"Bueno, lo voy a decir", avisa de repente Lula Bertoldi en un rapto de determinación, como si tomara carrera para zambullirse en aguas bien frías, antes de dejar salir una de esas frases que quedan sonando en el aire. "Estoy segura de que les puedo cambiar la vida a las personas".
Son las 10 de la mañana de un viernes lluvioso de primavera y en la sala que Eruca Sativa tiene en Palermo, Brenda Martin, Gabriel Pedernera y Lula Bertoldi repasan las razones que llevaron al trío a definir su mejor obra, y también la menos esperada. Tras doce años de recorrido, Eruca se esforzó por profundizar el proceso de mutación y parecerse lo menos posible a Eruca. Su sexto disco, que sale el 8 de este mes, titulado Seremos primavera, es un ejercicio de reformulación y búsqueda, un trabajo de laboratorio que expone hasta dónde el grupo es capaz de llegar sin recurrir a sus habituales golpes de efecto, es decir, riffs de guitarra, bajos tocados con slap, baterías pesadas, voces intensas y mucha distorsión.
"Si uno está pendiente de lo que puede generar en el otro, eso cambia todo", sigue Lula, con envión, mientras ceba un mate negro de goma que acaba de sacar de su mochila. "Era momento de mostrar este nuevo costado de nosotros mismos, y creemos que para la gente esto también puede ser transformador".
Eruca Sativa comparte esta sala con el grupo Coverheads. Ubicada a metros del Aeroparque Jorge Newbery, es un espacio bien amplio, un galpón de ladrillos a la vista y techo curvo estilo The Cavern, construido bajo las vías del tren Mitre. En una frecuencia casi perfecta de cuatro minutos, el andar de los vagones que van hacia el norte de la ciudad sobre los rieles hace vibrar el ambiente bajo un sonido grave, casi acuático, o se filtra el zumbido de las turbinas de los aviones que despegan y aterrizan a solo un par de cuadras de distancia. En medio de este ambiente tan proclive a los altos decibeles, Bertoldi, Martin y Pedernera descubrieron que finalmente era el momento de bajar el volumen y llevar su proceso de mutación al extremo, lo más lejos posible de ese rótulo de power trío que a esta altura ya puede sonar parecido a una condena. "Cuando empezamos a pensar en el disco nuevo, dijimos ‘vengamos acá y veamos qué pasa’", detalla Pedernera. "Pero comenzamos a tocar y nos dimos cuenta de que iba a sonar igual a todo lo nuestro: batería, bajo, guitarra... Así que supimos que era momento de ir hacia otro lado, de evitar el esquema típico de los tres dentro de una sala".
Interpretar esta necesidad de cambio de Eruca Sativa supone el acceso a un nido de hipervínculos que se disparan como perdigones. Diferentes acontecimientos cercanos que pueden haber resultado movilizadores para sus integrantes en la última época: desde la crisis estética pero también interna del rock argentino tras la irrupción del #YaNoNosCallamosMás; las causas como el pedido del aborto legal, seguro y gratuito o la ley de cupo femenino en festivales, de las que Lula y Brenda se volvieron referentes; la situación política y social del país, con la que también sostuvieron una postura explícita; la avanzada maternidad de Lula y Brenda, sumada a la inminente paternidad de Gabriel, que este mes recibirá a Nina, su primera hija; y varias más. Pero la realidad es que Seremos primavera es también el resultado de un proceso de aprendizaje y superación que el trío atravesó puertas adentro.
"Tuvimos muchos desencuentros...", dice Lula con suavidad. "Hubo épocas muy difíciles porque había roces, discusiones. Nunca nada grave, pero sí nos pusieron a prueba a ver hasta qué punto podíamos ceder, como en cualquier relación donde uno desea de verdad que esa relación persista en el tiempo. Hacés concesiones con vos mismo, con los otros, para que eso perdure, porque realmente había algo más importante, que era la música que hacíamos y el objetivo que perseguíamos".
La maternidad sincronizada de Brenda y Lula, que hace cuatro años tuvieron a Emilia y Julián, respectivamente, con diferencia de pocos meses, también resultó un escollo que puso a prueba el temple y la salud del grupo engre grabaciones y giras por todo el país. "Fue toda una época que teníamos que ensayar con niñera, una logística bastante difícil, que terminaba repercutiendo en los ánimos de todos", dice el baterista Gabriel Pedernera. "Pero, por suerte, siempre todo lo curaba el escenario, y eso nos empezó a hermanar cada vez más".
