Jordana B., la hija rockera y poeta de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza
María Solá Oteyza nació en la Argentina, pero se fue a los 4 años a España con sus padres; hoy lidera una banda que ya empezó a dar que hablar y editará su primer disco en septiembre.
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MADRID.– María Solá Oteyza prefiere definirse como intérprete. Y está bien. Basta con ver la energía que despliega en escena para entender que la idea resulta apropiada. Hija de dos populares profesionales de la actuación –la española Blanca Oteyza, el argentino Miguel Ángel Solá–, lidera un proyecto musical que lleva su propio nombre artístico, Jordana B., y con el que pronto –en septiembre próximo, si todo sale como está pensado– editará un primer disco. En distintas plataformas de streaming ya se pueden escuchar varios singles –”Cumbia B.”, “Mala feminista”, “Superstar”, “Verano en Madrid”, “Otro bisturí”, “Dicen de tí”– que son también la columna vertebral de los shows cargados de adrenalina con los que banda se viene fogueando, el último de ellos en Matadero Madrid, un enorme espacio dedicado a las actividades culturales ubicado en el barrio de Legazpi. Ahora se vienen nuevos conciertos en Barcelona, Murcia, Bilbao y Valencia, además de una nueva presentación en Sesión Vermú, un ciclo de conciertos que organiza la comunidad de Madrid en distintas ciudades de las afueras de la capital española (Alcalá de Henares, San Lorenzo de El Escorial, Aranjuez, Alcobendas) que ya había convocado a Jordana B. en su anterior edición, y otra en el Festival de Logroño con artistas españoles de esta nueva generación como La La Love You y Rigoberta Bandini.
Después de editar dos poemarios, sufrir la falta de oportunidades de trabajo que afecta a una considerable porción de la juventud española y trabajar como empleada full time en un par de locales de venta de ropa de segunda mano en el muy concurrido barrio de Malasaña, María decidió concentrarse en la consolidación de su proyecto musical. Su potencia como intérprete, que puede apreciarse mejor en los vivos o en algunas sesiones especiales con un apoyo instrumental austero colgadas en YouTube que en las grabaciones de estudio, mucho más producidas, y la capacidad para combinar en sus letras acidez e ironía con una candidez sólo aparente –una fórmula que remite a aquellos dardos envenenados que Viuda e Hijas de Roque Enroll lanzaba con el telón de fondo de su pop liviano y desenfadado– llamaron la atención de Subterfuge Records, un conocido sello independiente español que nació a fines de los 80. Una de las fortalezas más notorias de Jordana B. es su personalidad, esa soltura para interpretar en la que ella confía –y por eso se define como lo hace–, cargada en su ADN familiar.
“Mis padres han tenido una influencia decisiva sobre mi estilo de vida y mi personalidad –admite ella–. Siempre los tengo en la cabeza, me gusta parecerme a ellos, aunque a veces sea un riesgo estar a la sombra de gente tan buena en lo suyo. Yo veo esa excelencia desde pequeña, y por más que me empeñe no voy a poder tener la perseverancia, el encanto natural y la forma de actuar de mi madre, ni voy a escribir o actuar tan bien como mi padre. Son dos personas que quiero y admiro. Podrían ser perfectamente mis amigos, si no fueran mis padres. Han definido mi vida, sin dudas”.
Asumir la importancia de ese vínculo no conspira contra la identidad propia de María: su fuerte, vale la pena remarcarlo otra vez, es la personalidad, que se detecta en ella al primer contacto: luce extrovertida, resuelta. Su destreza en escena es también admirable, uno de los condimentos más eficaces de los conciertos de Jordana B., que debe su nombre a un alter ego deseado: es el nombre de un personaje de Submarine, una tragicomedia adolescente con música de Alex Turner (Arctic Monkeys) que no llegó a los cines argentinos. “La vi cuando tenía dieciséis años y quería ser como ella: quemaba fósforos como la chica de la película, me compré un abrigo rojo y gafas de corazón como los que usaba ella… Mi trabajo final de graduación fue la creación e investigación de un álter ego. Entonces elegí a ese personaje, que realmente me fascinaba. Y ahí mismo creé a Jordana B., un álter ego artístico que puede hacer todas las cosas que María no podía hacer”.
Nacida en 1996 en Buenos Aires, María vive desde los 4 años en Madrid. La mudanza estuvo relacionada con algunas amenazas de muerte que recibieron sus padres en plena democracia, presuntamente por algunas declaraciones periodísticas de contenido político. “Llegué a Madrid de muy chiquita, me siento española, pero también tengo muchas cosas argentinas. De hecho, aprendí a hablar con el lenguaje y los modismos de la Argentina y al principio me costó adaptarme en la escuela en Madrid. Conservo los recuerdos de los parques a los que iba cuando era pequeña, de los dulces que me regalaba mi familia… La mitad de mi familia es argentina, y yo he convivido siempre con mi padre, así que me siento también muy argentina. Por la intensidad y por la pasión. A los argentinos lo que nos gusta nos encanta y lo que nos pone triste nos enferma. Aquí en España son más moderados”.
