Murió Mísia, la gran cantante portuguesa de fados que amaba tanto al tango como a Buenos Aires
“El fado es como una bruma, cuando lo canto voy a lugares que no conozco de mí”, sostuvo esta admirada cantante que, a lo largo de su trayectoria, tendió lazos con otros grandes creadores
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A los 69 años, a causa de un cáncer detectado hace un tiempo, murió en Lisboa, Portugal, Mísia, una de las figuras más emblemáticas del Novo Fado. Nacida como Susana María Alfonso de Aguiar en Oporto, en 1955, tenía ascendencia portuguesa y catalana. Pasó gran parte de su vida entre Madrid y Barcelona antes de regresar a Portugal, donde se dedicó a transformar el fado tradicional. “Se fue en paz, dulcemente, sin dolor, rodeada de sus amigos”, dijo el escritor Richard Zimler, su amigo.
Su primer disco, titulado Mísia, salió en 1991 y marcó el inicio de una carrera que la trajo varias veces a Buenos Aires, en las que desafió las convenciones del género, fusionando su voz con textos poéticos de autores como Fernando Pessoa y António Lobo Antunes. Su último álbum se llamó Animal Sentimental, de 2022. A lo largo de su carrera, también rindió homenaje a la gran Amalia Rodrigues en el álbum Para Amalia, de 2015, y exploró otros géneros musicales, como la canción napolitana.
En 2006, presentó en el teatro Coliseo Drama Box, un disco de boleros, tangos y fados inspirados en una mujer que vive al límite. “Yo no busco ser una cantante de fado perfecta, sino alguien que interpreta lo que Roland Barthes llamaría el signo; yo busco el signo del fado, la esencia, el espíritu, eso es lo que algún día me gustaría llegar a hacer. No sé si lo lograré”, dijo en aquella oportunidad la cantante a LA NACIÓN. El origen del repertorio de Drama Box tiene que ver con la historia personal de Mísia. Nacida en Oporto, pero criada por una madre española, la cantante conoció otras culturas de niña. “Mi madre es bailarina y siempre en sus maletas traía músicas de otras culturas porque viajaba mucho. Este disco es un regalo para ella”, contaba en aquella oportunidad.
Como consideraba que el “fado tiene un destino de viaje”, a lo largo de su trayectoria fue tendiendo lazos con artistas de otras culturas y disciplinas. En esa línea, en Drama box trabajó junto Isabelle Huppert e incluyó las voces de Fanny Ardant, Ute Lemper, Carmen Maura, Miranda Richardson y María de Medeiros en la lectura de un poema coral. A lo largo de su extensa trayectoria colaboró con artistas como Iggy Pop y María Bethânia, como con la artista conceptual Sophie Calle. En su tren expansivo, fue parte del documental Passione, filmado en Nápoles y dirigido por el norteamericano John Turturro.
En 2017 volvió a Buenos Aires, al CCK, con dos programas distintos: Para Amalia y Do primero fado ao último tango. “Me han pasado cosas sorprendentes aquí. La primera vez que vine fue al Teatro San Martín, hace como 20 años. Recuerdo que cuando puse el pie en el escenario oía gritar ‘diosa’, ‘diva’, como si estuvieran esperándome. Fue rarísimo. Después fuimos a un sitio llamado Gandhi, donde había tango y unos señores de una mesa se dieron vuelta y se pusieron a cantar una de las letras de mi fado. Es una historia de amor verdadero con Buenos Aires”, reflexionó en esa otro oportunidad la diva y la diosa que hace ya 20 años se la esperaba en Buenos Aires. Antes de aquella presentación en la sala Casacuberta del San Martín, en la temporada de 1999, reflexionó sobre los comentarios que señalaba sobre la influencia del Teatro No japonés en sus recitales. “Como cultivo una imagen muy particular, tengo un tinte de piel muy blanca, me muevo poco, me han dicho de todo. Desde que juego con la imagen de las actrices de cine mudo hasta esto del Teatro No. En mis shows hay una contención, un minimalismo muy intenso, y por eso surgen muchas interpretaciones”, apuntó esta dama de impronta única.
“El fado es como una bruma. Cuando lo canto voy a lugares que no conozco de mí. El fado es un misterio que toca sitios que están en mi infancia. Es una música que escuchaba a los seis años y, de alguna manera, cuando canto voy a esos lugares. Toca cosas que siempre estuvieron ahí. Es epidérmico, telúrico, es todo eso. Me sorprende siempre, porque es incontrolable”, apuntó en otro encuentro con este medio. Por suerte, aquella mágica presentación en el CCK está disponible en la página del Canal Encuentro y sus interpretaciones vienen acompañadas por una entrevista a la genial artista.
Con el pasar de los años, Mísia recibió diversos reconocimientos como la Orden del Mérito, otorgada por el gobierno portugués y la Gran Medalla Vermeil de la Ciudad de París. También fue nombrada Caballero de la Orden de las Artes y las Letras del Gobierno francés y reconocida con los premios Amalia Rodrigues (Portugal) y Carossone (Italia).
“Demasiada osadía y demasiada potencia para los patriarcas de la tradición, que la ningunearon y despreciaron durante años en Portugal mientras ella llevaba al fado por escenarios internacionales donde nunca había estado. La adoraron en Alemania, Francia, España”, sostiene el diario El País de España, en su nota necrológica. Solamente habría que agregar al listado de lugares a donde la adoraron a nuestro país, en donde esta mujer mágica de flequillo y una presencia única en escena siempre fue recibida con merecida devoción.
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