Moby: “Hombre mirando al Sudeste es una de las mejores películas que vi en mi vida”
A los 55 años, Moby abre su corazón y se confiesa en un nuevo disco y un documental biográfico del que participa David Lynch; y habla de su familia argentina, del mate y de su film favorito
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Si la vida de este hombre de 55 años que conocemos como Moby y se llama Richard Melville Hall se pudiera resumir de una manera lo más justa posible de acuerdo a sus datos biográficos, pero también al eclecticismo de sus pasajes artísticos, ese resumen se llamaría Moby Doc. Y ése es el nombre del documental sobre este músico que le debe su apodo a su lejano vínculo con el autor de Moby Dick. Se estrena el 28 de este mes, el mismo día en que se edita su nuevo disco, Reprise.
–¿Los pensaste como un proyecto integral, por eso la salida conjunta?
–Desearía poder decir que sí (risas). Desearía que hubiera una gran estrategia conceptual detrás de editar ambos al mismo tiempo. Pero, en realidad, sólo salió. Son dos tipos de proyectos que nunca había hecho. En Reprise trabajo con una orquesta, con un cuarteto de cuerdas, con un coro gospel y con muchos cantantes distintos. Y en Moby Doc hago una película. Así que puede desilusionar un poco como respuesta pero el hecho de que se editen el mismo día es una coincidencia.
Moby está del otro lado del zoom pero sin cámara, habla claro y pausado. Se pueden escuchar los pajaritos de fondo de su casa en Los Ángeles. Está, en parte, dedicado a promocionar estas dos creaciones. Por un lado, Moby Doc, que retrata de una manera conmovedora y desgarradora, pero a la vez graciosa, su vida. Desde su nacimiento e infancia en Harlem, con un papá borracho del que casi no tiene recuerdos pero sabe que chocó enojado y alcoholizado, y así murió cuando él tenía 2 años. De sus primeros derroteros y derrotas, de su imagen de perdedor pero, al mismo tiempo, de ganador y afortunado. Casi todo aparece en este documental. Excepto un detalle que lo llevó a las portadas de las publicaciones chimenteras hace un par de años: su mención en el libro escrito por él mismo (Then It Fell Apart) sobre una relación que supuestamente había tenido con Natalie Portman. Por entonces, ella lo desmintió y lo acusó de haber actuado de manera perturbadora y de estar sacando provecho con esa mención biográfica. Él terminó diciendo que no debería haber escrito ese pasaje.
Por otro lado, entonces, tendremos el disco Reprise, con versiones orquestales y clásicas de sus propios temas. El mismo modo conmovedor y bello de la película, que incluye, además, un cover de David Bowie.
–El origen de Reprise se remonta a tu participación como invitado de un concierto de Gustavo Dudamel y la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, en 2018. ¿Cómo se convirtió en un álbum?
–Es gracioso porque tengo una vida musical muy extraña. Cuando tenía 8 o 9 años empecé a estudiar teoría musical y música clásica. Después, en mi adolescencia toqué en bandas punk. Y luego me metí con el hip hop y con la electrónica. Y siempre amé todos estos tipos de música. Pero nunca esperé, mientras crecía, tener un contrato discográfico, ni tampoco que alguien escuchara la música que yo estaba haciendo. Hacer discos con un sello fue una primera gran sorpresa para mí. Y cuando hace cuatro años me llamaron para tocar con la Filarmónica, con Dudamel, me quedé petrificado. Porque en mi mente todavía pienso que soy ese tipito raro que tocaba en pequeños sucuchos. Nunca esperé que me convocaran para tocar con una orquesta. Y después de eso, me llamaron para ver si quería hacer un disco con la orquesta. Me involucré en un proceso musical que nunca había hecho. La mayoría de mis discos los hice solo en mi pequeño estudio en LA.
–Alguna vez dijiste que rompiste el corazón de tu profesora de música cuando empezaste a hacer versiones de The Clash. ¿Ahora estarías curando ese corazón roto?
–Lo que realmente curaría el corazón de mi profesora es que empezara a tocar jazz. Porque ella apreciaba la música clásica pero realmente amaba el jazz-fusión. Mi gusto sobre el jazz es muy simple. Esto seguramente ayuda. Pero si hiciera covers de Stanley Turrentine o Weather Report, eso es lo que la haría realmente feliz.
