María Gabriela Epumer: venció su timidez para tocar con Charly García, se convirtió en su principal aliada y un mal diagnóstico terminó muy temprano con su vida
Integró las bandas de chicas Rouge y Viuda e Hijas de Roque Enroll y, en paralelo a su rol como guitarrista de Charly, emprendió una brillante carrera solista que quedó trunca
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“Pienso mucho en vos María Gabriela. Todavía en los shows busco tu mirada cómplice. Ojalá tengan tocadiscos en el cielo. Random es mi humilde homenaje a la mejor guitarrista que existió”. Con esas hermosas palabras, Charly García recordaba a María Gabriela Epumer allá por 2017, en el día en que hubiese cumplido 54 años.
Desde su infancia, Mapu, como era conocida María Gabriela entre sus amigos, tuvo una marcada inclinación musical, seguramente por la influencia de una familia estrechamente vinculada con el arte. Bisnieta de un cacique ranquel y nieta de uno de los guitarristas de Agustín Magaldi, sobrina de Celeste Carballo y hermana de Lito Epumer, la música era su ambiente natural. De muy pequeña quiso ser bailarina y estudió danza clásica y contemporánea, hasta que un buen día descubrió su vocación por la guitarra y se abrazó a ella.
A los 16 años, ya acompañaba a María Rosa Yorio, por entonces pareja de Charly, y desde entonces, siempre con un perfil muy bajo, transitó una eximia carrera como guitarrista, cantante y compositora que, entre otras cosas, la llevó a incorporarse a la banda de Say No More. En el medio fue integrante del trío Rouge, formó Viuda e Hijas de Roque Enroll, se sumó a la banda de Fito Páez para el álbum Corazón Clandestino, acompañó a Sandra Mihanovich y Celeste Carballo, tocó con Luis Alberto Spinetta en el disco Pelusón of milk , formó Las Chicas, otra banda de mujeres junto a integrantes de Los Twist y Man Ray, y hasta tocó con el guitarrista Robert Fripp. Del creador de King Crimson fue discípula y participó de varios de los retiros que organizó el músico en el país.
“Por ahí Charly no se acuerda, pero lo conozco desde que tengo 9 años o algo así. Mi tía era novia de Juan Rodríguez, baterista de Sui Generis, entonces había como una conexión. Una vez vino medio en broma a ofrecerme un tema, para hacerse el lindo conmigo en Jams, un boliche. Dijo que tenía una canción para darnos [a las Viudas], y me acuerdo que yo lo miré así [de costado] y no le di bola. El siempre se acuerda de eso. Hace como siete años, una amiga en común que es Laura Casarino, una de las cantantes de Los Twist, lo invitó a comer a su casa. Ella hizo ñoquis y estuvimos charlando”, recordaba María Gabriela años más tarde cómo empezaron a vincularse con Charly, en un fragmento de una entrevista televisiva disponible en YouTube.
“Una noche, yo estaba tocando en el grupo Las Chicas y Charly nos vino a ver a Prix D’Ami. Después del show, se acercó y me re felicitó, me dio la mano: ‘muy bien, muy bien’, me dijo. También me dijo que se tenía que ir de gira y que no tenía guitarrista, porque García López ya no estaba. Entonces le pregunté a quién iba a poner, y me dijo que a nadie, que no le gustaba audicionar gente, que iba a tocar él. Entonces yo le dije: ‘¿Cómo? Llevame a mí', así como una broma. Yo soy muy tímida normalmente y me salió. Y él me dijo: ‘Ah sí, ¿podés?’. Entonces le dije: ‘Por supuesto’’. Así, seguía re canchera. Entonces me dijo: ‘hablemos y vemos’”, sigue el relato de María Gabriela, una artista reservada, que aunque podía ser la persona más famosa de una fiesta, prefería no llamar la atención.
