Murió Graciela Susana, la cantante que llevó el tango a Japón
Tuvo un sostenido éxito en los escenarios orientales pero una vida personal plagada de desdichas y situaciones trágicas
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La cantante de tango Graciela Susana murió esta madrugada, a los 71 años. Si bien no presentaba problemas serios de salud, habría sido un paro cardiorrespiratorio la causa de su muerte. La cantante vivía en la Casa del Teatro.
Había nacido en Buenos Aires, como Graciela Susana Ambrosio, el 22 de enero de 1953. La música ya estaba instalada en su hogar desde que escuchó el primer sonido, porque su padre, Ricardo Ernesto Ambrosio, cantaba y tocaba el piano en una orquesta. La primera incursión de Graciela en la música fue junto a su hermana Cristina. Crearon un dúo folklórico que luego se convirtió en trío, junto a Hugo López. Al tiempo, López y Cristina hicieron su camino y Graciela emprendió, todavía adolescente, un camino solista, acompañándose con su guitarra. En la década del sesenta abrazó el tango y a principios de los setenta, el cantante japonés Yōichi Sugawara, la vio mientras participaba en un espectáculo en el Viejo Almacén. Gracias a su contacto viajó a Japón y además de cantar editó un disco del que se vendieron más de un millón de copias.
En marzo de 2022, durante una charla con el periodista Gustavo Lladós recorrió minuciosamente su historia. En aquella entrevista para LA NACIÓN habló de aquel éxito en Japón y también de los momentos más difíciles de su vida; incluso aquellos en los que no tenía donde vivir y recurrió a la Casa del Teatro. Violencia de género, la muerte de su hermana, el día que sus hijos le dieron la espalda. “Tuve gente al lado mío que me sacó todo, hasta mis hijos lo hicieron, aunque me cueste decirlo”, contó durante aquella entrevista.
La precocidad fue una característica en el inicio de la carrera de quien todavía se hacía llamar por su nombre y apellido: Graciela Ambrosio. Fue Mercedes Sosa la que le recomenzó que se dedicara al tango en vez de cantar repertorio folklórico. Le hizo caso. Fue al Festival de Tango de La Falda, donde concursó con dos canciones: “Barrio de tango” y “Balada para un loco”. Fue su gran comienzo. Regresó con el Premio a la Revelación en sus manos. Así fue como redirigió su camino hacia la música de Buenos Aires, con un nombre artístico acorde a la época: Graciela Susana.
“El problema es que a los 16 años mi abuela me casa de prepo con un hombre de 30. Era presentador de números artísticos en El Patio de Tango (de Av. Corrientes y Uruguay) y se hacía llamar Alberto Fontán. Le dio lástima verlo solo a esa edad y me lo enchufó. En cuanto se nos metió en casa la violencia se veía venir, hasta a mi abuela le pegó. Sufrí cada cosa con esta persona. Tenía que ir a un programa de televisión y no me quedaba más remedio que presentarme con toda la cara marcada. Cuando no eran piñas en la cara eran trompadas en el estómago o patadas en la cabeza”, recuerda. “Mis padres estaban al tanto de todo, porque vivíamos en la misma casa, en el barrio de Chacarita, pero ellos también le tenían pánico. Aún no entiendo cómo no huimos todos de esa casa, hubiera sido mejor hasta vivir debajo de un puente”, decía, sin imaginar que unas décadas después llegaría a estar casi en esa situación, sin vivienda ni contención familiar.
Pero nadie le ha quitado aquellos años gloriosos donde su incursión en Japón dio muchos frutos. Discos grabados, participaciones en festivales importantes, giras anuales de varios meses. “Mucho antes que yo habían ido Juan y Francisco Canaro, pero quedaron ahí. Conmigo empezó la pasión por el género y el interés por aprender a tocar y cantar tango. Llegaron a abrir boliches con mi nombre o con los de mis grandes éxitos: ‘Adoro’ y ‘La reina de Saba’”, explicaba.
En cambio, no llegó a ser profeta en su propia tierra. “Cuando yo volvía de Japón trabajaba por períodos cortos en El Viejo Almacén y en El Mesón Español y asistía a algunos programas de televisión, pero no mucho más. Yo fui la primera cantante argentina que tuvo un disco grabado en CD; lo traje de Japón en 1980. Hice una conferencia de prensa para mostrarlo y vinieron todos los medios, pero después me fueron dejando de lado. Creo que mis propios colegas me ralearon, eso fue injusto y doloroso”, confesó en aquella charla.
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