Mötley Crüe y Def Leppard en Parque Sarmiento: un nostálgico y contundente viaje hacia el hard rock de los 80
El cuarteto de Los Ángeles y la banda británica regresaron al país para recorrer todos sus grandes éxitos a través de un intenso concierto celebrado el jueves en el predio ubicado en Saavedra, con Rata Blanca como número de apertura
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Después de girar conjuntamente durante el último año por los Estados Unidos, Mötley Crüe y Def Leppard decidieron iniciar el 2023 trasladando su exitoso espectáculo al resto del mundo. De este modo, el reciente 18 de febrero el llamado “The World Tour” dio comienzo a su tramo latinoamericano en México y anoche, tras pasar por Colombia, Perú, Chile y Brasil, hizo escala en Argentina para luego poner proa a su próximo destino: Europa.
En esta oportunidad, y concretando ambas bandas su tercera visita al país, el reencuentro con sus fans argentinos tuvo lugar en el predio del Parque Sarmiento, un espacio que parece haber sido recuperado para el rock después de un tiempo considerable. Frente a una multitud que jamás ocultó sus ansias de disfrutar de un concierto muy esperado, e incluyendo una demoledora y contagiosa apertura a cargo de Rata Blanca, tanto el quinteto británico como la agrupación oriunda de Los Ángeles (con John 5 ocupando el lugar del guitarrista original Mick Mars, quien no participa de esta gira por un problema de salud de larga data) brindaron un show por demás contundente y rebosante de hits aunque no exento de cierta nostalgia por el glam metal y el hard rock que dominaron la escena musical durante gran parte de la década del 80.
Sin embargo, cuando Def Leppard irrumpió en escena con “Take What You Want” (uno de los temas de Diamond Star Halos, su último álbum), seguido de “Let’s Get Rocked” y “Animal”, todas las consideraciones previas volaron por los aires y el público se entregó plenamente al grupo surgido de Sheffield en 1977.
Apoyada mayormente sobre el material de Hysteria, su exitoso trabajo discográfico lanzado en 1987, la lista de temas no sólo dio lugar a todos sus grandes clásicos sino que abrió el juego hacia composiciones más recientes (“Kick” y el toque folk de “This guitar”) en las que dejó ver un espíritu siempre curioso y ávido de experimentación pero sin abandonar jamás su germen rockero.
“Foolin’”, “Armageddon it” y “Rocket” fueron elevando la temperatura del show evidenciando que, más allá de su reconocida potencia y sus estribillos gancheros, Def Leppard aún conserva ese toque de distinción británica a la hora de encarar el hard rock. Prácticamente desde sus inicios, la banda le aportó a tan particular estilo sutiles y personales arreglos vocales y cierta inclinación melódica que, como a Bon Jovi desde el otro lado del Atlántico, le permitió acceder y sonar asiduamente en las radios y captar así la atención de nuevas audiencias mediante atractivas power ballads. Uno de esos ejemplos es, sin dudas, “When Love And Hate Collide” que en la calurosa noche de Saavedra conquistó a todos a través de una sentida versión acústica. Y lo mismo ocurrió cuando arremetió con “Love Bites”.
Independientemente de una sorprendente puesta lumínica, ingeniosos juegos de lásers y logradas visuales con tintes retrospectivos, el foco de los británicos estuvo puesto de manera exclusiva en lo musical. Luciendo en mucho mejor forma que seis años atrás-cuando se presentaron en el Luna Park-, Def Leppard cautivó tanto por el repertorio elegido como por la performance de sus integrantes, comenzando por Joe Elliott, quien, a sus 63 años, se mostró firme y exultante en el rol de vocalista. El bajista Rick Savage junto al ovacionado baterista Rick Allen, quien perdió su brazo izquierdo en un accidente automovilístico en 1984 y continúa siendo un gran ejemplo de superación, conformaron una sólida base sobre la que se posaron las siempre aguerridas guitarras de los experimentados Phil Collen y Vivian Campbell.
Vigorosas versiones de “Hysteria”, “Pour Some Sugar On Me”, “Rock Of Ages” y “Photograph” no sólo terminaron de conquistar al público por completo sino que dejaron un inmejorable clima para recibir al segundo plato fuerte de la jornada: Mötley Crüe.
Los solemnes compases del “Réquiem en Re menor” de Mozart inauguraron una ceremonia que pronto dio un giro completo con la aparición de los californianos en escena. “Wild Side”, “Shout At The Devil” y “Too fast for love” constituyeron el devastador puntapié inicial de una noche intensa, frenética y sin respiro a cargo de una agrupación que, desde sus orígenes (hace ya más de cuarenta años), hizo de los excesos y del descontrol un estilo de vida. Sin embargo, aún se erige como una de las principales representantes de un rock sin demasiadas pretensiones, entendido como entretenimiento, pura evasión y vía de escape, continuando así el sendero que durante los años setenta pavimentaron, entre otros, New York Dolls, Alice Cooper y KISS.
Respetando rigurosamente la premisa de divertir y divertirse rockeando, los (ahora no tanto) “chicos más revoltosos del Sunset Strip” edificaron una presentación que, tanto arriba como abajo del escenario y más allá de algunos altibajos en el sonido, se vivió como una verdadera fiesta.
Acompañados por una puesta en escena donde predominaron los tonos rojizos, muñecas inflables y dos sensuales coristas y bailarinas que parecían extraídas de algún club de strippers angelino, los paladines indiscutidos del glam metal ofrecieron un repaso por lo más destacado de su discografía. Sin embargo, también hubo espacio para homenajear a algunos de los muchos artistas que los influenciaron con acertadas, aunque un tanto desprolijas, relecturas de “Rock And Roll, Part 2″ (Gary Glitter), “Smokin´in The Boys Room” (Brownsville Station), “Helter Skelter” (Los Beatles), “Anarchy In The U.K.” (Sex Pistols) y “Blitzkrieg Bop” (Ramones).
No hay dudas de que el paso del tiempo es algo inexorable para todos, inclusive para el cantante Vince Neil quien, a pesar de no alcanzar ya los mismos tonos agudos de antaño, de todos modos le puso garra y actitud, disimulando esas falencias tras la cortina de sonido lograda por sus compañeros. En especial, por John 5. El ex Marilyn Manson y Rob Zombie, entre otros, dejó muy en claro que no le pesa en absoluto tomar el lugar del histórico guitarrista Mick Mars. Y por fuera de sus pirotécnicos y efectivos solos, además de tocar en un momento con el arco de un violín, se lo notó totalmente acoplado y consustanciado con el material del grupo, especialmente en temas como “Live Wire” y “Looks That Kill”.
Por su parte, el bajista Nikki Sixx no sólo marcó el pulso de la banda sino que arengó a la multitud con los brazos en alto, agitó una bandera argentina y le cumplió el sueño a una fan haciéndola subir al escenario. El cuadro se completó con el siempre volcánico y acelerado Tommy Lee, quien desde la batería empujó hacia adelante a todo ese andamiaje instrumental conocido como Mötley Crüe.
Va a ser el propio Lee quien por unos instantes abandone los parches y se siente frente al piano para interpretar “Home Sweet Home”. Tras el único pasaje “romántico” del set, los decibeles volvieron a elevarse de la mano de “Dr. Feelgood” y “Same Ol’ Situation”. Pero todavía quedaba algo más: las arrasadoras “Girls, Girls, Girls”, “Primal Scream” y “Kickstart My Heart” dejaron al público sin aliento, colocándole el epílogo a una velada signada por un más que elocuente y constante espíritu celebratorio y la certeza de que el rock, más allá de toda moda, conserva intacto su poder de seducción.
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