Michel Peyronel viajó en el tiempo y lo encontró igual que el presente: “Los humanos perdieron la capacidad de hacer rock”
Con su nueva banda, el exintegrante de Riff presenta hoy las canciones de su flamante disco, Nuevo rock; el recuerdo de Pappo y su opinión sobre el trap y el reggaetón
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En esta época de auge de los multiversos cinematográficos, Michel Peyronel se mudó al futuro distópico que él mismo creó cuando escribió la letra de “Pantalla del mundo nuevo” para Contenidos, de Riff (1982). Los Humanoides Disidentes que en aquella canción vivían “la alerta total” son los elegidos para darle nombre a su banda, con la cual acaba de editar Nuevo rock, disponible en todas las plataformas de streaming.
Su hijo Jean-Jacques y Art Rodríguez lo acompañan en las guitarras, Capitán Ded en bajo y Lucky Luke se adueña de los tambores cuando Michel los deja para cantar. Con esta formación ampliada (originalmente eran un trío) se presenta este jueves 9 de junio en La Trastienda. Será -según el imaginario post-apocalíptico musical que define a la banda- una hora y media excepcional en un contexto hostil: “En el futuro los humanos perdieron la capacidad de hacer rock. Tanta corrupción sónica, tanta música tropical en un país en el que las palmeras tienen que hacer un esfuerzo para crecer. Reggaetón o esa cosa horrible del trap. Yo no siento nada por eso, mi sentimiento es el rock y me gusta hacer eso. Pero el humano perdió la capacidad de hacer rock. Fijate que no hay bandas de rock de humanos nuevas. Hay muy pocas. Salvo en Inglaterra, algunas que no son tan nuevas. Como por ejemplo Muse, fijate el nivel que tienen. Está esa otra banda que tiene un cantante muy parecido a Robert Plant...
-Greta Van Fleet.
-Sí. Pero bueno, a nosotros nos gusta hacer eso. Es un estilo donde hay lugar para escribir cosas nuevas, nuevos temas y nuevas variantes, dentro del rock que tiene ese espíritu de rebelión que no existe en otro lado. Hay gente que compara esto con lo que pasó con el tango cuando éramos pendejos, pero no tiene nada que ver, porque el tango era un estilo muy particular, que no tenía la impronta que tiene el rock, que es un estallido. Muchas veces ha sido parte de un estallido social. Toda esa cosa de la pasión por ir contra lo establecido, todo eso que yo sigo sintiendo. Hay gente que dice: “A esta altura...”. Qué me importa, si lo sigo sintiendo lo voy a seguir haciendo, voy a seguir escribiendo con esos parámetros aunque escriba cosas muy actuales como “Nuevo rock”, una letra muy irónica con respecto a toda la comunicación que hay, por intermedio de elementos tecnológicos. Una especie de “Mal romance” actual. Él se relaciona con ella a través del celular y las redes sociales en vez de la relación más lógica, que estaba bastante bien. Es una ironía, tampoco es una crítica a todo eso porque a mí también me parecen muy útiles. Le veo una cosa muy interesante a las redes sociales.
-Se discutió mucho si Riff era heavy metal o no. No siempre, pero quizás algunos temas lo fueran. ¿Hay temas de Riff en los que sentís que sí hacen heavy metal?