Con Charly se entendieron desde el primer momento. Unos días después, lo pasó a buscar y fueron a la sala de ensayo. “Estábamos los dos solos, yo sentada en una banquetita alta y él en el teclado, y empezamos a tocar temas de él que yo había sacado, que sabía, como “Promesas sobre el bidet” o “Rezo por vos”, y ya ahí le re gustó. Estuvimos como cinco horas, tocando y después zapando cosas. Dijo: ‘Ya está'”. Desde entonces, ella acompañó a Charly sobre el escenario durante una década, en plena transición del artista hacia su etapa Say No More.
Comenzaron a trabajar juntos mediados de los 90 para la ópera rock La hija de la lágrima, de 1994, en aquellos años donde Charly era noticia por sus excesos, y salía más seguido en las páginas de Policiales que en las de Espectáculos.
“Nuestro momento más difícil fue cuando estábamos presentando La Hija de la lágrima. Uno siempre tiene la fantasía de salvar a alguien... Charly es grande y él ha elegido lo que ha hecho con su vida. Cuando entendí eso, pude despegarme y dejar de sufrir. Eran épocas en que él era un huracán y yo hacía muy poco que tocaba en la banda. Fue una etapa difícil. Otro momento molesto fue después de hacer el unplugged... Charly nos echó a todos. Pero se arrepintió y seguimos”, recordaba María Gabriela algunos años después.
Más allá de los excesos, la relación con María Gabriela era excelente. Charly había encontrado en ella la horma de su zapato: una guitarrista verdaderamente talentosa y de enorme calidez que sabía cómo tratarlo. El vínculo entre ellos se consolidó arriba y abajo del escenario por más de diez años, hasta su partida.
El camino juntos incluyo la grabación de Cassandra Lange (1994) y Hello, el MTV Unplugged que grabaron en Miami, donde María Gabriela se luce y puede apreciarse su impronta en la música de García.
Luego siguieron Say no more (1996), una obra conceptual, en la que las letras abordan reflexiones sobre el amor, la pérdida, la identidad personal, el aislamiento emocional, la desesperación o la soledad; El Aguante (1998), hasta llegar a Influencia (2002).
María Gabriela también formó parte del fugaz regreso de Sui Géneris, participó de la grabación de Alta Fidelidad (1997), un álbum de estudio que Charly grabó junto a Mercedes Sosa; se sumó al experimento Charly y Charly, registrado en Olivos ante el expresidente Carlos Menem y tocó para más de 300.000 personas en Puerto Madero, uno de los conciertos más recordados de García, registrado en Demasiado Ego.
De alguna manera, Charly siempre estuvo fascinado por el talento y la calidez de María Gabriela. En el verano de 2003, durante su presentación en el Festival de Viña del Mar, incluso la nombró Miss Say No More y ella no dudó en desfilar siguiéndole el juego, luciendo con orgullo e incondicionalidad el brazalete reglamentario. En medio de ese caos -creativo, pero también generalizado- ella se convirtió en una suerte de sostén de Charly, desde lo emocional y desde lo artístico. Pero el 30 de junio de 2003, la guitarrista, cantante y compositora perdió la vida trágicamente, tras sufrir un paro cardiorrespiratorio derivado de una miocarditis mal diagnosticada. Tenía apenas 39 años y una carrera solista en ascenso que la posicionaba como figura dentro del rock nacional.
Unas semanas después, Charly sorbió su vaso de whisky y lo estrelló contra el piso de un escenario. “Esto es de bronca, ustedes saben por qué”, le dijo en complicidad al público antes de arrancar con una tremenda versión de “Demoliendo hoteles”. El “por qué” era el duelo que él y su entorno guardaban por María Gabriela. Llevaba una remera blanca a la que le había pintado a mano la inscripción “A-1″ (así le decía él, y así bautizó ella a una de sus bandas) y un corazón al que le había arrancado el centro. La partida de María Gabriela había provocado un enorme vacío en el escenario de Charly García y también en la escena de nuestro rock.
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