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La nueva era de Eruca Sativa posiblemente haya empezado a ganar forma desde los dedos de Brenda Martin, que, además de ser una de las mejores bajistas del país, es también una incipiente pianista, al menos para esta nueva etapa del trío. "Ufff, una concertista...", acota ella con ironía y humildad, destilando su acento cordobés entrador y amable. Fue Brenda quien compuso al piano la balada "Omara", la canción que abre el disco, y también "Creo", el primer corte, una chacarera con toques de hard y pop que condensa varios de los vectores que atraviesan al grupo, potenciados en esta nueva etapa. El primero es la reivindicación del componente folclórico dentro del ADN del trío, una huella que se distingue fusionada en toda su obra y que ahora parece ganar músculo después de algunas experiencias con artistas del género. Como el Dúo Coplanacu, con quienes comenzaron su vínculo humano y artístico allá por 2011, o la Bruja Salguero, con la que compartieron escenario en la última edición del Festival Nacional de Folclore de Cosquín.
"Hay personajes que entraron en nuestras vidas y que nos han marcado mucho. Escuchar a la Bruja cantar fue de las cosas más potentes que nos pasaron arriba de un escenario. La ves cantar y te emociona. En algún punto eso tocó algunas fibras que terminaron haciendo que el corte del disco fuera una chacarera", dice Lula. "Nos ponemos en sincro con las personas. En el proceso de estar abiertos a la composición, nos empiezan a pasar cosas mágicas. Te ponés muy receptivo a todo lo que pasa porque querés mamar cosas para volcarlas en las canciones", suma Brenda. "Y la experiencia del Cosquín fue re linda porque nos dimos cuenta de que teníamos muchas ganas de tocar música más limpia. ¡Mirá el power de esas chacareras sin distorsión! ¡Ya estamos grandes para eso! Nos gustaba la idea de poner la potencia en otro lugar. Esa experiencia nos permitió sacar el último filtro para generar, por ejemplo, un estribillo como el de ‘Creo’".
En ese estribillo, Lula Bertoldi aprieta su garganta como pocas veces en el disco para soltar una frase que resuena en tiempo real con eso de "porque unidas nos sabemos fuertes / Venimos a luchar/ Por que no seamos invisibles nunca más". Lleva al frente otra de las urgencias del grupo, quizás la más relevante: la necesidad de procesar un discurso directo y claro, en medio de esta coyuntura de crisis profunda. Tanto desde las voces como la instrumentación y la lírica, Eruca Sativa nunca sonó tan clara y directa como en Seremos primavera.
"Con todo lo que pasa en el país y el mundo, no da para ponerse a demorar el mensaje", dice Brenda. "La idea es que se entienda, que no queden dudas de lo que decimos. En este disco era momento de hablar así porque además ahora sabemos que estamos muy alineados con lo que pensamos, algo que quizás no pasaba doce años atrás. Uno podría cantar ‘el sol cae y se desfigura contra el piso y yo ya no sé si seguir viviendo o no...’, pero la realidad es que, si tenés la posibilidad de decir cosas, de abrir un poco más la mirada y tratar de reflejar eso que otras personas tienen ganas de decir también, con las que uno coincide, sobre luchas que querés apoyar, me parece que es re importante que lo hagamos. Si no es como un desperdicio de oportunidad y una cosa muy insensible".
