MIA, un "milagro argentino": la historia de la familia Vitale y su gran aporte a la música
En una casa de barrio de la calle Rivera, al 2100, de Villa Adelina, se gestó a mediados de los 70 la agrupación MIA (Músicos Independientes Asociados), proyecto artístico y musical que adoptó la autogestión y la libertad creativa como banderas. Por iniciativa de Rubens ‘Donvi’ Vitale, padre de Liliana y Lito Vitale, y de su esposa, Esther Soto, la propuesta fue cuna de buena parte de la cultura alternativa de la época.
El grupo se caracterizó por organizar convocantes actuaciones y por promover grabaciones fuera del circuito comercial con la activa implicancia de sus integrantes en los distintos pasos de la producción musical. Destacó por sus innovaciones artísticas en la música instrumental y desmontó roles de género con mujeres cantando música popular a capella o tocando la batería. Todo ello entre 1975 y 1982: con arte y desde una resistencia pacífica, MIA desafiaba así los oscuros años de la dictadura.
En aquella casa situada en una esquina desierta, que era también estudio de grabación, cobraba forma un legado que terminó trascendiendo a la saga de los Vitale y que atrajo a artistas como Alberto Muñoz, Juan del Barrio, Daniel Curto, Verónica Condomí, Mex Urtizberea, Gustavo Mozzi, Kike Sanzol, Emilio Rivoira y el recordado Nono Belvis; a técnicos de sonido como Carlos Melero y Ángel Itelman y a comunicadores e intelectuales nucleados alrededor de la revista El Expreso Imaginario, como Jorge Pistocchi o Miguel Grinberg.
MIA publicó cuatro discos (uno triple) y albergó a distintas subformaciones: dúos, coros, tríos y otras propuestas interdisciplinares. Las bases que sentó para la producción independiente en el país dieron lugar a fenómenos como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota o, más acá en el tiempo, la Unión de Músicos Independientes (UMI). Grupos como Los Piojos o La Renga también bebieron de su herencia y artistas como Luis Alberto Spinetta, Egberto Gismonti, Miguel Ángel Estrella o Gustavo Santaolalla se vincularon con ella.
La historia de la formación es retratada en un documental disponible en la plataforma Cine.ar bajo el título Rivera 2100. Entre el ser y la nada, dirigido por Miguel Kohan sobre una idea de Lito Vitale, Mariana Erijimovich y Marcelo Schapces, y con producción musical de Lito en base a melodías de MIA. La película navega de forma emotiva por el recuerdo de aquellos años de independencia creativa, producción y encuentro. Sobre ello, hablaron con LA NACION sus protagonistas.
Lito Vitale: "Surgió la necesidad de una producción en la que no mediase el dinero"
Lito Vitale era un adolescente cuando su casa comenzó a convertirse en ese gran centro de reuniones. Creció estimulado por el binomio formado por su padre, nacido en Maza en 1929, y su madre, antropóloga, arqueóloga, profesora, escritora y gestora. Junto a Donvi y Liliana, Lito integraba por aquel entonces una compañía musical. La familia frecuentaba el Di Tella y escuchaba los discos de los Beatles, Almendra, Manal y el rock progresivo inglés.
En la casa, que hoy es una imprenta, las tertulias crecían alrededor del "Goyete", el piano -desarmable- que Lito sigue utilizando en sus shows y que la familia había adquirido a un amigo que lo utilizaba como andamio. Donvi adaptó el instrumento y lo bautizó con tal término del lunfardo para referirse a la búsqueda del sentido profundo de las acciones, a su razón de ser, un concepto que atravesó el espíritu de MIA.
Sobre el legado de su padre, Vitale opina: "Él trataba de que sus alumnos encontraran en su interior la pasión por la música y tenía una obsesión por tratar de no mezclar el camino artístico con el económico de la subsistencia. Es lo contrario a lo que sucede ahora con el marketing y con eso de darle a la gente lo que la gente quiere escuchar". Lito cuenta que Donvi tuvo de alumno durante muchos a Andrés Calamaro y que se la pasaban hablando. "Mi viejo era muy propenso a la conversación larga y profunda. Y ahí cayeron figuras como Spinetta, que se quedaban hasta altas horas de la madrugada charlando en mi casa".