-Esto que te voy a decir quizás suene muy arrogante o soberbio, pero las grandes bandas no son conocidas por su estilo: marcan su propio estilo. Si vos decís “Zeppelin”: ¿qué estilo era Zeppelin? Tiene algo de metal, de rock pesado, pero ¿qué tiene sobre todo? Estilo. Me gusta pensar que Riff era una banda con su estilo. Yo venía de Extraballe, en Francia, que era una banda que andaba muy bien y que éramos parte del nuevo (en esos días) movimiento del punk y del new wave. Entonces mi forma de tocar era muy en esa onda, es en lo que me crié. Y eso, y la forma de escribir, lo traje a Riff. Como Pappo y Vitico trajeron su impronta, que era más de rock pesado. Y esta combinación que hubo dio este sonido nuestro. Hay temas como “Mal romance” con una impronta re punk, pero también con algo del pop. Si lo tocabas de una manera más suelta era un tema pop, pero era tan mortífero que sonaba a Riff. Y muchos otros temas también. Entonces sí, teníamos un lado metalero y había temas en los que íbamos para ese lado. “La dama del lago”, varios. De esos riffs bien metaleros tenemos varios, pero el sonido de la banda era un estilo. Y me gusta pensar -modestia aparte- que con los Humanoides también vamos para ese lado. Probamos cosas muy diversas. Tenemos un tema que se llama “Portémonos bien mal”. Jean Jacques dijo “este tema podría ser jazz-metal”. Y sí: tiene un riff medio metalero dentro de un groove más jazzy. Después hacemos una versión de “Non, je ne regrette rien”, que era un tema que cantaba Edith Piaf y lo hacemos en versión funk-metal. No sé por qué en ese tema mi tono de voz va increíble, me siento en casa. Y así hay temas muy disímiles. Hemos encontrado un sonido.
-Con respecto a “Pantalla del mundo nuevo”, tema de Riff que ahora hacés con Humanoides, hubo gente en Internet que se tomó la letra muy en serio. Hablo de profecías y demás. ¿Te llegaron esas historias?
-Me han hecho notas al respecto. Para CNN, para muchos medios. Si me preguntás en qué estaba pensando cuando lo escribí, la verdad que no sé. Era imaginación. Pero capaz que había algo de eso, de premonitorio. Yo tengo una forma de ver las canciones como cómics. Antes tenía problemas con mi mujer que me decía: “Y esa Betty Silicona, ¿quién es?”. Y yo le decía: “No es, es una especie de Mata Hari moderna de la Guerra Fría”. Es más: venían y me decían: “Tengo una mina para presentarte, es Betty Silicona”. Yo preguntaba por qué y me lo decían con un gesto. Pero no, lo de “silicona” no tenía nada que ver con eso, era por un chip que tenía ella en la cabeza. ¡Las interpretaciones que te hacen a veces! “Susy Cadillac” lo mismo. Me inspiré un poco en Jane Mansfield, que tuvo un trágico final en el auto, manejando. Con Pappo fue gracioso, porque yo decía “tan solo quedan marcas de rouge en los cromados” y Pappo decía: “No, cómo vas a decir rouge, tiene que ser sangre”. Yo le explicaba: “Ella, cuando queda decapitada, la cabeza fue rebotando por el capot y con los labios fue pegando en los cromados, de ahí las marcas de rouge en los cromados”. Ahí entendió (risas). Con “Mala noche” me decía: “No, acá no podemos tocar esos temas, nos matan”. Le parecía que, como era como un rap, no era para tocarlo ahí. “Boludo, mirá el riff que tiene ese tema, más pesado que vaca en brazos, ¿no te parece lo suficientemente pesado para este lugar?”.
-Riff tiene uno de los discos que peor suenan de la historia del rock argentino, Ruedas de metal y uno de los que mejor suenan, Que sea rock. ¿Tiene arreglo el sonido del primero?
-No, eso ya fue porque está mal el origen. Yo recién llegaba de Francia y el último disco que había hecho yo había sido en el Château d’Hérouville, que era un castillo del siglo XVIII donde vivió Chopin, un lugar con una historia increíble que tiene un estudio de grabación que fue groso en los 70. Bowie grabó dos discos ahí, Elton John, Bad Company... y mi disco siguiente fue Ruedas de metal, en un estudio de mierda con un ingeniero inútil. Tuve varios encontronazos con el ingeniero y Pappo, como no le gustaba que nos hablara mal, estaba al borde de pegarle. Yo dije: “Hagamos lo mejor posible con esto, este tipo no sirve”. Hoy, gran parte de Nuevo Rock lo grabé en mi casa. Y suena espectacular. Le mandé “Je ne regrette rien” a dos ex compañeros de Extraballe que viven en París y es como si uno de ellos hubiera hecho una versión de “Mi Buenos Aires querido”. Y me decían: “Impresionante como suena”. El disco lo terminamos haciendo Jean Jacques y yo solos en mi casa, y después me iba a lo de un amigo que tiene un estudio un poco mejor que el mío.
