El reloj marca las 20. Un mensaje de WhatsApp indica que en media hora llegarán al Luna Park los integrantes de Morat: una banda colombiana compuesta por cuatro jóvenes de alrededor de 23 años. Mientras la combi que los lleva al teatro avanza por las calles de Buenos Aires, las butacas de uno de los rincones más emblemáticos de la Ciudad se llenan de jóvenes listos para entonar cada uno de las canciones del nuevo álbum de este grupo de folk-pop: Balas perdidas.
20:30. Benjamín Amadeo se prepara para entrar en escena como telonero del evento. El argentino vocaliza al costado del escenario al tiempo que una cámara sigue cada uno de sus movimientos. Y mientras que el público disfruta del show del artista local, los protagonistas de la noche -Juan Pablo Isaza, Juan Pablo Villamil, Martín Vargas y Simón Vargas- ingresan al teatro.
Una fila de fanáticos aguarda su llegada y mata el tiempo cantando sus canciones a capella, en una especie de tributo a sus ídolos. Sus voces resuenan en uno de los pasillos del Luna Park en el que hay posters de los artistas más reconocidos que tocaron allí. Llevan remeras de la banda, banderas y regalos para darles, en minutos, cuando los conozcan en el meet & greet.
En la vorágine de los minutos previos a salir a escena, los integrantes de Morat reciben a LA NACION en el camarín para una entrevista exclusiva y previa al show. Isaza -cantante y guitarrista- hace un breve racconto del recorrido de la banda en suelo argentino y remarca que, si bien se dio todo muy rápido, su camino fue escalonado y, en ese progreso, el Luna Park era el siguiente paso a dar: "Empezamos tocando en La Trastienda, después en el Ópera, en el Gran Rex, y ahora estamos en el Luna Park. Entonces creo que, de cierta forma, hemos pasado por las distintas etapas y eso marca un crecimiento gradual frente al público".
Hace menos de cinco años, estos jóvenes tocaban "en bares de Colombia para 50 personas, contando exnovias y familia". Dieron su primer gran salto de la mano de Paulina Rubio , a quien le gustó tanto su canción "Mi nuevo vicio" que les pidió el tema. "Le dijimos: ‘Te la damos si la cantas con nosotros’, y accedió", recuerda Isaza.
Morat ya grabó temas con cantantes de diversos estilos como Juanes (con quien hicieron "Besos en guerra"), Tini Stoessel ("Consejo de amor"), Álvaro Soler ("Yo contigo, tu conmigo") y Antonio y Josemi Carmona ("El Embrujo"). Y tienen una lista interminable de artistas con los que les gustaría hacer colaboraciones. "A mi Fito Páez me enloquece", confiesa Juan Pablo Villamil, quien toca el banjo, la guitarra y canta en la banda. Su tocayo, en cambio, se inclina más por Santiago "Chano" Moreno Charpentier .
Entre risas, los colombianos dicen que "El Embrujo" fue "un intento de flamenco" y, en esta línea, afirman que el siguiente tributo debía ser argentino. Así fue que "Villa" -como le dicen sus amigos- compuso un tango especialmente para este concierto, y lo tituló "Un caballero". "Este es un intento de tango", describe y bromea: "Nosotros hacemos intentos de canciones".
El compositor que, minutos después, logrará dejar el Luna Park en un completo silencio para presentar esta canción -hasta ahora desconocida-, explica: "Esta vez le tocaba el turno a la música argentina, porque el tango acá es absolutamente espectacular y nos emocionaba un montón la idea de incursionar en esto. Es un detallito. Además, el tango tiene una cosa maravillosa, que es que los argentinos están tan orgullosos de él que nos parecía perfecto para tomar como referencia y hacer un tributo esta noche".
Según Simón, el bajista, una de las peculiaridad de Morat es que sus canciones cuentan historias que generan identificación y no necesariamente son autobiográficas. Así surgió, de hecho, el concepto de Balas perdidas con el que titularon su segundo álbum (el primero se llama Sobre el amor y sus efectos secundarios).
"De la misma manera en que hay tiradores que al disparar pueden darle a una persona que no pensaban darle, hay compositores que, naturalmente, pierden las canciones". Con esas palabras, Simón introduce este concepto, y va más allá: "Si yo le compongo una canción a alguien y la oye otra persona, que se siente super relacionada y siente que fue escrita para ella, esa es la idea de bala perdida: yo no estaba apuntándole y sin embargo, le llegó. En el disco hay 12 balas perdidas pero es una metáfora que apunta a todas las canciones".
En el caso de este tango, Villamil cuenta que la historia está centrada en una pareja que se terminó "de una manera fatal y dejó asuntos sin resolver" pero, pese a este panorama, el hombre elige "mantener el pacto" y no hablar mal de esa relación. Entre otras cosas, la letra dice: "Da igual lo que diga la gente, hoy me es indiferente que se burlen de mi. Buenos Aires sin ti hoy se ve diferente. El amor de su gente hoy me evita sufrir. Lloré cuando me prometí, yo me quito el sombrero y sin dudas prefiero ser un caballero que hacerte sufrir".
Tal es así que él elige no decir si es está basada en una experiencia real o no porque eso implicaría "incumplir la promesa de la canción". De todos modos, hay mensajes dentro de sus temas que sí los representan como el verso de "Cuánto me duele" que dice: "Cuánto me duele este adiós". Según Simon, "la vida de los músicos está plagada de ‘adioces’", y reflexiona: "Yo siento que esto es una cosa que se replica una y otra vez. Uno tiene que vivirla con paz y aprender a convivir con eso porque es transversal a la experiencia de dar conciertos y girar".
Ante esto, Isaza agrega que desarraigarse de Colombia es una situación que viven casi continuamente. Para ellos, ese sigue siendo "su base" y el lugar donde recargan energías porque allí están sus afectos y, entonces, menciona a su perra Malta, que fue inicialmente el nombre de la banda hasta que notaron que había un conjunto musical brasileño llamado de igual manera. Finalmente, optaron por "Morat" como un homenaje a la finca que estaba en las afueras de Bogotá en la que hicieron sus primeros ensayos.
Los cuatro jóvenes aprendieron música a la par, y se criaron juntos porque sus papás también eran amigos. El último en incorporarse a la banda fue Martín Vargas, quien se encarga de la percusión. El hermano de Simón se sumó el 20 de diciembre de 2016 cuando el baterista original, Alejandro Posada, decidió dar un paso al costado. Durante la entrevista, Martín es el más callado de los cuatro, pero el reloj marca la salida a escena y Morat, como un equipo compuesto de pares, brinda un show donde todos cantan y hablan, en algún momento, directamente con el público.
En las dos horas y media que dura el show desfilan, en sus manos, una decena de instrumentos: guitarra acústica y eléctrica, batería, banjo, piano, trompeta, ukelele y cajón peruano. Y así, a través de su música, el cuarteto logra -como dicen en su canción "No se va"- unir Bogotá y Buenos Aires: "las dos esquinas de latinoamérica".
Balas perdidas, el nuevo CD de Morat
El recital, en fotos
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