–¿De qué manera la búsqueda de vulnerabilidad y simplicidad que aparece en Reprise se vio potenciada por la pandemia?
–La pandemia fue desafiante de muchas maneras distintas. Fue la primera vez en que, globalmente, todo se puso en pausa. Y ninguno de nosotros tenía la respuesta correcta, ni la política, ni las corporaciones, ni siquiera los científicos sabían qué hacer. Para tanta gente fue un momento tan desafiante que no puedo evitar pensar que haber terminado el disco durante la pandemia definitivamente contribuye a la calidad emocional de la música.
–¿Cómo elegiste las canciones para reversionar?
–Usé dos criterios. El primero fue elegir las canciones que sonarían mejor con una orquesta o con un cuarteto de cuerdas. Eso incluyó a los temas que la gente durante años me fue haciendo saber que eran sus canciones favoritas. El segundo fue incluir otras canciones, las más oscuras como “The Lonely Night” o “Great Escape”. Ésas fueron incluidas sólo porque las amo.
–Sobre “The Lonely Night” dijiste que había sido infravalorada. ¿Estás buscando hacer justicia con tus propias creaciones?
–Me hace realmente feliz que la gente esté descubriendo esta canción en particular. Y es especialmente interesante cuando se suman colaboradores y hay diferentes vocalistas. De alguna manera me siento como un padre orgulloso. Muy raro suena decir que soy un padre orgulloso de Kris Kristofferson o de Mark Lanegan.
–Incluiste “Perfect Life”, tu colaboración con Wayne Coyne (The Flaming Lips), al final del documental pero no en el disco. ¿Por qué?
– “Perfect Life” es un tema alegre. Y estará en un posible Reprise 2. Pero no era el recorrido de Reprise, introspectivo y melancólico. Pero encajaba en la película. Muchos de mis amigos directores aman las películas oscuras y los finales realistas o, incluso, desgarradores. En un mundo tan confuso, un final feliz puede ser maravilloso. Si pasás mucho tiempo confundido o ansioso, por qué no mirar una película o leer un libro que te levante. Y Moby Doc es sobre mí: ahora soy una persona relativamente feliz.
–¿Tener a David Lynch como interlocutor en Moby Doc es cerrar el círculo que empezaste con el éxito de “Go” al incorporar los sonidos de Twin Peaks?
Absolutamente. Es cerrar un círculo. David Lynch ocupa un lugar único como director estadounidense, porque combina fenomenalmente las cualidades superficiales de los americanos con el costado más oscuro de la cultura norteamericana.
–Eras vecino y amigo de Davide Bowie. ¿Por qué decidiste versionar “Heroes” y no otro de sus temas?
–Esto se remonta mucho tiempo atrás, al primer trabajo que tuve cargando palos de golf. Cuando me pude comprar Heroes y Lodger renuncié a mi empleo. Y David Bowie siempre fue mi músico favorito. En el año 1999 se mudó a un departamento enfrente de mí, y nos hicimos amigos. Y pasamos vacaciones juntos, fuimos de gira juntos, trabajamos en música juntos. Hubo un día mágico en el que vino a mi departamento y tocamos una versión acústica de “Heroes”. Ahí estábamos tocando la canción más bella jamás escrita con mi amigo, ¡que era el que le había escrito! La versión en este disco es un tributo a la canción, a él y a ese momento fenomenal en el que estuve tocando “Heroes” en mi sofá con el mejor música de todos los tiempos.
–La música y los animales te salvaron la vida y esto lo dejás bien claro en el documental. ¿En qué momento te convertiste en vegano? ¿Fue gracias a tu gato Tucker?
–Tucker era un gato rescatado. Si alguna vez estás aburrida, di una charla Ted sobre eso. Básicamente me crié con la extraña paradoja que mucha gente tiene de amar a los animales pero también amar Burger King. Y cuando tenía 19 me di cuenta de que estaba hablando con este gatito rescatado que teníamos, que tenía dos ojos y un sistema nervioso central y una vida emocional profundamente rica. Y también, un deseo de evitar el dolor y sufrimiento. Pensé que eso era aplicable a todos los animales. Así que me convertí en vegetariano en el año 1994 y vegano en 1997.
–¿Qué consejo le darías a alguien que quiere lograr un objetivo similar?
