo Byrne, la idea era como “hacer que Alice Cooper cantara una canción de Randy Newman”. El puente en francés revela las deudas de la new wave con Roxy Music.
“I Was a Teenage Werewolf” (The Cramps, 1980). Desenterrado como un zombie de los años formativos de la cultura joven, el rockabilly volvió como una especie de pesadilla de cine clase B con The Cramps, tan primitivos como conceptuales en su relectura del estilo con el que se había lanzado el mismísimo Elvis. Siglos de leyendas orales de licantropía se funden en estos tres minutos infernales que dan la clave para la futura estilización de Nick Cave, todo un werewolf (hombre lobo) de culto de la música pop. Editada en Songs The Lord Taught Us es ahora la canción más escuchada de The Cramps en Spotify. ¿Otro milagro de Stranger Things?
“Separate Ways” (Worlds Apart) (Journey, 1983). Con su comienzo que recuerda el rock cósmico de Tangerine Dream o The Alan Parsons Project, esta canción de Journey da el tono de las obsesiones retro más difíciles de entender por fuera de la cultura estadounidense. Grupo de estadios del subgénero AOR (Adult Oriented Rock), que mezclaba partes de rock progresivo, heavy metal y soft, Journey no entra en el radar de los 80 argentinos. Hay que ir a la iconografía del álbum Frontiers, donde incluyeron esta power-ballad, para entender la asociación con la serie y las obsesiones por detrás de la divulgación científica de Carl Sagan con Cosmos o las recurrentes noticias sobre el fenómeno OVNI. La tapa de Frontiers es puro kitsch sci-fi: no se entiende si anticipan la Inteligencia Artificial de hoy o rinden culto a la egiptología.
“Object of My Desire” (Starpoint, 1985). Para mitad de los 80, la música disco sobrevivía acaso en el dance pop de Madonna pero el sonido de los bronces y las cuerdas en síncopa perfecta con el piso de luces se había reconvertido en clave tecno con hits de artistas como Starpoint, que suenan en el primer capítulo de la temporada 4 de la serie. Se trataba de un grupo de cuatro hermanos (los Phillips), más cerca de Chic que de los Jackson Five, con la espléndida cantante Renée Digs. Si bien empezaron a rodar cuando el disco todavía estaba en auge, “Object of My Desire” ya exhibe todo un arsenal de sonidos sintetizados que no sigue el patrón original del género bailable por excelencia. Es también el tipo de sonido característico del pop latino aplicado a los hits más bailables de Luis Miguel o Ricky Martin.
“Running Up That Hill” (Kate Bush, 1985). La magia inclasificable de Kate Bush la acompaña desde su debut, The Kick Inside, de 1978 que, increíble pero real, fue editado en tiempo y forma por EMI en la Argentina. Tenía entonces 19 años y apadrinada por David Gilmour se convirtió en la cantante más joven en llegar al número 1 del chart británico con su increíble balada “Cumbres borrascosas” (”Wuthering Heights”) entonada con la voz de una hechicera visionaria que traía la novela de Emily Brontë de 1847 al siglo XX. Lo mismo parece sucederle ahora a ella misma con este uso que Stranger Things hace de “Running Up That Hill” del álbum Hounds of Love. Como en el caso de “Cumbres borrascosas”, que parecía no tener relación alguna con la música de 1978, esta canción basada sobre todo en un montaje de percusión y voces apenas si puede relacionarse con el sonido de los 80 por alguna de sus texturas. De todos modos, sin ayuda del streaming, Hounds of Love fue el álbum más exitoso de toda su discografía aún cuando todo el lado 2 era una especie de suite conceptual. Sí, “Running up the hill” es ahora la canción de Kate Bush más escuchada en streaming, con casi 302 millones de reproducciones. De nuevo, en el éxito retardado de una artista de culto como Kate Bush queda probada la relación íntima entre la nueva era de las series y la música pop.
“You Spin Me Round” (Like a Record) (Dead Or Alive, 1985). Todo lo contrario ocurre con el hit emblemático de Dead Or Alive que representa de forma cabal el barroco ochentoso. Desde el estilo pirata new romantic del cantante Pete Burns (anticipado por Adam Ant) a la producción de Stock Aitken Waterman que le puso fecha de vencimiento a la canción, cuyo único futuro posible era la nostalgia retro o el consumo irónico hasta que el streaming hizo su magia. Si hay que ambientar una serie en 1985 es difícil escapar de la androginia de Burns y este cruce entre la subcultura gótica y la discoteca. Pura máquina de ritmo y sequencers disparados como flechas al corazón de la noche.
“California Dreamin’”(The Beach Boys, 1986). El desatino de los pioneros de los 60 en la década donde sucede Stranger Things no puede quedar más en evidencia que en esta versión pálida que los Beach Boys (¡nada menos!) hicieron del himno hippiedélico de The Mamas & The Papas en el álbum antológico Made in U.S.A., en el que la agregaron como simple. Es lo primero que se escucha en la nueva temporada de la serie y cuesta creer que los Beach Boys hubieran caído tan bajo entonces. Una rendición genérica que agrega un saxo ensordecedor al final, metáfora de la transformación de los baby boomers en la nueva clase dirigente.
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