Murió el compositor Mauricio Kagel
Uno de los más grandes autores contemporáneos
BERLIN (AFP).- El reconocido compositor argentino Mauricio Kagel murió ayer por la madrugada en la ciudad alemana de Colonia a los 76 años, tras una prolongada enfermedad, según indicó un vocero de la discográfica Peteres Musikverlag.
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"La música es la sustitución de un lenguaje posible", afirmó en una ocasión Mauricio Kagel. Se refería a la música como medio de comunicación, pero también, sin duda, a la manera en que su música suele hacer audibles los sonidos de un lugar todavía inaccesible, a la introducción de cierto elemento reactivo en la pátina con que la historia opaca los materiales musicales.
Kagel, uno de los compositores más transcendentes e influyentes de la escena musical de la segunda mitad del siglo XX, había nacido en Buenos Aires en 1931. No pisó nunca un conservatorio como alumno. Tomó clases particulares de piano (con Jorge Fanelli y Vicente Scaramuzza), violonchelo y clarinete; a instancias de su madre, estudió durante poco tiempo arpa (experiencia que, aunque breve, resultó decisiva más tarde para la escritura de Zwei Akte , obra de 1989 para saxofón y arpa). Fue, además, cofundador de la Cinemateca Argentina (solía decir que los secretos del montaje son muy similares a las fórmulas musicales) y dirigió la ópera de cámara del Teatro Colón. Sus estudios formales se limitaron a la literatura y la filosofía. A mediados de la década del cincuenta, Pierre Boulez visitó la Argentina, vio sus partituras y le recomendó que se instalara en Europa. Kagel respetó el consejo del maestro: vivió desde 1957 en Colonia (Alemania), donde ingresó de inmediato a la Westdeutscher Rundfunk y se convirtió en un argentino de extramuros, venerado durante años a lo lejos (ganó el Premio Siemens, uno de los más importantes de la música), y compuso obras imprescindibles del siglo pasado, plenas de heterodoxia y de un humor irónico y desconcertante.
Aquí y allá
Más allá de la famosa frase de John Cage según la cual "el mejor músico europeo es argentino y se llama Mauricio Kagel", no sería del todo lícito decir que la carrera de Kagel fue posible sólo a partir de su desembarco en Europa. Ya a principios de la década de 1950, cuando el compositor se encontraba todavía en el país, el escritor polaco radicado en la Argentina Witold Gombrowicz -cuyo destino sudamericano mantiene una velada relación simétrica con el destino europeo de Kagel- le había hecho notar a Cecilia Benedit de Debenedetti: "Kagel es el mejor músico argentino".
Desde sus obras solistas para acordeón y para piano hasta la música para películas (como Ludwig van , de 1969, hecha enteramente de citas de Beethoven) pasando por el vodevil y las creación de más de una decena de piezas radiofónicas, Kagel suprimió todas las distancias entre los materiales y los procedimientos. La Pasión según San Bach , oratorio para solistas, coro y orquesta estrenado en 1985, es posiblemente su obra más ambiciosa. Con textos de época, corales y cantatas, la composición sigue un rigor numerológico. Kagel intentó crear allí conexiones derivadas del nombre de Bach, de las letras y las sílabas, y las usó incluso para determinar los timbres y las dinámicas.
Su aguda originalidad no procede de la ruptura sino de la contaminación, de la intimidad irreverente con materiales conocidos. "La imagen de un músico químicamente puro no es cierta", aseguraba. De algún modo, el hecho de haber nacido y haberse formado en la Argentina lo liberó de todo pensamiento hegemónico y habilitó una relación imparcial con otras músicas y otros géneros. En su época heroica, la música moderna tomó distancia de la producción de óperas para teatros y buscó soportes dramáticos al margen del modelo decimonónico. Kagel, representante de las vanguardias posteriores a Darmstadt, los encontró en el cine, en la radio, e incluso en el cuarteto de cuerdas. Así, por ejemplo, en Nah und Fern (1993-1994), para campanas y trompetas con ruido de fondo, el sonido presunto de una cerradura, las pisadas obsesivas que suben una escalera, el goteo de la campana y las fanfarrias de las trompetas precipitan en el desasosiego alegre de la música circense. Kagel dijo que las películas eran sus óperas. Esta pieza, en cambio, es una película virtual y sin imágenes.
Su rentrée argentina se produjo en 2006, cuando el Teatro Colón organizó, con el nombre de Festival Kagel, una serie de conciertos monográficos que incluyó, entre otras, las piezas Mare Nostrum , con puesta en escena del compositor, La rosa de los vientos , Kammersymphonie (1973) y 5 marchas para malograr la victoria (1979), dirigidas por Kagel, además de la performance Eine Brise, para 111 ciclistas . Fue un homenaje justo, aunque no exento de algunas polémicas ulteriores, a medias entre el reencuentro y el descubrimiento.
Cercano y lejano , Nah und Fern en alemán, se llama la obra de Kagel. En ese nombre se cifró también la divisa estética y biográfica del compositor.
Repercusiones
- Marcelo Delgado (director). La figura de Kagel implica una mirada lateral a la imperante en la música. En alusión a otros géneros, sus aportes fueros sustanciales, como en el desarrollo del teatro musical o de las piezas radiofónicas. Tuve la oportunidad de conocerlo al ser maestro preparador durante el festival en su honor que el CETC hizo en 2006. Ahí me encontré con un hombre de tremenda vitalidad, excelente trato y defensor a ultranza de los músicos. Uno de los últimos días me llamó a su camarín y me regaló un reloj de bolsillo idéntico al suyo, no pude más que abrazarlo y largarme a llorar.
- Gerardo Gandini (músico). Fue un compositor muy importante que nació en la periferia y supo triunfar en Alemania. El como su obra era inteligente, sagaz y mordaz, tanto que por momentos se la puede ver como una especie de burla a los alemanes. Para mí su mejor trabajo en lo musical fue Variaciones sin fuga, a partir de una obra de Haendel sobre la que trabajó Brahms; debo decir que a sus puestas teatrales yo no adhería tanto. Otra pieza bellísima es Música para instrumentos del renacimiento. Una gran pérdida, por suerte pudimos conocerlo.
- Martín Liut (compositor). Kagel es uno de los tres grandes compositores de nuestro país, pero claro que, al irse a Alemania, durante un tiempo su producción quedó opacada por la distancia. Recuerdo los primeros artículos que aparecieron en la revista Lulú hablando de su música y cuando, en 1997, aparecieron su discos en Buenos Aires. Ahí estaba claro que Kagel se tomaba toda la libertad para hacer música con cualquier material sonoro. Todos los que hemos hecho piezas radiofónicas o trabajos sonoros en la calle lo hicimos influenciados por su obra. Todo es gracias a él.
- Diana Theocharidis (coreógrafa). Me quedé helada; hace un par de meses estoy tratando de encontrarlo para contarle los avances sobre el proyecto que teníamos de hacer su obra Dos actos, y ahora me entero de que estuvo internado. Quedamos con muy buen trato luego de su visita a la Argentina que organicé para el CETC; para que viniera y esté todo tal cual él quería hablamos por teléfono día por medio durante todo un año. Puedo asegurar que valió la pena.
- Martín Bauer (músico). Menos mal que vino, el festival que lo trajo en 2006 hace que su muerte sea diferente para nosotros. Creo que su gran mérito fue haberse corrido de la corriente principal, y para los compositores argentinos fue un gran estímulo al demostrar que se puede sobrevivir fuera de un gran mar de homogeneidad. A nivel musical tuvo grandes hallazgos, como lo demuestran obras como Pas de Cinq o Varieté.
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