Melodías para un pianista inspirado
Presentación del disco "Melodías", del pianista Alejandro Franov. En Notorious.
En materia de pianistas, la escena del jazz evidencia una sana variedad con artistas que además de exhibir ideas propias trasuntan carácter en sus propuestas. En la presentación de su quinto disco, "Melodías", un trabajo de solo piano, Alejandro Franov deja ver, de manera despojada, buena parte de su mundo interior.
En efecto, prácticamente sin recurrir a la improvisación, el músico trabajó sobre un puñado de melodías en las que mostró un fuerte componente lírico. Aun en las piezas basadas en pequeños motivos casi abstractos, tanto su manera de pulsar las teclas como sus silencios denotaron una extrema sensibilidad que llevó al auditorio a una hipnosis colectiva.
Para el comienzo del concierto tomó varias piezas, como "Rigen" y "Huemules", a las que abordó desde sus puntos comunes, como si la fuerza del concepto se sobrepusiera a cualquier cuestión armónica. Así, la música recorría dos piezas conjugadas por la sensibilidad y una riqueza melódica de un vuelo delicioso. Quizá por la naturaleza de la propuesta, quizá por un criterio que tiene en la síntesis su núcleo central, las composiciones pecan de fugaces, como si la fuerza del concepto no contase con suficiente estructura. Apenas unas líneas de un rico dinamismo se diluían en el siguiente tema.
"Melodías" encarna una forma de expresión que va ganando terreno en el jazz porteño, que es la de construir canciones desde una perspectiva integral, menos condicionada por la voluntad de demostrar qué tan lejos se puede llegar desde una frase y qué tanto se puede improvisar. Franov desarrolló un camino con trabajos como "Himno", "Beijing" y "Dentro", composiciones anteriores a este disco que, evidentemente, tienen la capacidad de una relectura.
Sin sobresaltos ni tampoco intentos de cambiar el rumbo melódico, el artista mostró una articulación moderna, un criterio generoso en silencios y una forma pianística colorida.
En otras piezas, como "Luz de lux" o "Merced", dominada, esta última, por un ostinato, su estilo gana en agresividad. Sus líneas son cortadas, hay una modificación en su estética, como si de pronto Franov se conectase con un mood diferente, como si se dejase llevar por un espíritu guerrero; un portazo a la calma.
Después "Sauce", una verdadera pequeña gran obra que marca el regreso al lirismo. Apoyada en una melodía que parece ir surgiendo desde dentro del piano, el músico toma una idea para desarrollarla libremente, casi como si este tema tuviese vida propia. La melodía tiene una densidad armónica intensa que ejerce una suerte de magnetismo sobre el público. En Franov todo parece azaroso, como si la música viniese a buscarlo al piano, como si la inspiración estuviese siempre cerca, a su lado, en el piano o en el instrumento que toque.
Franov dejó atrás, al menos en este disco, su actitud exploratoria, como si un investigador cansado de la alquimia recurriese a las eficientes recetas de su abuela.
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