Barro y fauna (2016), el disco anterior grabado en Los Ángeles bajo el comando de Adrián Sosa, significó la primera experiencia de Eruca Sativa con un productor artístico. Ahora, el reflejo del trío fue volver a trabajar en soledad, convirtiendo el estudio de grabación en un laboratorio de prueba y error, con Pedernera como responsable del control de las perillas. Fueron poco más de tres meses en los que Eruca Sativa se internó de forma intermitente en el Estudio El Mejor, en Villa Ortúzar, para someter las maquetas acumuladas (suficientes como para alimentar dos discos) a través de experimentos de texturas y colores, con sintetizadores, pads y controladores MIDI, dando como resultado un ejercicio de artesanía digital, en canciones mayormente mid-tempo, con algunas baladas de aliento maternal, como "Carapazón", donde la voz sutilmente almibarada de Bertoldi le canta a su hijo, o "Seis", una canción de cuna de aroma beatle compuesta por Pedernera, con letra de Brenda, esta vez dedicada a la hija del baterista que está a punto de nacer. También hay un tema titulado "Baba", de canto suave y cierto cruce rítmico de trip-hop, y hasta un pasaje instrumental de guitarras procesadas y atmósfera enigmática. De los diez tracks que conforman el disco, el único funk pesado es "Sorajchi", pero ni siquiera ahí la guitarra de Bertoldi acapara la escena ni suelta esos riffs apabullantes. Todo, absolutamente todo, aparece reconfigurado, aggiornado a una nueva era que Eruca Sativa parece haber trabajado con la imperiosa necesidad de situarse en terreno inédito y también algo desconcertante.
"Son todos estos años, un montón de procesos que hemos vivido, cosas que las ves desde adentro y que te gustaría que cambien. Hablo del mundo, del ámbito del rock, y muchas cosas que conocés de vos mismo que también te gustaría poner a prueba", dice Lula Bertoldi. "Es como poder explicar en música todo eso que nos pasa: esa incomodidad artística de poder mostrarte algo distinto y no tener miedo de hacerlo, incluso en contra de los que te dicen cómo deberías hacer las cosas. Porque muchos nos siguen diciendo cómo debería sonar Eruca Sativa".
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Ahora, en lo alto de una terraza de Colegiales, propiedad de la agente de prensa de la banda, sentados bajo una sombrilla que no alcanza a detener la proyección caliente de uno de los primeros soles fuertes del año, Lula Bertoldi y Gabriel Pedernera toman mate y comen manzanas rojas mientras repasan la logística de la jornada. Media hora más tarde llega Brenda Martin, retrasada porque Emilia, su hija de cuatro años, estaba con fiebre y dolor de oídos y no había podido dormir en toda la noche. "Le di un ibuprofeno y ya parecía estar mejor, así que se quedó con el padre", avisa disculpándose. Es un jueves de septiembre y en una hora tienen que probar sonido en Chacarita, en el Complejo Art Media, donde tocarán como invitados de PAN, el ensamble de percusión integrado por figuras como Santiago Vázquez, Sergio Verdinelli, el Mono Fontana, Nico Cota y Nico Sorín, la pareja de Lula. Será otro experimento más del trío en este camino de búsqueda. "Son procesos artísticos de los que salís siempre ganando de alguna forma. Esto podría ser siempre lo mismo, pero para nosotros el arte no se trata de eso. Siempre vamos a preferir desconcertar", señala Lula.
Según los tres, la conformación de Eruca Sativa en la ciudad de Córdoba, allá por 2007, se dio por cuestiones netamente musicales, un vínculo de admiración mutua que los llevó a querer tocar juntos, grabar discos y salir de gira. Mientras la música resultaba una fuerza poderosa que los amalgamaba sobre el escenario, la consolidación del vínculo humano, puesto a prueba en miles y miles de kilómetros de rutas, requirió de un proceso bastante más largo. "Fue muy de a poco", dice Lula. "Cuando nos juntamos a tocar realmente fue por una elección artística. Dijimos ‘me mata cómo toca él’, hubo mucha química musical, pero no éramos amigos; éramos colegas que nos respetábamos un montón. En el medio hubo momentos difíciles, pero lo que siempre rescatamos es que jamás se puso en duda que queríamos seguir juntos. Nunca un ‘hoy no vamos a tocar porque estamos peleados’, nunca jamás".
Los años posteriores a la salida de Barro y fauna, el disco que los encontró en una etapa de incipiente maternidad, fueron claves para recomponer las relaciones y acercarlos cada vez más. Tiempos en que se juntaban en la sala a tomar mate y charlar, sin siquiera tocar un instrumento. "Nosotros siempre sostenemos que todas esas horas de charla que tiene la banda son parte del proceso, porque si no resolvemos y si no hablamos todas esas cosas, y no las sacamos para afuera, y debatimos entre los tres, es muy difícil", dice Lula. "Es nuestro espacio de hangueo, sin las familias. Estamos los tres solos en la sala, entonces aprovechamos para hablar y compartir, comer, hacer cosas que, por ahí, en la vorágine de los shows, las giras y demás, no podemos. Todo eso nos ha hecho muy bien. Creo que ahora sí entre los tres ya estamos listos para armar una banda de amigos", dice Gabriel.