Sobre la autogestión impulsada a través del proyecto, Lito agrega que en momentos en que las discográficas dominantes, RCA y PolyGram, adjudicaban a los artistas un productor musical que decía qué canciones tocar y de qué manera, con arreglos de orquesta que no condecían con el deseo ni con la estética del artista, sus padres dijeron: "De ninguna manera es así la película, nosotros tenemos que dejar que ustedes, que son los músicos, decidan todo en lo artístico".
"La existencia determina la conciencia", menciona Donvi -murió en 2012- en un fragmento del documental (extraído de la película Charco. Canciones del Río de la Plata). "Soy por naturaleza un pedagogo, en particular de la música y en general de los oficios mecánicos y no tan mecánicos, con implicación como delegado gremial y que sigo creyendo en el sindicalismo y en las revoluciones sociales", afirmaba entonces. Lito destaca también de su padre su retórica. "Con MIA cayó más de una vez la cana a ver qué estábamos haciendo cuando escuchábamos los discos importados o hacíamos la obra en que nos disfrazábamos, y mi viejo los frenaba y no sé qué les decía, pero los tipos se iban".
La casa de Rivera se vendió a finales de los 80 y Lito fue el último en mudarse, a los 25 años, cuando sus padres ya vivían en San Telmo. En Villa Adelina, Donvi había dado clases de música con un método no convencional que cada vez atraía a más alumnos y de donde nacería MIA. "Empezaron a llegar personajes como Alberto Muñoz o Juan del Barrio. Venían a ensayar los sábados y en esas trasnochadas surgió una necesidad de organizar una cooperativa de músicos en la cual no estuviese de por medio el dinero, y que la recaudación de un concierto fuese para grabar un disco, y que si ese disco funcionaba bien, ese dinero fuese para comprar instrumentos. Los primeros discos de grupos como Los Redondos salieron de ahí, de un sello nuestro, Wormo. Fue un puntapié inicial a la producción independiente que después adoptarían La Renga, Los Piojos y una cantidad de músicos muy convocantes", agrega Vitale, que por aquel entonces tocaba el piano, la batería y el bajo en un distintas formaciones.
MIA contaba con dos sellos propios, Ciclo3 y Wormo, que cedía a músicos amigos, y producía artísticamente las tapas de los álbumes, con diseños conceptuales. También alquilaba ocasionalmente el Teatro Santa María para celebrar conciertos de las distintas vertientes de MIA, escuchar discos importados y organizar charlas y actividades que llenaban el recinto. Los jueves tenían invitados, como un joven Luis Alberto Spinetta que ya alababa el trabajo del grupo: "Esto no es eventual. En MIA encontré un calor impresionante desde el punto de vista humano y unas condiciones musicales alarmantes. Es impresionante su labor desinteresada por la música nueva", dijo el legendario artista en uno de esos encuentros, registrado al comienzo del documental.
MIA fue también precursora del crowdfunding. Esther había armado un "fichero" con datos de los cerca de cinco mil admiradores de MIA. La inflación de finales de los 70 llevó al grupo a recurrir a esos "fieles" para que compraran el disco por adelantado. Recibieron giros de todo el país y pudieron editarlo. A cambio, enviaron uno por uno los discos por correo a sus destinatarios. Osvaldo Papaleo quiso comprar esa gran base de datos, que no estuvo a la venta. De hecho, al comenzar las desapariciones en dictadura, Esther quemó el listado.
