McCartney III: cómo es el disco que el exBeatle compuso y grabó en cuarentena
De no haber existido pandemia, Paul McCartney seguramente hubiera recibido a sus 78 años sobre un escenario. Como desde hace ya bastante tiempo, el exBeatle tenía una agenda lo suficientemente abultada con shows a lo largo y ancho del planeta, y de repente se encontró con algo que no abunda en su vida: tiempo libre. Instalado en su finca en Sussex junto a varios de sus hijos y nietos, comenzó a sobrellevar los días sin sobresaltos hasta que de a poco sintió la necesidad de volver a ponerse en movimiento de alguna manera. Así, rebautizó a su cuarentena como "rockdown" (un juego de palabras entre "rock" y "lockdown", "encierro" en inglés) y se instaló en su estudio hogareño, plagado de instrumentos y sin ayuda de terceros. Y lo que parecía un ejercicio para mantenerse en forma terminó siendo un disco, el número 18 de su carrera.
Aunque no haya una sucesión lineal ni nada parecido, McCartney III es la tercera entrega de una saga que Sir Paul inició hace cincuenta años, con su primer álbum solista, y continuó una década después con el segundo. Aunque en las formas no haya un hilo conductor, sí lo hay en términos narrativos, ya que a todos ellos los grabó por su cuenta en la tranquilidad hogareña, haciéndose cargo de todo lo relacionado con la composición, interpretación, registro y posterior producción. También todos aparecieron en momentos clave de su vida: el primero firmó el acta de defunción de los Beatles y su refugio en la vida de familia con Linda Eastman, y el segundo lo volvió a dejar en solitario tras diez años de intentar llevar adelante Wings, un proyecto colectivo que en realidad nunca dejó de ser suyo. Ahora, el punto de quiebre parece ser la incertidumbre ante el regreso a los escenarios, el terreno en donde darle libertad a un beatle que demanda movimiento constante.
Pero hay otro factor unificador de la saga y es la experimentación como punto de partida. Por eso, quien busque melodías de adhesión instantánea la tendrá difícil con "Long Tailed Winter Bird", el tema encargado de abrir el disco. Acústica en mano, Paul repite un riff opaco en su guitarra acústica y suma elementos de a uno por compás (otra acústica, un sintetizador, una eléctrica, la batería), y recién pasado el minuto 20 deja entrever una pared de voces que crean una textura envolvente. En cambio "Find My Way", el tema que le sigue, es un McCartney de manual, una armonía diáfana guiada por un clavicordio y plagada de falsetes, fonaciones y teclados que dibujan su recorrido sobre la marcha.
Más cercana a la idea de un álbum concebido de entrecasa, "Pretty Boys" es una sucesión de gestos mínimos construidos desde la guitarra acústica, en tanto que "Women and Wives" busca romper ese molde mientras el piano hace de guía en una balada que cobra energía conforme pasan los compases. El resultado se vuelve difuso en "Lavatory Lil", un rock poco inspirado con una letra que de tan juguetona peca de inocente. En el otro extremo, "Deep Deep Feeling", una pieza de más de ocho minutos sostenida por una misma progresión de acordes en la que las variaciones las dan texturas y tratamientos sonoros. "A veces espero que se quede, a veces quisiera que se fuese", repite McCartney como un mantra mientras todo disminuye la velocidad y se sumerge en un mar de eco, hasta dejar solo a su guitarra y voz.
La cuota rockera reaparece en "Slidin’", un ejercicio un poco más esmerado, aunque también de encanto efímero. A la manera de un "Helter Skelter" apto para toda la familia, el tema abre una seguidilla de canciones que parecen linkear de manera más profunda con su pasado. Con un arpegio en acústica y la voz en falsete constante, "Kiss of Venus" podría ser una canción de RAM, su álbum de 1971. A continuación, "Seize the Day" es puro melodismo Beatle, en una canción en la que hasta las guitarras eléctricas parecen cantar a dúo. "Deep Down", en cambio, es una incursión al terreno del soul, con un Hammond y un bajo bien presente en la mezcla, y un arreglo de vientos sintetizados que merecía ser interpretado por bronces reales para no atentar contra el clima general del disco.
Sobre el final del álbum, McCartney se permite hacer trampa con su propia creación. "Winter Bird / When Winter Comes" comienza como el tema que abre el disco, hasta que una secuencia de acordes desemboca en una canción grabada bajo las órdenes de George Martin en 1997. Guitarra en mano, Sir Paul repasa una lista de las tareas del hogar que tiene pendientes (arreglar la tranquera para que no entren zorros a su terreno, terminar arreglos antes de que llegue el invierno, plantar árboles por donde pasa el río). La letra es una suerte de claraboya por la cual espiar en la cotidianidad de un Beatle y sintoniza con la idea que motorizó la creación de McCartney III más allá de su resultado.
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