Murió el director de orquesta japonés Seiji Ozawa, a los 88 años
A lo largo de su brillante carrera, fue durante 30 años el director de la Orquesta Sinfónica de Boston y el único asiático en dirigir el prestigioso Concierto de Año Nuevo en Viena; su fantástica memoria, su técnica de batuta y su calma lo convirtieron en un favorito de los músicos de los ensambles que encabezó
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Seiji Ozawa, uno de los mejores directores de orquesta del mundo, murió en su casa de Tokio, a los 88 años. Estuvo al frente de prestigiosos ensambles como la Sinfónica de Boston, de la que estuvo a cargo entre 1973 y 2002, convirtiéndose en el director que más tiempo la ha dirigido en sus casi 130 años de historia, y fue responsable de que grandes estrellas de la música académica, como Yo-Yo Ma, recalaran allí. También tuvo un papel destacado en la capital de la música clásica: Viena. En este país llegó a dirigir en 2002 la Ópera Estatal, una de las compañías más importantes de este género. Ha sido el único asiático que ha dirigido el Concierto de Año Nuevo en Viena. Desde hace años tenía graves problemas de salud causados por el cáncer que padecía. La causa de su muerte ha sido una insuficiencia cardíaca. Al funeral solo han acudido los más allegados porque la familia lo quería despedir en la más estricta intimidad.
Nació el 1° de septiembre de 1935 en la Manchuria ocupada por los japoneses, del matrimonio de un padre budista y dentista y una madre católica y pianista. Ozawa se mantuvo siempre entre los dos mundos, haciendo de este equilibrio íntimo la clave de su éxito. ”Los músicos asiáticos cuentan con la técnica y el conocimiento. Pero para tocar música clásica europea, ahí que viajar ahí, para sentirla”, explicaba en 2013 desde Tokio en una entrevista con la AFP. En su adolescencia, el futuro director de orquesta parecía destinado a una carrera de pianista, pero tras romperse dos dedos jugando al rugby, otra de sus pasiones, se decantó por la disciplina en la que se haría famoso.
Entre los 12 y los 16 años, Ozawa tocó el órgano de la misión católica de Tokio, impresionando con su talento a los profesores de la Escuela Toho, donde empezó sus estudios de piano. Bajo el mando de su maestro Hideo Saito, se decantó por los estudios de composición y dirección de orquesta, obteniendo dos primeros premios que le catapultaron al primer plano de la escena musical japonesa. Descrito en Japón como “el mayor talento del año” en 1958, Ozawa partió al año siguiente a la conquista de Europa, que supuso un punto de inflexión en su carrera.
En el extranjero conoció a algunas de las más grandes estrellas del mundo de la música clásica, incluido el compositor y director Leonard Bernstein, del que fue asistente en la Filarmónica de Nueva York durante la temporada 1961-1962. Ozawa dirigió orquestas en Chicago y San Francisco, en Estados Unidos, y Toronto, en Canadá. También trabajó durante 29 años como director musical de la Orquesta Sinfónica de Boston, donde un auditorio lleva su nombre.
Sus manos no cesaron nunca de revolotear, desde París a Londres, pasando por Milán o Salzburgo, dirigiendo las obras de Mozart, Mahler, Berlioz o de los compositores franceses contemporáneos Henri Dutilleux u Olivier Messiaen, quien se convirtió en un amigo.”Todo en él parece dirigir, hasta su cabello”, bromeaba Messiaen. En la infancia de Ozawa, los sonidos orientales se mezclaron con los cánticos del catecismo. Sobre esta unión, el director decía: “Mi cuerpo, mi estómago, mi piel, son los de un oriental. Pero mi mente, mi sentimiento por la música, mi sensibilidad musical, son los de un occidental”.
La Orquesta Filarmónica de Viena, con la que Ozawa colaboró en 1966, rindió homenaje a la buena interacción que mantenía con sus colegas y a “su carisma”. ”Fue un regalo poder recorrer un largo camino con este artista, que se caracterizó por los más altos estándares musicales y al mismo tiempo la humildad hacia los tesoros de la cultura musical”, declaró el profesor Daniel Froschauer, presidente de la Filarmónica de Viena, en un comunicado. La Orquesta Sinfónica de Boston también homenajeó a “uno de los directores más buscados y célebres de su generación”. Chad Smith, su director, recordó que Ozawa era “una fuerza de la naturaleza dentro y fuera del escenario, un genio musical que combinaba una gracia balletística en el podio con una memoria prodigiosa”.
Su fantástica memoria, su técnica de batuta y su calma –pues para él, “una orquesta no es un ejército”– le convirtieron en un director apreciado por los músicos. A pesar de haber disfrutado de una brillante carrera en Occidente, Ozawa nunca perdió de vista sus raíces, fundando la Orquesta Internacional de Saito Kinen en 1984 y un festival en 1992 que es actualmente uno de los eventos de música clásica más importantes de Japón. El final de su carrera se vio marcado por la enfermedad, incluido un cáncer detectado en 2010. ”La gente piensa que no estoy lejos de la muerte, pero voy a intentar con todas mis fuerzas no morirme”, bromeaba en 2014, en una de sus últimas apariciones ante la prensa.
Su trayectoria brillante al frente de las orquestas de todo el mundo fue reconocida con premios como el Emmy a la Mejor Dirección Musical, el Kennedy Center Honors o el Grammy a la mejor grabación de ópera.
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