Murió Atilio Stampone, uno de los grandes pianistas del tango, a los 96 años
En su extensa carrera, compuso tangos como “Afiches”, tocó en agrupaciones de Piazzolla, fue director de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y pasó más de dos décadas ocupando los cargos de presidente y vicepresidente de Sadaic
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Luego de permanecer varios días internado, murió este miércoles el pianista y compositor Atilio Stampone, uno de los grandes referentes del tango. Además de intérprete, fue compositor, arreglador y presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic), en varios períodos. Tenía 96 años. Sus restos serán velados hasta la medianoche en la sede de Sadaic, y el jueves, de 8 a 11. Al mediodía las exequias se realizarán en el Panteón de Sadaic del Cementerio de la Chacarita.
Hay varios sustantivos para Don Atilio: pianista, compositor, fanático de Racing, tanguero. No hay en esto orden de prioridades, pero “tanguero” es la que pintó de manera más amplia la vida de este músico. Sobre él, la estudiosa del género Nélida Rouchetto trajo una vez una anécdota de cómo y cuándo había dado ese muchacho -nacido el 1º de julio de 1926, en el porteñísimo barrio de San Cristóbal- sus primeros pasos de tanguero. La anécdota viene de cuando Pedro Maffia lo había escuchado tocar el piano y como era demasiado chico le pidió permiso a su padre, Antonio Stampone, para que Atilio fuera a tocar a un cabaret. “Mirá, Pedrito, lo dejo. Pero con una condición: que en cuanto termina de trabajar, vos mismo lo pongas en el tranvía 16 para que se vaya derechito a casa. Atilio es un buen chico y no quiero que viva el ambiente del cabaret”, recordó Rouchetto.
Y Atilio parece haber sido un buen alumno de su padre (al menos en ese aspecto), porque más de seis décadas después, en la oficina que ocupaba como Presidente de la Sociedad Argentina de Autores Compositores (Sadaic), contaba a LA NACION cómo habían sido esos comienzos. “Tuve siempre una vida bastante ordenada a pesar de que fui de la noche; desde los 15, cuando comencé a tocar el piano. En una época tocaba en el café Marzotto y por las noches en la boite. Ya a esa edad, eran las 11 de la mañana y les decía a mis padres: ‘Chau, hasta mañana’. Porque no volvía hasta el día siguiente. En las orquestas no había músicos de cambio porque no había tiempo. Eran como una familia. Hoy formás un conjunto y siempre vas a tener caras distintas. Se trabaja de otra manera”, aseguraba
Así, con nostalgia, evocaba Stampone aquella década del cuarenta, gloriosa para el tango y también para ese muchachito que sobresalía entre los tangueros de su generación. Claro que no es un músico que, por edad ni por elección estética, se lo pueda ligar a aquella década. Es más un tanguero de la evolución que se gestó con innovadores como Astor Piazzolla, y con un tango más sofisticado que se cultivó en los cincuenta y los sesenta.
A los 17 tocó con Piazzolla, quien lo convocó nuevamente, tiempo después, para el Octeto Buenos Aires (“La primera locura de Astor que nos contagió a todos”, recordaba el pianista). En 1950 viajó a Roma para continuar la formación clásica que había comenzado de chico y luego pasó dos años de gira por Europa. A su regreso armó una orquesta con Leopoldo Federico y más tarde se largó solo. Compuso la música de temas como “Afiches”, grabó varios discos, participó en las bandas de sonido de una decena de películas, fue uno de los fundadores del mítico local tanguero Caño 14. Fue director de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto y pasó más de dos décadas ocupando los cargos de presidente y vicepresidente de Sadaic.
“¿Sabés cómo fue la historia de ‘Afiches’? En la radio, cuando había algún bache de unos minutos para entregar la transmisión de un programa a otro estudio yo tocaba algo. Enfrente de casa (en San Cristóbal) vivía Homero Expósito. Un día me dio una letra y me pidió que me fijara si coincidía la métrica de ese tema que yo tocaba. No hubo que cambiar ni una palabra. Homero era un genio. En la segunda parte me pidió que cambiara un Si natural por un Si bemol. Me dio bronca, me tocó el amor propio. Pero tenía razón”, relataba.
Atilio también escribió música para cine. Un guapo del 900 y La mano en la trampa, de Leopoldo Torre Nilsson, y la ganadora del Oscar como mejor película extranjera La historia oficial, de Luis Puenzo. También compuso los temas que formaron parte del espectáculo Tango, representado por Le Ballet Du Grand Theatre de Genéve, con coreografías de Oscar Araiz. Varios años después, Julio Bocca estrenó la pieza de Stampone Concertango, con coreografía de Ana Stekelman. Y dedicó un repertorio completo a la obra teatral Discepolín, de tributo a Enrique Santos Discépolo.
Siempre elogió a muchos de sus colegas, desde Piazzolla a Salgán, de su admirado Francisco De Caro a su gran amigo Aníbal Troilo. Pero eso no hizo que se ocultara en falsas modestias al momento de hablar de su propio estilo como compositor y, sobre todo, como arreglador. “Creo que, independientemente de los monstruos que transformaron el tango, Astor (Piazzolla) y (Horacio) Salgán, hay un lenguaje definido que es el de Atilio Stampone. No es mejor ni peor, pero lo escuchás y sabés qué es”, decía.
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