Dentro de la dinámica de Eruca Sativa, ese tridente de instrumentistas y productores dotados, Lula Bertoldi parece ser la más temperamental, víctima de su sangre tana. "No soy obsesiva, ¡soy hinchapelotas!", dice la guitarrista riéndose, antes de acordarse de la vez que retó a Brenda en una prueba de sonido, un desliz que todavía la tiene mortificada. "Se engrana fácil", acota su compañero Gabriel. Brenda, en cambio, dentro de ese modo amable y cordial que muestra desde el primer contacto que tenés con ella, parece cargar con una personalidad fuerte pero mucho más controlada, como si pudiera manejar su propio termostato emocional. "Me parece que uno elige cómo puede ser", dice la bajista. "Tengo mucho autocontrol. Si me tengo que enojar me enojo, y si no tengo ganas de enojarme no me enojo. Cada uno elige cómo manifestarse. Pero no me interesa autodefinirme porque también depende del día".
Gabriel, dentro de su parsimonia de pibe buenazo, el menor del grupo con 33 años, parece funcionar como el centro gravitacional de Eruca, la cuota de templanza y equilibrio necesaria para homogeneizar al grupo. "Creo que hay algo mágico entre los tres que hace que todo funcione y todo fluya de determinada manera", dice convencido.
Además de la sanación interna que experimentó Eruca en los últimos años, otro de los factores que terminaron influyendo de forma determinante en Seremos primavera fue la apertura cada vez más pronunciada de cada uno de los integrantes del trío en la búsqueda de experiencias musicales por fuera del grupo.
Por un lado, Brenda Martin, que está en pareja con el padre de su hija Emilia, el músico Juan Pablo Rufino (hijo del histórico Machi Rufino, ex bajista de Pappo’s Blues e Invisible), comparte con él la banda Rufa. Para ella, que el próximo 4 de diciembre cumple 40, ese proyecto representó haber salido drásticamente de su zona de confort. "Yo interpreto sus canciones, desde propuestas que hace él, y fue re difícil, porque me doy cuenta de que me gusta hacer nada más que la música que yo quiero. Lo que me gustó de ahí es que me hizo volver al amor por el bajo. En Eruca no me siento exigida y Rufa me puso en otro lugar. Ahí tengo el desafío de tocar con otras sonoridades, algo que me hizo dar cuenta de que quería empezar a tocar con el bajo limpio, sin toda la parafernalia que venía usando en Eruca en los últimos discos. Eso también terminó volcándose a nuestra música", explica Brenda.
Según Juan Pablo Rufino, que actualmente también es integrante de la banda de Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale, Brenda se convirtió en un elemento clave de la formación de Rufa, que cuenta con dos bajos y una batería: "Rufa tiene una dinámica particular y realmente funciona por la tremenda versatilidad de Bren, ya que tiene que cumplir roles armónicos tocando bajo piccolo, el fretless, bajos de 5, 5 y 6 cuerdas, slaps y solos furiosos. Brenda en Rufa es una leona enjaulada, empuja para adelante siempre. Es difícil pero hermoso lidiar con alguien con tanto genio y energía. Es una artista total".
Lula Bertoldi también está en pareja, hace ya varios años, con un músico. Además de ser el padre de su hijo Julián, de cuatro años, con Nicolás Sorín -el hijo del cineasta Carlos Sorín que hasta hace poco fue líder de Octafonic y ahora encaró su proyecto solista LAIF-, llevó adelante un trabajo que terminó ayudando a torcer el rumbo estilístico de Eruca Sativa. Puntualmente menciona como revelador Universo María Elena, el homenaje a María Elena Walsh que Lula y Nicolás realizaron en dos funciones en julio de 2018 en el Hall Central del Teatro San Martín. "Eso me ayudó a entender que mi voz estaba en otros lugares también y que tenía la capacidad de interpretar esas canciones de otro modo", dice la guitarrista, que tiene 34 años. "Siento que los lugares que encontré les dan otra profundidad a las canciones y explotar eso en Eruca le da otra dimensión a nuestra música. Me re gusta a donde llegué, me parece que sumó un montón. Y a la vez eso también me hizo empezar a componer distinto".
