Murió Sergio Aisenstein, figura clave de la contracultura porteña, a los 64 años
Fue el creador de sitios como el Café Aisenstein y Nave Jungla, dos espacios experimentales que marcaron a la noche porteña
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A los 64 años, murió Sergio Aisenstein, el creador del legendario Café Einstein de finales de la última dictadura, emprendimiento que compartía con Omar Chabán; y de la discoteca Nave Jungla, un reducto que dejó su marca en la noche porteña de los 90 y fascinó a Iggy Pop, David Bowie y Charly García. La información de su fallecimiento fue confirmada por allegados suyos a la agencia Télam.
Sergio Aistentein fue un verdadero referente de la contracultura porteña. Creció en una casa donde sus padres armaban sesiones espiritistas para hablar con su hermano muerto. Sobrevivió al ataque de un maestro filonazi que casi lo tira por la ventana de una escuela pública. Se enfrentó a dealers, matones portuarios y violadores de yonkis, y también a la muerte de casi todos sus amigos durante su viaje a Europa, escapando de la dictadura. Su recorrido lo señala como colaborador en la mítica revista Expreso Imaginario y en el programa radial El Tren Fantasma, que influenció a Daniel Grinbank en la creación de la Rock & Pop.
Entre otras facetas, se desempeñó como escritor, guionista y productor televisivo en señales como TN, Canal (á) y Sólo Tango, en donde creó el programa La Menesunda. Creador incansable, dirigió y escribió el largometraje El hombre que baila, un documental sobre la vida del tanguero Héctor Mayoral que recibió excelentes críticas de la prensa especializada. Hace 5 años presentó su libro autobiográfico Freakenstein, una vida de novela. “A todos nos falta algo, a todos nos sobra algo, somos seres incompletos y esa es la idea del freak. El Café Einstein fue la formación de esa cultura. Mi trayectoria fue siempre hacer y crear cultura y nunca me fijé qué estaba pasando a los costados, sino no hubiera hecho nada”, aseguró en un reportaje a Télam.
Aquel lugar fue un refugio rockero legendario donde surgió desde Soda Stereo hasta Sumo, donde tocaban Todos tus Muertos saliendo de sarcófagos y en donde la crème de la crème rockera se disputaba por subir a escena. Tocaban Los Twist junto a lo más granado del territorio escénico y musical experimental. En sus mesas se codeaban Andrés Calamaro, Fito Páez o Skay Beilinson; también Charly García, que una noche intentó colarse en un recital de Los Violadores y no la pasó del todo bien. Nació en tiempo de la guerra de Malvinas y cerró en 1984.
Nave Jungla fue su otra creación, otro espacio único de la noche porteña. Quedaba en Palermo y tardaron dos años en montarlo, derribaron paredes de la casa, pusieron candelabros robados a iglesias y puertas góticas. Colocaron un cocodrilo embalsamado y la cabeza de un ciervo. Decoraron la barra con arañas vivas. Semanas antes de la inauguración, imprimieron mil flyers que decían: “El lugar más loco de todos los tiempos”. Cumplió. En nota publicada en la Revista Brando, se cuenta, entre otras cosas, aquella noche fundacional. “La primera noche, pasaron tres mil personas. Y otras mil quedaron sin poder entrar. Y en una semana, sucedió algo mágico. En un lugar donde los sueños se hacen realidad, pero no como te cuentan las películas de Disney, ocurrió un encuentro que sellaría la estética de Nave Jungla para siempre. Llegó un enano. No era cualquier enano. Este se llamaba Miguel Fontes y repartía una tarjeta con su nombre en letras doradas donde se hacía llamar: Rey de los Enanos” Rápido de reflejos, Aisenstein contrató al rey, a sus súbditos y todos ellos hicieron a la esencia de ese lugar por diez años.
En otro extenso reportaje de 2017 publicado en LA NACION se refería a la “anormalidad” de Nave Jungla, aquel espacio en el que convivían enanos, famosos y muchos freaks de la época. “Fue un fenómeno nacional. Mostrábamos la cara humana de lo que nadie quería ver. Y siempre desde el corazón. En La Nave cualquiera bailaba. No importa si no sabías o eras tímido. ¡Si hasta bailaban los enanos! Pasaban cosas loquísimas como, por ejemplo, que viniera gente en muletas y se fuera caminando. Creer o reventar (...). Cuando vino Iggy Pop quedó trastornado, le fascinó. ¡Y cómo no le iba a fascinar si él mismo era casi un enano! ¿Es muy chico, viste? Me dijo: ‘Recorrí el mundo y nunca vi una cosa así'. Después volvió varias veces de incógnito porque tenía una novia de Mataderos, una morocha divina, metalera, que lo volvía loco”. El libro publicado por Editorial Planeta tuvo su punto de partida: “Quise mostrar el hilo conductor de todas las rupturas que viví: con mi familia, con mi barrio, con mi país, con mis amores y conmigo mismo”, reconocía este figura de la experimentación, de la ruptura, de la vanguardia.
En sus últimos años, coqueteó con la idea de volver a armar un nuevo sitio en la noche porteña, pero por distintos motivos nunca terminó de concretar. Lo imaginó en Villa Crespo, pero esa idea no llegó a brillar. Él, Sergio Aisenstein, sí.
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