-Y en cuanto a Que sea rock: ¿Qué vuelta le encontraron ustedes o el ingeniero Álvaro Villagra para que en el disco suene todo donde tiene que sonar?
-Con Álvaro hicimos muchas cosas juntos. Con él fuimos a grabar a Abbey Road; él fue de ingeniero y yo de productor. A toda mákina [su primer disco solista, de 1984], que también lo tengo editado recién en Spotify, está remasterizado por Álvaro. Tiene muy buena mano para el audio. Y la verdad que me llevo fantástico con él porque, de alguna manera, en muchos discos de Riff fui como un productor encubierto, porque los demás no querían saber nada. Celos y boludeces así, pero siempre hay un boludo que se ocupa de eso. A mí me sale natural. Lo hago también con la banda que tengo ahora, busco lo que mejor pueda resolver los diferentes arreglos, las formas de tocar de la banda. ¿Por qué voy a dejar de hacer algo que sé hacer?
-Hablando de tu trabajo como productor: al primero de Los Violadores seguramente le tendrás mucho cariño. ¿De qué otro disco en el que trabajaste tenés un buen recuerdo?
-De todos. Con Mercado indio [Los Violadores, 1987] hicimos un muy buen disco. El Agujero interior de Virus (1983) fue un antes y un después para la banda y para todo. El primero de Attaque [Dulce Navidad, 1989]. Fueron discos que hicieron historia. El anteúltimo de Los Tipitos [Ojos tremendos, 2016], pero eso es otra historia. Nunca hice a una banda de rock pesado, aunque parezca mentira. Bandas muy intensas, sí. Bulldog fue otra, Pier. Me gusta producir. Tiene un lado feo también, que a veces es muy difícil la relación con la banda. Tenés que ser el director del disco y algunos se olvidan de que son ellos mismos los que pidieron un productor. Y yo tengo cada vez menos paciencia con eso. Me gusta Rick Rubin, los discos que hizo con Johnny Cash. Mutt Lange también. Fijate que hace el último con Bon Scott [Highway to Hell, AC/DC, 1979] y el siguiente, Back in Black (1980), ya con Brian Johnson, y no se parece en nada el sonido de un disco al otro. Increíble.
-Además de por la música, con Riff eran célebres por ser gente “inquieta” en camarines y giras. ¿Cómo se vive esa parte del rock a la edad que tenés ahora?
-No, pero el quilombo lo hacía la gente que venía a vernos, nosotros no hicimos casi nada. Tuvimos un par de episodios pero no éramos de tirar el televisor por la ventana. Una vez Pappo solo rompió el hotel de un amigo mío, había tomado no sé qué pastilla y le pegó a Vitico, una cosa de locos. Después estábamos grabando en un programa de televisión, de golpe se va Pappo al baño y estaba todo el baño cubierto de sangre: había tenido una hemorragia. Lo internaron, zafó de casualidad. El otro episodio fue en Córdoba... [se tienta]... rompió todo, la gente se encerraba en las habitaciones porque estaba Pappo rompiendo todo, era un monstruo. Se fue al bar y le tiraba a las botellas con otras botellas, un quilombo.
-¿Qué tienen preparado para este show de La Trastienda con Humanoides? ¿Van a tocar el disco entero?
-Entero no creo, nunca se toca el disco entero. Vamos a tocar la mayoría, algunos temas de A toda mákina y también muchos clásicos de Riff, que con esta formación de dos guitarras suenan más rifferos que antes, cuando los hacíamos en trío. Pero siempre con nuestro toque. Sí respetamos muchas cosas: los solos de guitarra tratamos de que sean iguales. En muchos de los temas de Riff los solos tienen una melodía que si no la escuchás así es raro. Hacemos “Bienvenida a mi lado oscuro”, que Jean Jacques terminó sacando ese riff que es re difícil y le sale buenísimo. A “Lily Malone” la llevamos a un groove un poco más jazzy. Me enganché con eso y me siento Dean Martin.
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