"La idea de lo de María Elena era revisitar las canciones de una manera quizás más moderna, y ahí hay algún link con el disco de Eruca", dice su pareja y compañero de proyecto Nico Sorín. "Viví ese proceso de una manera secundaria, pero la veía a Lula con los miedos y también con el reto de tomar otros rumbos, algo que me parece muy sano para Lula y para la banda. Creo que el disco fue muy honesto".
Por el lado de Pedernera, que está en pareja con una cantante y actriz, directora de coros, en los últimos años se convirtió en uno de los jóvenes valores locales dentro de la mezcla y la producción musical. Uno de sus últimos y más relevantes trabajos fue la producción del reciente disco de David Lebón, Lebón & Co., que contó con una lista de invitados célebres como Ricardo Mollo, Andrés Calamaro, Fito Páez, Pedro Aznar, Julieta Venegas y Carlos Vives, además de Eruca. "Estuvo re lindo. Solo tenía que tener todo listo para que sucediera la magia, porque David no está mucho tiempo en el estudio. No hacía falta nada más. Ahí empezaba a tocar y se daba algo mágico. El mundo se paralizaba", cuenta Gabriel. Sin embargo, asegura que dentro de Eruca su función de productor se diluye para dar lugar a las visiones de Lula y Brenda: "Ellas son dos monstruas. Las escucho y me fascino".
"Gaby es de mi misma escuela: de los que nos paramos frente al artista y entendemos rápidamente qué quiere, hacia dónde va y cómo potenciar eso", dice Juanchi Baleirón. El líder de Los Pericos y productor es amigo personal de Pedernera, con quien trabajó en varias oportunidades, como en la confección del homenaje a Federico Moura que se realizó en el festival Provincia Emergente en junio de 2018. "Gaby cuenta con talento, experiencia, oído y es muy amplio, muy intuitivo y práctico, porque resuelve rápido. Con lo que ha recorrido hasta ahora como productor ha crecido mucho, crece y está haciendo un carrerón. Estoy seguro de que va a ser de los mejores productores de la escena argentina".
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La primera vez que Gabriel Pedernera se fascinó con la música fue en Necochea, en unas vacaciones con su familia durante el verano de 1988 o 1989, no se acuerda muy bien. Era muy chico, apenas había empezado el jardín y la revelación llegó bien rápido, en un show de Alejandro Lerner que había ido a ver con sus padres. Todavía no pudo confirmar si el baterista era Roberto "Junior" Cesari, uno de los mejores bateristas argentinos de jazz de todos los tiempos, que por esa época estaba en la banda de Lerner; aunque puede ser otro. Lo cierto es que en el momento en que vio por primera vez esa maquinaria resonando en vivo, se quedó obnubilado. Ese efecto fue algo que, dentro de una familia de padre electricista y madre psicopedagoga, resultó sumamente llamativo. "Le pedí a mi papá y nos fuimos al costado del escenario desde donde se veía la batería y me quedé mirándola todo lo que duró el show. Ahí vieron que era algo anormal, un niño chiquito prestando tanta atención a eso durante dos horas y media", dice Gabriel, que hoy, tres décadas más tarde de aquel suceso, resulta uno de los bateristas más requeridos de la escena local por su amplitud musical y su profundo conocimiento de audio.
El caso de Brenda Martin resulta similar. Nacida en Zárate en 1979, hija de un licenciado en Física Nuclear y de una ama de casa, la tercera de seis hermanos (un varón y cinco mujeres, todos agendados en el teléfono de su padre con los números 1, 2, 3... respectivamente), no había tenido demasiado contacto con la música, salvo por dos tías que solían cantar a dúo y tocar la guitarra en algunas juntadas familiares. El primer flechazo con la música le llegó a los cinco años, cuando ya vivían en Córdoba, ciudad a la que se mudaron en 1983, por la época en que su papá empezó a trabajar en la central nuclear de Río Tercero.
