Sus influencias van desde La Lupe hasta la astrología; aunque una docente le dijo que jamás podría cantar, es una de las voces más auténticas del panorama musical actual
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Alguna vez, una profesora le cercenó el ingreso al coro del colegio argumentando que tenía la voz enferma. Ese diagnóstico, apresurado e insensible, podría haber marcado para siempre a esa niña que soñaba con expresarse a través de la música. Sin embargo, sabido es que hay temples que se sobreponen a todo. La convicción de Mel Muñiz, la chica de voz exótica que se mete con géneros sacados del arcón, es de una naturaleza sostenida a pura vocación y talento.
De más está decir que no hubo tal distrofia en las cuerdas vocales y, varios años después, su estilo personal la ubica en un lugar referencial de los circuitos más exquisitos de la música. “Me lo dijo de una manera tan agresiva que, por vergüenza, ni siquiera se lo conté a mis padres. Era la época de la escuela primaria y pensé que lo que me había dicho era cierto y que no iba a poder cantar nunca”, rememora esta artista difícil de catalogar y a la que la pandemia no le impide ir mostrando Aguerrida, su primer material solista que reúne buena parte de ese ADN tan particular que puede ir del bolero al swing, pasando por el foxtrot. Acaso en la astrología, su otra afición, encuentre buena parte de las respuestas a ese destino en torno a instrumentos, canciones y experiencias estéticas en varias bandas al mismo tiempo.
Facetas
“Una de mis versiones la muestro en mis conciertos, porque arriba del escenario es donde me siento más libre o, al menos, uno de los lugares donde percibo eso”. Tocando en vivo, Mel Muñiz despliega sensualidad para acompañar una voz de capas profundas hasta el paroxismo.
-¿La artista del escenario es diferente a esa otra que hace un trabajo más introspectivo en el proceso de creación?
-Soy muy ordenada, me gusta la estructura. Mi casa está muy ordenada y soy muy constante con mis horarios cuando ensayo o tengo que entrenar. En cambio, siento que el escenario es el único lugar donde no soy estructurada y está bien que así sea. Allí es como si estuviese flotando, haciendo la plancha en una pileta, en mi centro, en eje.
Mel Muñiz se enfoca en la música desde la composición y el canto, pero también es una destacada intérprete de diversos instrumentos. Lo suyo es rescatar un repertorio de géneros de época. Y si a un bolero lo sumerge en una atmósfera desgarrada, con el son despliega una amplia paleta de colores más festivos en busca de esa esencia latinoamericana. Además de ser instrumentista, y luego de haber sido parte de Las Taradas, hoy integra las agrupaciones La Familia de Ukeleles, el trío femenino Bourbon Sweethearts y conforma un dúo con Rodrigo Núñez que transita el jazz antiguo. Y hasta se dio el lujo de ir cantar jazz a Nueva York con ganada autoridad.
Egresó de la Escuela de Música de Buenos Aires y estudió en el Conservatorio Astor Piazzolla. Además, es docente de canto, teoría y armonía, y es una consecuente maestra de ukelele, instrumento que atraviesa buena parte de su energía artística.
-Cantaste mucho en inglés y hoy te estimulan géneros en español como el bolero y la ranchera. Se percibe un trabajo de personalización de cada corriente estética que elegís transitar.
-Canté mucho jazz y swing y, si bien interpreto diversos géneros, creo que cada canción pide algo y trato de dárselo. Al hacerlo en español, no quería hacer jazz, así que preferí volcarme al bolero, género que ya hacía en mi agrupación Familia de Ukeleles, y también estuve cerca del vals. Quien, de alguna forma, le da unidad a todo esto es Juan Pablo de Mendonca, que es mi productor musical. El viajó a Cuba, vivió en México, es una persona muy allegada a todos estos géneros que estoy abordando y eso me hace sentir muy contenida musicalmente.
La conexión con las orquestas tradicionales y la música de época se conjugan en Aguerrida, un material con temas de su autoría que replican ese universo que desnuda cuando toca en vivo. “Es un juego que nació cuando grabamos el disco y nos propusimos ser libres, que el disco fuese lo que nosotros queríamos que fuese. Así es como aparece un tema arreglado para orquesta, una balada que tiene batería. Me animo a decirte que en el disco suenan más de 50 instrumentos y grabaron más de 30 músicos. Nos interesó generar colores nuevos”, reconoce la cantante.
Una de las formaciones que la acompañan en escena está conformada por Juan Pablo de Mendonca (director y productor musical, a cargo de la guitarra criolla y eléctrica, acordeón, entre otros instrumentos), Jorge Vardé (percusión, conga), Santiago Lemos (timbal), Lautaro Merzari (maracas, mandolina, jarana), Lionel Cejas (contrabajo) y Francisco Huici (saxo soprano, guitarra). En escena, puede comprobarse esa posibilidad de abordaje de múltiples instrumentos. En la estética Mel Muñiz, maracas y mandolinas son moneda corriente. A su modo, la Muñiz fue entramando un tejido estético y poético donde había influencias de La Lupe, Chabuca Granda, Billie Holiday y Ella Fitzgerald. Lindo combo para la artista guiada por su director Juan Pablo de Mendonca, quien, además, lidera las orquestas Sonora Marta La Reina y Alegrías de a Peso.
