Marcos Mundstock: la voz grave y entrañable que nunca pudo ser reemplazada en Les Luthiers
Las claves de su humor único, a tres años de su muerte; el intérprete supo brillar en los juegos de palabras e idiomas que aún perviven en el último espectáculo del grupo
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Mientras que el grupo Les Luthiers se encuentra en medio de su gira de despedida, este sábado se cumplen tres años de la partida de Marcos Mundstock, uno de sus miembros fundadores. Probablemente el menos músico y el más concentrado en el uso de la palabra y en esos juegos que fueron los que caracterizaron y siguen representando el estilo Les Luthiers.
Semanas atrás, el grupo realizó su última función en el Teatro Ópera de Buenos Aires, con un nuevo espectáculo, Más tropiezos de Mastropiero, pero, a la vez, en ese plan de despedida que no pretende ser extensamente “chalchalera”. Antes de esa última función otro de sus integrantes de los inicios, Carlos López Puccio, contaba a LA NACION sobre los motivos de terminar la historia de Les Luthiers sobre los escenarios y de la deuda que les quedaba pendiente: “Jorge [Maronna] y yo sí teníamos algo que demostrarnos. Cuando Marcos [Mundstock] se enfermó y dejó de actuar, súbitamente, fue reemplazado por Roberto Antier, que ya venía como reemplazante hace tiempo y así quedó conformado el actual elenco. Fue entonces que con Jorge dijimos: ‘¿Escribimos algo nuevo?’ Veníamos de nueve años de antologías. Teníamos la carga de que los espectáculos siempre se firmaban entre cinco, o incluso entre seis. Esta vez lo teníamos que hacer nosotros dos, con la carga de la tradición de Les Luthiers. Hubo quienes opinaron que sin Marcos ni Daniel [Rabinovich] era imposible un espectáculo nuevo, que estuviera a la altura de los anteriores. Y eso fue para Jorge y para mí una cosa interna, muy necesaria. Nos teníamos que demostrar que podíamos hacerlo y probarlo.”
Seguramente, quienes hayan visto en Rosario, Buenos Aires o en ciudades del exterior Más tropiezos de Mastropiero habrán notado al menos dos detalles. El primero es que en el nuevo espectáculo el rol característico de Mundstock está levemente corrido del de entrevistador, que muy bien lleva adelante Roberto Antier. No hubo un reemplazo de Marcos en este espectáculo. Se planteó otra forma sin salir de los cánones habituales de la manera como generalmente se desarrollan los espectáculos del grupo. Por otro lado, ese juego tan refinado de palabras al que llegaba Mundstock, incluso muchas veces con Rabinovich, sigue en escena. Se mantiene de un modo tácito aunque ellos no estén. Y quizá, si de alguna manera después de transcurridos unos minutos de la obra no se extraña su voz grave (que fue ganando calidez con el paso de los años) es porque, de alguna manera, su impronta quedó reflejada también en este reciente y último estreno.
Por alguna misteriosa razón, Les Luthiers es un todo en el que están representados la mayoría de los integrantes que pasaron por sus filas, tanto como los que no son fundadores y hoy conforman el elenco (Antier, Horacio “Tato” Turano, Tomás Mayer-Wolf y Martín O’Connor). De hecho, el personaje icónico que ha acompañado al grupo durante décadas, Johann Sebastian Mastropiero, está inspirado en un personaje creado por Mundstock, en 1961, que se llamó Freddy Mastropiero.
Este Mastropiero, Johann, personaje protagonista de este espectáculo que representa el cierre definitivo de Les Luthiers, fue alimentado con el paso de los años con diversos típicos. La mayoría de las veces a instancias de Marcos, se fue tallando el perfil de ese músico definitivamente impresentable, inescrupuloso, de reprochable moral y varias veces acusado de echar mano a melodías y armonías ajenas. Gracias a esa saga que es en sí mismo el personaje -y a partir del humorismo que se genera con su sola mención o evocación- es que Les Luthiers llegó a su último espectáculo que gira en torno a explicar lo inexplicable: el éxito de un compositor al que, aparentemente, el talento le fue negado desde la cuna.
Sin duda, buena parte del humorismo de Mundstock se vio canalizado a través de Mastropiero, a pesar de que, como ya se escribió, podía ser el menos músico de los integrantes de Les Luthiers. Esto, con los años, creó una amalgama indisoluble entre creador y grupo; quizás en diferente forma y medida, lo mismo sucedió con el resto de sus compañeros que alimentaron el estilo Les Luthiers en la mayor parte de su historia: Jorge Maronna, Carlos López Puccio, Carlos Núñez Cortés y Daniel Rabinovich.
Otra prueba de que la “astucia” de Mundstock sigue viva en Les Luthiers es la dedicación ofrecida al proyecto durante medio siglo. Quien revise el currículum de cada uno de ellos (especialmente de esos cinco históricos) notará que cada uno tuvo actividades complementarias, referidas a la música o a la actuación, pero que nunca compitieron directamente con su vocación principal. En balde sería entrar en analogías “mastropieranas”, pero lo de estos muchachos ha sido un verdadero sacerdocio. Y de ahí que haya una marca de agua que fue quedando impregnada en el grupo, a pesar de que algunos de ellos ya no estén. La marca que ha dejado Marcos en el estilo Les Luthiers es imborrable y, al mismo tiempo, lo suficientemente sutil para dejar que los espectáculos sigan fluyendo en su ausencia.
Si se avala la teoría de que Mundstock sigue vivo a través de la inventiva del resto del grupo, ¿por qué Les Luthiers llega a su fin? Esto lo explicaron Maronna y López Puccio cuando tomaron la decisión de emprender la gira de despedida: la muerte de una gran figura “en bambalinas” del teatro argentino, el productor Lino Patalano. Porque Lino fue representante de Les Luthiers durante 25 años. Y su tarea, que terminó con su partida, en septiembre de 2022, no pudo ser reemplazada, más allá del empeño puesto por Maronna y López Puccio.
Lino, además, había sido un gran amigo de Marcos. Tras la muerte de Mundstock, Patalano recordó con anécdotas el humorismo del locutor: “En 1996, Marcos vino al Maipo a preguntarme si quería sumarme a Les Luthiers y trabajar con ellos -decía Lino-. Obviamente le dije que sí y desde entonces empezamos a tener nuestras llamadas diarias que comenzaban invariablemente con su inconfundible voz diciéndome: ¿come stai, fratello? Porque desde ese momento fuimos eso, dos hermanos que se divertían jugando a inventar frases y slogans para los espectáculos. Y él, con su mente brillante, fue la fuente inspiradora y el compinche perfecto que me ayudó a llevar a cabo todos los movimientos artísticos y publicitarios que realizamos desde entonces”.
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