"El primer recuerdo que tengo con la música es del jardín. Mi maestra repartió los toc toc a todos los alumnos, pero a mí me dio el triángulo. Me hizo parar al frente a darle el pulso y a mí me encantó, porque me sentí super poderosa. Pienso que fue porque éramos una familia de seis hermanos y nunca me había sentido especial", cuenta Brenda.
Para Lula, en cambio, resultó mucho más fácil. Nacida en 1985 en Sunchales, Santa Fe, hija de un padre melómano ("¡un cascarrabias como yo que cuando compró 13 de Blur lo devolvió porque la banda ya no era la misma!", recuerda entre divertida e indignada), de muy chica ya tenía a su disposición una discoteca variada, que incluía material de AC/DC, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Aerosmith y Green Day, entre otros nombres clásicos del rock; y a los 11 empezó a tomar clases de guitarra.
Tres años mayor que su hermana Marilina, Lula rápidamente descubrió el poder de su voz y empezó a integrar varias bandas: la primera fue L-Mental, un grupo de covers en el que cantaba y tocaba; después pasó a La Morrison, con la que llegó a tocar seis años y grabar un disco (Tangópolis, editado en 2001); hasta que, una vez mudada a Córdoba para estudiar Relaciones Públicas, en 2005 formó parte de Lucila Cueva, agrupación en la que conoció a Brenda Martin.
Después de estar en algunos proyectos de hard-rock como Power Pampa y Proyecto Aphostol, fue plomo de Tórax, otra banda en la que también estaba Brenda y un joven baterista llamado Gabriel Pedernera. Una vez en contacto los tres, primero compartieron un proyecto esporádico llamado Cuarteto Maravisha, hasta que finalmente en 2007 los tres decidieron formar Eruca Sativa.
"En ese momento, me lo tomaba como un hobby, hasta que un día Gabriel me dijo: ‘Vos podés dedicarte a esto’", recuerda Lula, que unos meses más tarde se recibió de licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales en la Universidad de Córdoba con una tesis basada en un estudio sobre el discurso de ROLLING STONE. "La debería buscar para mostrársela a ROLLING STONE", se ríe ella. "Me fue re bien, ¡me saqué un ocho!".
Como el exponente más crudo del rock mixto, Eruca Sativa creció a pasos agigantados gracias a la solvencia arrolladora del vivo, una mezcla de la potencia salvaje de Divididos y las formas angulosas de Catupecu Machu, toda una rareza dentro de una escena dominada por hombres. Su trilogía inicial (La carne de 2008, ES de 2010 y Blanco de 2012) los posicionó como una de las bandas renovadoras del mainstream argentino y uno de los números fijos en festivales gracias a su fuerza y ductilidad para navegar las distintas aguas del rock, entre el hard, el funk y el metal, con referencias comunes como Living Colour, Rage Against The Machine, Primus y Foo Fighters.
Sin embargo, pese a la aceptación popular con una exposición en crecimiento, sus integrantes estaban librando algunas batallas internas. "Lo que a mí siempre me importó es que se entendiera que teníamos cosas para decir. Siempre me ha dado mucha bronca en las épocas en las que sentía que otras bandas, o colegas, no nos tenían en cuenta cuando había movidas por causas importantes. Sentía que pensaban que nosotros éramos una banda tibia o más careta, y me da bronca porque queremos decir cosas y las estamos queriendo decir en las canciones y no se está entendiendo. Siempre fuimos comprometidos con lo que pasa, con las otras personas", dice Brenda, que milita el veganismo y siempre ha manifestado su apoyo a las causas minoritarias. "Hacemos música porque tenemos una ideología, porque queremos decir cosas, y eso me daba más bronca que si les gustaba porque lo nuestro era o no heavy".
En un contexto social y político como el actual, Seremos primavera suena muy optimista. ¿Realmente lo son?