-En tu trabajo de recuperar acervo, aparece un tema como “Japonesita”, hoy todo un exotismo.
-Es precioso. Cuando me di cuenta que no tenía un foxtrot, apareció este en español.
Germen
Más allá de aquella docente que intentó desmotivar, lo cierto es que Melisa, tal su nombre de documento, fue encontrando diversas estimulaciones que confirmaron el rumbo: “La música me gustó siempre, aunque no se escuchaba demasiado en mi casa. Cuando era bebé, mi mamá me tocaba la guitarra, pero siempre se dedicó al Derecho, así que, a mis tres años, se guardó el instrumento y no se sacó más. Mi papá era más rockero, de escuchar a Deep Purple, pero no era muy melómano”.
-Entonces…
-Entonces no tengo ni idea. Cuando tenía 14 años conocí a unos amigos que tocaban, me entusiasmé con la guitarra y empecé a estudiar. Después canté con amigos en una banda de punk que se llamaba NKM, algo que no significaba nada. Y luego de eso, unos compañeros del colegio que tenían una bandita me llamaron para ser la voz.
-Puro estímulo, menos aquella profesora.
-Me dijo que tenía la voz enferma y, como era tan chica, se me había metido eso en la cabeza, por eso me dedicaba a la guitarra. Sin embargo, cuando la gente me escuchaba cantar me decía que tenía mucho power.
-Aquella frase de la docente, fue una forma grosera de cercenarte.
-Pero la vida tiene sus vueltas y llegué a donde quería llegar.
-”Vals para ella” es un bello vals abolerado dedicado a tu madre.
-Mi mamá no vive, pero sucedió algo particular. Cuando compuse ese tema, aún no tenía un proyecto solista, así que esa canción no la tocaba, no era parte del repertorio de las bandas en las que estaba. Lo increíble es que la compuse, un año antes, cerca de la fecha de la muerte de mi mamá.
-¿Llegó a conocer el tema?
-En el 2018, hice una fecha de boleros y valses junto con Lili Rossi, maestra y amiga, y me di el lujo de tocar ese vals por primera vez en un escenario y fue la última vez que me vio en vivo mi mamá, que murió a los 59 años. Es una canción de despedida, pero no lo sentí así cuando la compuse.
Influencias
-¿Cómo llega la astrología a tu vida?
-Soy estudiante, siempre me gustó. Cuando comenzó la pandemia, y a cerrarse todo, empecé a estudiar de forma más autodidacta y a hacerme cartas natales con diversos astrólogos. Luego me puse a estudiar con un amigo y, ahora sí, comencé la carrera formalmente y puedo decir que ya tiro las cartas del Tarot de Marsella.
-¿Qué encontrás allí y que respuesta te da a la vida?
-Me encanta que me lo preguntes. Se trata de un lenguaje de símbolos, como la música.
-Celestial como la música.
-Me parece que son herramientas milenarias, una forma de autoconocimiento y empatía hacia los demás. Todos somos muy diversos y es muy lindo poder darle una mano a una persona a partir del azar de las cartas. El otro puede tener una energía muy distinta a la de uno, pero a través de las cartas aparece esa posibilidad de empatía al conocer a la persona.
-Hablás del azar de las cartas, pero en la carta natal no hay azar, los astros definen.
-La carta natal es una foto del cielo visto desde el lugar y el momento en el que se nace. Es muy loco, porque son energías disponibles con las que uno está trabajando toda su vida, por eso la carta natal es una gran herramienta.
-¿Cómo convive la astrología con el arte?
-Para mí se convirtió en una gran musa.
-¿Por qué?
-Le compuse canciones a la energía de varias cartas o de algún otro aspecto astrológico.
Así como se ampara en el compromiso con los astros, también su arte bucea en sororidades imprescindibles. Aquella madre feminista sembró en ella una semilla que germinó con creces: “Somos hermanas” es una bandera necesaria incluida en el disco Aguerrida. De esas cuestiones también habla la chica que le dio nuevos aires al bolero.
-¿Tenés método a la hora de componer o se trata de una inspiración más aleatoria?
-Las musas van mutando. Trato de hacerme los espacios, de guardar el celular en una cajita para que no moleste, pero, puedo estar caminando por la calle y que se me ocurra una idea. Si eso sucede, la grabo en el celular y luego la desarrollo. También suelo escribir frases o palabras que me gustan, así que tengo cuadernos llenos con todo ese material. También me inspiran las películas, me suelo escribir frases de los diálogos que me interesan y me sirven para contar alguna otra cosa, son disparadores. Creo que todo puede llegar a ser un vehículo de inspiración. Estoy hablando con vos y me decís una palabra que me gusta y ahí puede estar el germen de algo. Pero, sin dudas, el componer está vinculado a contar algo que me pasó o que nos pasó en forma colectiva y que necesito expresarlo.
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