Liliana Vitale, una mujer en la batería: "El liderazgo era rotativo"
Liliana Vitale señala que MIA les "dejó una marca en el orillo tras haber compartido una experiencia tan colectivista, cooperativista y horizontal". Ve paradójico que en tiempos de la dictadura vivieran puertas adentro "tal maravillosa libertad para buscar creativamente sin que hubiera un líder de banda, como habitualmente pasaba en el rock". En este sentido, destaca el "liderazgo rotativo" que definía al grupo: "si la propuesta era de Alberto Muñoz, eran canciones, poesía o una obra conceptual; o podría ser una obra de Juan del Barrio, de Lito Vitale o del Nono Belvis".
La cantante y compositora cree que ese legado se basa en un modo de hacer y proceder, de autogestión independiente del Estado y del sponsor, de experimentación y "de cuidar algo muy profundo bautizado con los años por Donvi como el ‘goyete’, de un sentido profundo de independencia creativa y libertad de criterios".
Liliana menciona que también el amor estaba presente dentro de la agrupación. "Había muchas parejas, no solo mis viejos, sino Alberto Muñoz y Perla Tarello, Emilio Rivoira y María Pita, Lito y Verónica… y lo más hermoso que se me viene a la memoria es el comienzo de mi relación amorosa con el Nono Belvis, con quien después tuvimos un hijo maravilloso, Juan. Fue una relación importantísima para mí, maravillosa para toda la vida. Él era un sabio músico que nos convidó a todos la mejor música del mundo, un ser desprejuiciado que se daba cuenta dónde había goyete".
En MIA, Liliana cantaba y tocaba la flauta y la batería. También redactaba junto a Juan del Barrio los primeros boletines informativos del grupo y era autora de creaciones musicales junto a Alberto Muñoz y Verónica Condomí, con quien integró un dúo de voces a capella aún vigente 40 años después.
Para esta última, el camino de la independencia en la producción musical fue una marca de por vida. "Eso nunca lo abandoné, ni tampoco mi dúo con Liliana, con quien hace poco hicimos el disco Elementales. Todo lo que me permitió sembrar en la música MIA es un gracias para siempre", señala. En su caso, fue una experiencia profesional y de crecimiento. Con 16 años, le permitió experimentar en libertad en un contexto "muy hermoso y humano".
Mex Urtizberea: "Donvi fue mi maestro y estuvo presente en todo lo que hice después"
Mex Urtizberea comenzó a frecuentar desde muy joven a los Vitale y, además de convertirse en una suerte de discípulo de Donvi, fue él mismo quien lo consideraba como un segundo padre, más allá de la gran amistad que lo unía a Lito.
"Donvi fue mi maestro, quien me enseñó todo y quien me abrió la cabeza en mi adolescencia. Le estaré eternamente agradecido. Me enseñó a tocar el piano y a componer. Yo desde chico tocaba la batería y tenía un compañero de colegio que estudiaba con Donvi, estaba en cuarto año, y hacia el 76 fui a ver un show de MIA en el teatro Odeón, el primero de un grupo de rock sinfónico. Cuando vi a Liliana Vitale tocar la batería no lo podía creer. Me pareció hermosamente insolente al sistema. Empecé a estudiar batería con Lito, que toca todo bien. Yo tenía 16 y él 15", cuenta hoy el músico y actor.
A Mex le fascinó el método de Donvi, que terminó aplicando luego él mismo como docente. "Él tenía la teoría de que vos podías tocar el piano aprendiendo un tema de Bach o de Palito Ortega. Estaba en contra de los métodos de conservatorio, era una cosa más humana. Lo puedo sintetizar diciendo que nunca lo escuché tocar el piano. Aprendí a tocar el piano sin que él lo haya tocado nunca delante mío. Eso es una síntesis de lo que era como docente. Me ponía las manos sobre las teclas y hacía que yo buscara por el oído la melodía, desde un lugar más afectivo y vivencial", agrega.