Lula: Creo que la crisis más grande, incluso más triste que la económica, es la crisis que hay en cuanto a políticas de derechos humanos, en cuanto a censura, en cuanto a represión y gatillo fácil. Es un nivel de violencia cínica, porque es un cinismo que maneja este gobierno... Es muy violento y muy perverso. Lo económico puede ir mejor o peor, y podemos tener más o menos dinero, pero hay otro nivel que afecta a un inconsciente colectivo, que es lo que vamos llevando y ya nos ha costado un montón de décadas sacarnos de encima. Esto de que nos tienen que decir cómo pensar, qué decir, y que nos matan por eso, nos persiguen por eso. Porque acá nos dicen que somos libres de decir las cosas, pero no lo somos. Eso me parece muy sádico, perverso y cínico. Pero también las generaciones que vienen están más despiertas, por suerte. Están despertando y ya no es "nos quedamos en el molde": salimos a la calle, vamos a decir las cosas, a pelear por nuestros derechos.
Brenda: Se nos están riendo en la cara, por eso me embolan los memes donde se ríen de Macri como si fuera un salame, porque no es ningún salame para mí. Son gente de mierda que en realidad están haciendo lo que vinieron a hacer, se están quedando con la plata, no son ningunos tontos. No le creo que no sabe hablar. Se nos ríen en la cara mientras desvalijan el país. Pero también es el reflejo de la gente que lo votó. La gravedad está en el egoísmo de las personas, porque en realidad eso refleja que una gran parte del país no tiene ganas de ayudar al prójimo; le cuesta tanto su propia vida que siente que no quiere que nadie le toque su comodidad y las pocas cosas que va obteniendo. Ese nivel de egoísmo de esas personas, que no saben empatizar con las demás, hace que a ellos mismos les perjudique y no lo ven, porque caen en esta manipulación de los medios que cuentan otra cosa. Lo horrible es esa falta de despertar, cuando la forma es ayudarnos entre nosotros, sin esperar nada a cambio. Hay gente a la que le molesta que la gente cobre planes, ¿por qué te molesta?
Lula: Es lo mismo que lo del debate del aborto. "No hay que abortar". ¡No abortes vos, pero dejá que los otros puedan! La falta de empatía es lo más triste porque se refleja en todo.
Gabriel: Ahí está el lavado cerebral que hace que una persona esté enojada, furiosa, con otra que de repente es pobre y le tocó otra realidad.
Lula: Y mientras tanto vemos al Presidente: "Sí, se puede". ¡Señor, la gente se está muriendo de hambre! Te da miedo estar gobernado por esta gente más preocupada en hacer una gira por 30 ciudades que no representan a la totalidad de la Argentina, para hacer una marcha para que vean que hay apoyo. Estamos en el quinto pozo del infierno y estamos preocupados por hacer marketing. Es muy preocupante eso porque realmente te das cuenta del valor que tiene para ellos la opinión pública, el qué se dice, qué no se dice, y la gente no tiene comida, no tiene con qué llenar la heladera, tiene cinco laburos porque ya no sabe cómo llegar a fin de mes.
Y dentro del rock, el ambiente al que pertenecen, ¿cómo han visto estos cambios de paradigma que se dieron a partir del #YaNoNosCallamosMás, que dio a conocer varias situaciones de abuso y acoso sexual por parte de músicos?
Brenda: Van a seguir saltando casos de abuso porque antes los códigos eran otros, aunque no todas las personas se manejaban con esos códigos. Hay gente más de mierda que otra. Pero lo que me llama mucho la atención fue no escuchar en ninguna canción a varones hablar de su proceso de deconstrucción de una manera honesta y sincera, que me conmueva. Todo el despertar de conciencia que hubo a partir de que empezamos a pedir por la legalización del aborto, en donde las mujeres nos sentimos más unidas y empezamos a ver un montón de cosas... Fue como que de golpe te diste cuenta de que estaba todo mal y vos lo sabías desde siempre y te empezaste a relacionar de otra manera con las personas que tenías a tu alrededor. Es un proceso super largo, muy profundo, que te desestabiliza y te hace replantear un montón de cosas y formas de ser. En todo ese panorama que están viviendo millones de personas, no puedo entender cómo no estoy escuchando esas voces de hombres que lo estén procesando también. ¿Dónde están los artistas que te cuentan cómo lo atraviesan, cómo lo viven, qué les pasa? Eso sí sería rock.
Gabriel: En la sociedad varonil está esta cosa de la deconstrucción medio a martillazos, porque no vaya a ser que... Eso me parece una boludez, así como está la boludina de decir soy rockero y me tomo ocho birras y me hago meter en cana porque soy un loco.
