Durante la pandemia, la cantante dio a luz por primera vez y editó dos discos; ahora se reencuentra con sus fans locales tras tres años de ausencia
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El regreso a la Argentina de Mon Laferte tiene un carácter especial, por varios motivos. El primero es el temporal: la presencia en el país de la cantante chilena radicada en México se dará a tres años de su última visita, en septiembre de 2019 (sin contar un paso fugaz en febrero de 2020 por dos festivales), con un Luna Park consagratorio. Pero además, lejos de frenar su expansión local, la pandemia parece haber incentivado su crecimiento por estos lares: este viernes, Mon Laferte se presentará en el Movistar Arena, en lo que será su presentación de mayor convocatoria en Buenos Aires de la autora de “Tu falta de querer”.
Su show en Villa Crespo tendrá además otro elemento clave. Mon Laferte convirtió a la pandemia en un espacio de creación, en todo sentido posible. No solo dio a luz a su primer hijo, sino que además en 2021 publicó dos discos (Seis y 1940 Carmen) con distintas búsquedas artísticas entre sí, y que suman aún más diversidad a una carrera caracterizada por la pluralidad y la mutación constante.
-Tu regreso a Buenos Aires será no con uno sino con dos discos. ¿Cómo fue volver a girar con tanto material nuevo para presentarle al público?
-Todo ha sido muy raro, y muy lindo también. Es raro porque son dos discos nuevos, pero yo los siento muy viejos, son discos que salieron el año pasado y ya estamos terminando este. Son discos antiguos para mí, pandémicos, que hice durante el encierro, y también son muy distintos entre sí. Uno va muy del folklore mexicano, y el otro es algo mucho más alternativo y más personal. Entonces trato como de juntar todos estos universos distintos de mis siete álbumes, incluyendo estos dos “nuevos viejos” en un concierto. Ha sido un poco difícil, pero creo que ahí vamos en este intento de poder tocar todas las canciones, de darle un poco el gusto al público y también el gusto personal a la banda.
-¿Y de qué manera se unen todos esos universos?
-Creo que es bien difícil, porque no estoy contando una historia, es todo muy diverso. De repente, hay canciones que por sonoridad quedan con otras, pero de pronto por la lírica no, entonces me empiezo a preguntar " esta donde la pongo, la toco o no la toco”. Ha sido difícil, pero lo que hice fue dividir el concierto como en tres actos, digámoslo así, como tres atmósferas y como de energías distintas, y tratando de empatar las canciones entre sí y ahí va el ejercicio. Creo que está funcionando ahora.
-Hace tres años que no te presentás en Argentina, y tu regreso significará tu show más grande en el país. ¿Cómo te sienta ese desafío?
-Yo estoy súper emocionada porque la última vez toqué en el Luna Park, y este va a ser mi concierto más grande. No he ido a hacer promo porque estuvo la pandemia. Siento que el mundo cambió mucho, es un poco una locura. Debo decir que me emociona porque yo creo que uno de los mejores públicos que yo he tenido en mi vida ha sido el de Buenos Aires, sobre todo en el Luna Park. Lo tengo así súper grabado, como que quisiera que todos los conciertos fueran igual a ese. Se supone que yo soy la que te da el concierto, pero también es como una relación de un lado y del otro. Entonces cuando uno tiene público como el de Luna Park, por ejemplo, supongo que quisieras que todos fueran así, entonces estoy muy emocionada.
-También desarrollaste tu vínculo local con dos colaboraciones, cuando grabaste “Amor” junto a Los Auténticos Decadentes, y con tu participación en Gracias Totales-Soda Stereo.
-Fue increíble. A los Decadentes les tengo un cariño increíble, los quiero mucho y me siento contenta de poder conocerlos y de haber cantado con ellos. Hace poco estuvimos presentándonos juntos en Bogotá, fue super lindo. Lo de Gracias Totales no pude hacerlo completo porque se nos cruzó la pandemia, pero fue muy loco para mí ser parte de ese show, yo sentí que era con la que se equivocaron (se ríe). Eran todas grandes estrellas del rock que yo veía desde niña o adolescente, todos mis referentes y mis aspiraciones estaban ahí, y de pronto estaba yo también y era: “¿qué hago yo aquí?” Fue increíble la verdad estar ahí en el escenario con Soda, y con todos mis referentes, entonces fue también un aprendizaje.
-Tanto en los títulos de tus canciones como en su contenido, el amor es una figura recurrente, pero no lo hace siempre desde un mismo lugar. ¿De qué manera se le puede cantar a un mismo tópico sin ser redundante?
-Yo creo que igual sí se caen en los mismos lugares, ¿no? Le canto tanto al amor como tal o a las relaciones llamadas amorosas o románticas porque soy enamoradiza, eso es lo primero. Y me gusta amar, me gusta enamorarme, me gusta vivir y sentir eso. El amor es como una fuente de inspiración inagotable, porque todos queremos que nos quieran. Eso es muy loco, porque al final el ser humano es como que se reduce a eso. Queremos que nos quieran, que nos acepten, queremos pertenecer a algo y vivimos con esa ilusión de que nos amen. Entonces creo que es difícil que se acabe ese tema para crear arte. Sobre lo de no repetirse, no lo sé. Yo creo que a veces caigo en el mismo lugar. Hay canciones que son distintas entre sí, tienen palabras distintas, melodías distintas, pero un poco es la misma historia. Hay muchas que hablan de lo mismo, pero no son de la misma relación, son de diferentes momentos de mi vida. A veces hay canciones que tienen diez años de diferencia entre una y otra, pero al final se termina pareciendo mucho lo que quiero contar.
-A lo largo de tu obra, decidiste evitar quedarte en un mismo lugar, del rock a la salsa y de ahí a la ranchera. ¿De dónde viene esa inquietud?
-Yo soy una mujer melómana, escucho todo tipo de música de toda la vida. Así como escuchaba a Radiohead de adolescente por gusto propio, también escuchaba Juan Gabriel y Los Panchos por mi abuela, pero me gustaban igual, y también podía sumarle Fito Páez y Pantera. Siempre me gustó tanta música, que nunca entendí que si hacías una cosa no podías hacer otra. Si como pan con mermelada, también puedo comerlo con aguacate (palta). Hay tantos colores que por qué no usarlos todos. Al principio me topaba un poco contra la pared con eso, porque sentía que la gente antes era como mucho más estructurada, en ese sentido. Eran un poco nazis de la música: esto sí, esto no. Pero eso ha ido cambiando, y me doy cuenta en los festivales, donde cada vez hay más diversidad. Este año en el festival Vive Latino de México hay música regional, y antes eso era una locura, porque el rock tiene que ser solo rock. Eso fue cambiando y me da mucho gusto, y yo mientras haré lo que vaya diciendo mi corazón. Ya saqué dos discos super distintos entre sí, y no sé adónde me llevará la creación. A veces lo que uno escucha también marca el rumbo, quizás escuche algún disco que se me pegue en la cabeza y diga: “quiero hacer algo parecido”.
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