–Hay algo que solemos decir en nuestros encuentros de “Los doce pasos”, que es: progreso no perfección. Tengo un montón de amigos que dicen que desearían hacer más ejercicio o desearían ser veganos. Hacé lo que puedas. Parafraseando Cándido, de Voltaire: no dejes que la perfección se convierta en enemigo de lo bueno.
–Mencionás muchas veces tus adicciones en el documental. ¿Cuándo fue el momento de quiebre en el tuviste la fuerza suficiente para dejarlas atrás?
–De manera definitiva en el año 2008, el 18 de octubre. Había tratado de estar sobrio muchas veces. Una de las cosas que más me asustaba de la sobriedad era abandonar lo familiar, es decir el alcohol y las drogas, y reemplazarlo por algo desconocido. Y esto aplica a relaciones románticas, y a muchas cosas: la gente puede estar en una mala situación y no tener la voluntad de dejarla porque le es familiar aunque lo esté destruyendo. En octubre de 2008 acepté que era un completo adicto y que no podía seguir así. O podía seguir haciéndolo y me iba enfermar cada vez más y me iba deprimir más, y eventualmente moriría muy pronto. Y no era la muerte lo que me asustaba, era sentirme mal constantemente, miserable. Con respecto a la técnica del documental, los espectadores se pueden sentir identificados con tu experiencia pero a su vez se crea un efecto de distanciamiento con las marionetas y los dibujos, con recursos como el teatro dentro del teatro, o la parodia.
–¿Cómo fue esta búsqueda?
–Decidimos hacer lo que quisiéramos: no teníamos el mandato de hacer algo cohesivo. Porque esa es la manera en la que nos conectamos con la cultura, la gente se sienta con su iPad y mira un video de Tik Tok y después mira Game Of Thrones y luego se detiene en un video de música de 1966, y más tarde mira un clip de YouTube sobre un mono lanzando un tacho desde un árbol. No hay cohesión en la manera en que la gente consume la cultura ya. Y queríamos que la película fuera una celebración de eso.
–¿Alguna vez alguien te dijo que eras un “ser humano triste y quebrado”, como la terapeuta que te insulta en Moby Doc?
–(Risas) En el transcurso de mi vida me dijeron de todo: amigos, periodistas, familiares, exnovias. Es realmente difícil encontrar un insulto que nunca hubiera oído. Específicamente “ser humano triste y quebrado” no lo había escuchado nunca. Pero definitivamente tuve versiones de ese insulto en todo este tiempo.
–Hablando de comentarios odiosos, ¿cuándo decidiste que tu regla de oro iba a hacer nunca leer nada de lo que se escribiera sobre vos?
–Alrededor del año 2005. Recuerdo un comentario de alguien que decía que me odiaba tanto que si me veía caminando por la calle me iba a apuñalar y ver sangrar hasta la muerte. En ese momento me iluminé y pensé: por qué voy a dejar mi bienestar emocional en manos de esta persona. No podía dejar que esto me entristeciera o me afectara. Y ahí fue cuando empecé a desarrollar esta política que tengo: no leo entrevistas ni artículos sobre mí, no leo comentarios, no me miro en la tele. Lo único que conozco es mi día a día normal. Y es mucho mejor que tener mi sentido de la identidad determinado por gente que no conozco.
–¿Cuándo visitaste la Argentina, de qué manera te conectaste con la cultura local?
–Mucha de mi familia es de Argentina. Básicamente mi tío Joseph se mudó junto a su familia a Israel cuando era un adolescente y después fue a Nueva York, donde conoció a mi tía. Y toda su familia se mudó ahí. Así que crecí escuchando la pronunciación argentina. Cuando tenía 10 años mi tío me regaló un mate para mi cumpleaños. Empecé a tomar mate aunque no me gustaba pero pensaba que era cool. Toda esa parte de mi familia viene de Argentina. Así que la primera vez que fui allá me sentí como visitando a mi familia. Había mucha conexión. La parte triste es que mi español casi no existe, lo cual es un problema porque, además, mi prima se casó con un hombre de Ecuador, y toda la familia se vino con él. Así que, cuando nos reunimos, todo el mundo habla en español menos yo. Con respecto a la cultura, una de mis películas favoritas es Hombre mirando al Sudeste (de Eliseo Subiela). Recuerdo haberla visto cuando tenía 21 o 22 años. Es una de las mejores películas que vi en mi vida. Ahora que hablamos me dan ganas de volver a verla.
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