***
Camino a la prueba de sonido para el show que Eruca Sativa dará esta noche como invitado estrella de PAN, la primera en llegar será Lula. Gabriel y Brenda tuvieron que desviarse rumbo a la sala en busca de equipos. Mientras tanto, Bertoldi acarrea su set habitual, conformado por una mochila con pedales, un anvil con su amplificador valvular y una Fender Telecaster color madera y pickguard blanco. Es una de sus guitarras predilectas dentro de una colección privada que actualmente ronda los veinte instrumentos. Aunque su preferida es una PRS atigrada que, asegura, es la más versátil. "Esa viola sirve para todo, es una locura", dice con fascinación.
Cuando subimos al auto, en la radio suena la canción "Fumar de día" de su hermana Marilina Bertoldi, una de las grandes revelaciones del rock argentino de los últimos tiempos, que en junio de este año llegó a la tapa de ROLLING STONE. Aunque se llevan tres años de edad -Lula es la mayor-, y aseguran tener estilos muy diferentes, las dos construyeron un vínculo muy fuerte, de amor y respaldo mutuos, dosificado por, como define ella, "una competencia sana, de esas que te hacen crecer". Cuando le pregunto por el crecimiento de su hermana, le brillan los ojos y enciende una mueca de orgullo. "Tan merecido… era ella la que tenía que estar en ese lugar", dice.
Después de la prueba de sonido, mientras hacen tiempo para que comience el show, el camarín montado en el segundo piso del Complejo Art Media, sobre la avenida Corrientes, donde todos los jueves el grupo PAN repite este ritual con diferentes invitados de todos los estilos (ya pasaron Kevin Johansen, Leo García, y la próxima semana el invitado será el grupo de cumbia Mala Fama), los músicos sobrevuelan el espacio de modo distendido. Brenda, Lula y Gabriel están en círculo dentro de una pequeña habitación y repasan lo que van a hacer: básicamente, la fusión libre de un puñado de sus canciones sobre la base de ese ensamble percusivo comandado por el lenguaje de señas de Santiago Vázquez, creador de La Bomba de Tiempo.
Cuando abandonan la habitación, en un estar amplio de pisos brillosos y paredes blancas, todos toman agua. De hecho, algunos minutos antes Brenda había contado cuáles habían sido los efectos más claros de su maternidad: "Ahora quiero que este cuerpo me dure lo más que se pueda, quiero vivir para siempre. Cada cerveza que me tomo lo pienso mil veces".
A un costado, sentada sobre una mesa alineada contra una de las paredes de la sala, la mujer de Gabriel pone en perspectiva cómo viene el futuro más próximo del baterista y productor, lo que llevará a Eruca Sativa a entrar en un impasse por el verano. "¿Ves lo que te decía? Acá está Nina", me dice agarrando con las dos manos la panza prominente de su mujer. Caminando desde la otra punta del salón, Nico Sorín se acerca, abraza a Lula y se la lleva. "Me voy con mi marido", dice Lula con una sonrisa, y acá todo queda en familia.
Cuando los tres Eruca se suben al escenario, el dream team percusivo PAN ya calentó el ambiente con lapsos de jazz rock, candombe y afro-beat. Marcados por el bombo legüero de Pedernera, empiezan a tocar "Creo" y Eruca Sativa de repente se convierte en una orquesta tribal, coloreada por un bandoneón que el Mono Fontana toca desde su teclado y el timbre jazzero de Sergio Verdinelli. Después pasan "Magoo", en una versión potente con Pedernera en batería que se estira en una coda de puro disco y new wave; y por último hacen "Amor ausente", una baguala que suena revitalizada y novedosa, potenciada por el retumbar de los parches.
Visto desde acá, todo cobra sentido. No es más que un nuevo ejercicio de Eruca Sativa en este largo proceso de apertura.
Sobre el golpe de los tambores que decreta el final del set, como si estuviera ensayado, en un timing perfecto, Lula Bertoldi y Nico Sorín se dan un beso sutilmente apasionado que todos celebran.
Al otro día, Lula soltará un nuevo posteo en su cuenta de Instagram, con una foto que revive ese momento exacto: "Anoche le invadimos el escenario a @panpercusion", decía el copy. "Lo mínimo que podía hacer era comerle la boca al percusionista".
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