En la segunda clase con Donvi, Urtizberea ya improvisaba y, para la tercera, había compuesto su primer tema. "No lo podía creer, ¡una excitación! Él tenía una cabeza increíble, con una filosofía de hacer las cosas en la que todo se veía posible. Me enseñó muchísimo en todo sentido. En todo lo que hice después en mi vida estuvo Donvi ahí metido. Estuve siempre con él, muchos años, era como su asistente, como el saltamontes o el instrumentista y fue toda una enseñanza. Por ejemplo, él estaba armando una mesa, serruchando, y me decía: ‘adiviná qué preciso ahora’, y si yo estaba concentrado en lo que estaba haciendo, tenía que saber si necesitaba un martillo, un clavo o una tenaza. Y yo lo seguí fiel, muchos años estuve a su lado".
Mex, que tiempo después formaría La sonora del Plata junto al Nono Belvis, ayudaba a Donvi a construir todo tipo de infraestructuras, como un galpón en la terraza de la casa, el propio estudio de grabación o el interior del ómnibus-cama que utilizaba MIA para sus actuaciones por el interior.
Alberto Muñoz, Juan del Barrio y la amistad en torno a la música
El compositor y poeta Alberto Muñoz considera que MIA era "una necesidad en el tiempo, un procedimiento ético y artístico" y apunta que a sus integrantes los unía la música, la amistad que crecía en torno a ella y "una necesidad de intervenir en esos acuciantes días de armas, vigilancias y terror".
Sobre ello, profundiza: "La idea era volver a reunir el arte en todas sus expresiones. En el Santa María juntábamos a una cantidad de público joven que se encontraba para escuchar un recital de poesía o ver una exposición de pintura; el fin de semana, MIA tocaba su música, y durante la semana venían desde el interior grupos que invitábamos, produciendo con eso un gran vaso comunicante entre el interior y la capital, lo que hoy podríamos llamar un gesto federal. Éramos muchas personas coordinadas inteligentemente por Donvi Vitale y Esther Soto, que tenían ya una lúcida experiencia y un diseño para producir una política cultural".
Juan del Barrio, que después de MIA tocó con Los Abuelos de la Nada -es el actual productor en esta nueva etapa de la banda- y con Spinetta Jade, cuenta que el grupo le permitió el desarrollo de su personalidad como compositor e intérprete. "Además, me hizo encontrar en la actividad pedagógica musical una herramienta de investigación y una salida laboral, ya que el trabajo de músico generalmente se desenvuelve de una manera informal y muchas veces no alcanza a cubrir las necesidades. En un momento en que la única posibilidad de grabar un disco era solo a través de un contrato con discográficas que no estaban dispuestas a difundir música no comercial, creamos un sello independiente (Ciclo 3) que permitió que nuestros proyectos vieran la luz", señala.
Independientes versus dependientes: el partido en el que Spinetta jugó con MIA
MIA se alejaba de los comportamientos del rockero medio de entonces y Donvi y Esther fueron determinantes respecto a la negativa de consumir drogas, lo cual los alejaba de algunos circuitos musicales. Hacia finales de los 70, se organizó un partido de fútbol entre los ‘independientes’ de MIA y los músicos ‘dependientes’, principalmente agrupados bajo los paraguas de los productores Alberto Ohanian y Daniel Grinbank.
Se jugó en la cancha de Excursionistas y MIA contaba en su alineación con Lito, Mex, Rodolfo García -baterista de Almendra-, y nada menos que Spinetta, que eligió jugar para el bando de la autogestión.
Del otro lado figuraban, entre otros, Rinaldo Rafanelli, bajista de Sui Generis y a quien "marcaba" Mex; y Miguel Zavaleta, cantante de Suéter, "que terminó enojadísimo porque en el segundo tiempo había llegado la barbarie, que era Pappo, con dos más, por lo que el equipo pasó de 11 a 14 jugadores", recuerda Urtizberea.
Donvi ejercía de director técnico en un partido que terminó en empate: 5 a 5. "Querían seguir y desempatar, se había puesto bravo, hasta hubo piñas", recuerda Mex sobre este memorable encuentro entre los del 'goyete' y los músicos "pesados".
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