María creció en el extrarradio de Madrid (las urbanizaciones de Majadahonda y Villafranca del Castillo, donde se viene instalando cada vez más gente que no se lleva bien con los ritmos vertiginosos de la ciudad y puede permitírselo), pero hoy vive en Chamberí, uno de los barrios más coquetos y mejor ubicados de la capital española, en un departamento que comparte con otras dos personas. El tema de la vivienda en Europa es complicado: son muy pocos los jóvenes que pueden afrontar el gasto de un alquiler solos. Y María no es la excepción: “No hace mucho estuve en el canal de televisión La Sexta denunciando que el gobierno español no ha cumplido con la promesa de ayudar a los que no podemos pagar alquileres que están por las nubes porque además tenemos trabajos mal remunerados o directamente no tenemos trabajo. Si tu alquiler está por encima de los 800 euros no te otorgan esa ayuda, algo que excluye automáticamente a los que compartimos un lugar porque es imposible conseguir un espacio donde tres personas puedan vivir mínimamente cómodas por menos de ese dinero. Como no me puedo permitir vivir sola, vivo en un departamento por el que pagamos unos 300 euros cada una. Pero fui carne de Twitter muy pronto. Un tuitero bastante famoso aquí se burló de lo que dije, fue muy despectivo conmigo y con mi familia. El linchamiento en redes sociales es duro… La idea de que ser hijo de actores te abre puertas o te garantiza vivir holgadamente está instalada en la cabeza de mucha gente, pero es falsa. Mis padres son actores y autónomos. Hemos pasado épocas buenas y otras de no tener para comer. Y eso la gente por lo general no lo sabe. El hater (odiador) critica solo por criticar”.
María empezó a estudiar piano a los 7 años. También estudió, más cerca en el tiempo, comunicación audiovisual, enfocada en guión de cine. Hizo un máster en gestión cultural y otro en creatividad integral para publicidad y hoy de hecho trabaja como junior en una agencia. Dice que sus pasiones principales son el cine y la música, y algo de eso puede adivinarse en los videoclips que ha producido: todos tienen una factura impecable y están atravesados por un humor zumbón y corrosivo (vale la pena chequear los de “Cumbia B” y “Mala feminista”). “Mis padres querían que tocara algún instrumento, y mi abuelo paterno era concertista de piano, aunque trabajaba en la boletería de un teatro. Así que al final me mandaron a estudiar piano. Siempre me encantó la música, siempre me gustó crear melodías y también la escritura: escribo guiones, poesía, letras de canciones –resalta ella–. Presenté mi primer poemario con una compañera que me acompañó con una guitarra y ahí descubrí que eso que estaba leyendo era un híbrido entre poema y canción, que esos poemas tenían estribillos que se repetían todo el rato. El primero se transformó en canción fue “Dicen de tí, un poema largo, de cuatro o cinco páginas, dedicado a un exnovio. Es una canción hablada, sólo canto el estribillo”.
Jordana B. es un proyecto personal de María. Empezó como algo más colectivo pero fue decantando, incluso con algún cambio en la formación, en lo que hoy está bien delineado: una artista que lidera y una banda que apoya, integrada por músicos en los que confía ciegamente. “Ellos hacen lo que yo no sé hacer, llegan a los lugares a los que yo no puedo llegar –explica–. Mónica Vicente es una de las mejores bateristas de España, una verdadera crack. La admiro mucho y es un halago trabajar con ella. Antonio Manuel López es guitarrista y productor, tiene una cabeza creativa increíble. Me complemento muy bien con él, le consulto todo y le hago caso. Es una persona clave en el proyecto. Llevamos un año y medio trabajando juntos y lo llamo casi a diario. Y la bajista es Marta Movidas, otra música española también muy talentosa que tiene su propia carrera. Es un lujo la banda”.
Cuando le preguntan por el tipo de música que hace Jordana B., María suele repetir que le cuesta clasificarla: “Siempre estuve empeñada en no quedar encasillada en ningún género. Me decían que era música indie, pero no sé… Es pop con un toque más rockero en los temas más nuevos. Yo escribo canciones con rima, no me sale mucho el verso libre. Y mis influencias son muy variadas. Escuché mucho rap español (Violadores del Verso, Sharif, Víctor Rutty) y aluciné con muchas de esas letras. De hecho, a los 14 o 15 años escribía temas de rap con bases que sacaba de YouTube. Pero es un género bastante monopolizado por los hombres, entonces lo dejé. El rap es un género muy relacionado con lo callejero: te tiro bronca, me tiras bronca. Y yo no escribía sobre eso, hacía letras más existenciales y más románticas. Pensé que nunca me iban a tomar en serio con el rap. Así que empecé a hacer canciones pop que son muy pegadizas. El pop tiene que ser medio chicle. Pero igual en las letras hablo de la precariedad laboral que sufrimos los jóvenes en España, de no tener dinero y estar todo el día tonteando en la calle, de ser explotada como camarera en un bar de un centro comercial, de la cultura superficial del like… Es la manera que tengo de que esas cosas no me duelan ni me jodan tanto”.
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