La cantante y compositora se presentará este viernes en el teatro Gran Rex para celebrar sus tres décadas como profesional y los 25 años de la edición de su primer disco; retrato de una mujer que se reparte entre su rol de artista y la vida familiar como mamá de tres hijos
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Vive en Pilar, lejos de la vorágine porteña. Su casa es también su estudio. Allí comparte sus días con su marido, Rodolfo Lugo, músico y productor, y sus tres hijos. “Vengo un montón a Capital, no es un problema el viaje, pero vivir allá es muy lindo”, reconoce Marcela Morelo, dispuesta a la charla con LA NACION, a través de la cual, siempre prolífica, desgranará varias novedades en torno a su música, aunque ahora la prioridad la tiene el concierto que brindará este viernes 2 de diciembre en el teatro Gran Rex.
La presentación en vivo se suma a una serie de shows en ciudades como Santa Fe, Córdoba, Rosario, Entre Ríos, Mendoza y Campana, en el marco de la Gira 25 años, celebrando el aniversario de la edición de Manantial, su primer disco. La chica de Lanús, nacida como Marcela Alejandra Lucía Morelo, que tocaba en el patio de la casa familiar acompañada por el bandoneón de su abuelo, ya lleva tres décadas de una carrera en la que no faltaron aquellas melodías muy instaladas y que hasta sirvieron de leitmotiv para la hinchada del fútbol, coronación suprema del gusto popular.
-Decía Carlos Gardel que veinte años no era nada, ¿qué sucede cuando se trata de veinticinco años desde la edición del primer disco?
-Es un poquito más que veinte, es un montón. Miro artistas como David Lebón y tantos otros que llevan muchísimos años de carrera y pienso en la suerte que tenemos de poder hacer lo que nos gusta más allá del tiempo. Un deportista no tiene ese privilegio, su cuerpo le marca un límite, pero la música te da una visión que no tiene final. Si uno se retira, es por voluntad propia, pero no por una marca del tiempo.
-Por otra parte, en el artista el tiempo juega a favor en tanto se puede capitalizar en la madurez expresiva.
-Juega a favor, si uno tiene la tenacidad, la constancia y la perseverancia de mantenerse en el tiempo. El tratar de perdurar es el gran desafío de todo artista.
Aunque subestimado por algún cenáculo intelectualoide, lo cierto es que aquella canción que logra instalarse en el gusto masivo, ingresando en esa categoría denominada “hit”, es la aspiración de todo cantante. Marcela Morelo de eso sabe. En su repertorio se suceden de manera asombrosa decenas de esos temas que, con solo escuchar sus primeros acordes, todos saben de cuál se trata.
“Corazón salvaje”, “La fuerza del engaño”, “Para toda la vida” y tantos más, se han convertido en la banda de sonido de muchos. Como decía Violeta Parra “reconozco, amo y venero el canto a lo humano y el canto a lo divino, desde el punto de vista del texto literario y del punto de vista musical”. Esa simbiosis también se da en la poesía de Morelo, profunda y popular.
-Cuando, como tantas veces te sucedió, un tema se instala muy fuerte en el público, ¿existe el vértigo y la incertidumbre en torno a futuras inspiraciones y a la presión por redoblar la apuesta?
-Es siempre una incógnita, de hecho, mis últimos dos discos no son de composición. Tu mejor plan es un disco realizado en pandemia con canciones de otros que hemos reversionado y el anterior fue Los 20 de Morelo, donde compuse una sola canción que grabé con Carlos Rivera. Ahora sí ya es un tiempo de volver a mostrar nuevas composiciones.
Espinas y pétalos
La dinámica familiar fue una de las causales de cierto freno en la verborragia creativa de Marcela Morelo, al menos la exhibida públicamente: “Fuimos padres hace pocos años y recién ahora el barco se está estabilizando. Soy más mamá que nunca, pero me estoy organizando para que también la vida familiar pueda convivir con mi parte creativa”.
Hace algunos años, la cantante y Rodolfo Lugo adoptaron a tres hermanos, en un camino que fue complejo y angustiante como suelen ser los procesos de adopción en nuestro país. Hoy, aquellos escollos fueron superados y el destino de un hogar impersonal y transitorio mutó para esos chicos en una familia amorosa. “Mis hijos tienen 14, 11 y 9 años y ya hace seis que están con nosotros, crecieron bastante. Dimos un paso muy grande sin saber cómo íbamos a sostener todo esto y hoy lo sostenemos como cualquier familia numerosa. Es un trabajo alucinante. Ahora el barco está más estable, cada uno tiene su espacio y la vida es una fuente de amor impresionante para todos”.
El varón es el mayor, un jugador de fútbol eximio que ya cursa el secundario, mientras sus hermanas están en la escuela primaria. “Ellos saben que son adoptados, todo se habló e incluso lo hablan en el colegio, es lo más sano, natural”.
-La profesión de sus padres es atípica, ¿qué opinan?
-Como tenemos el estudio en casa, estamos mucho con ellos y eso hace que la vida sea bastante normal. Nos levantamos a la mañana temprano, les preparamos las viandas, los llevamos al colegio, aunque, con las giras, a veces nos vamos tres días seguidos.
-¿Cómo se organizan durante esas ausencias?
-Tengo la bendición de mi mamá que me ayuda un montón y se queda con los chicos. Si mi hermana o el hijo de mi marido no viajan, ellos también están.
Si bien el “chat de mamis” la estresa un poco, las mamás de los compañeritos de sus hijos la orientan en las tareas pendientes, reuniones en el colegio y en los regalos que hay que hacer.
-¿Alguno de tus tres hijos heredará la vocación de sus padres?
-Puede ser, les gusta la música, nuestra casa está llena de instrumentos. La del medio quiere ir a alguno de los concursos en la tele. Hacen danza y acrobacia, los tres juegan al tenis y el varón va a fútbol. Lo importante es que hagan lo que deseen.
-Mencionás los ciclos de televisión basados en las competencias artísticas. ¿Qué considerás que aportan certámenes como Canta conmigo ahora?
-La música es sanadora, hace bien, con lo cual, si el que va a participar entiende que no tiene que llegar a ningún lado, sino ser feliz con eso que va a hacer, está buenísimo. Lo que quizás veo como contra es que comienzan con una fama muy alta, que es la que te da la televisión, pero, cuando eso termina, hay un largo camino por recorrer en busca de un estilo que no es nada sencillo.
Manantial
-Sí, ni bien termino una canción la quiero mostrar, pero, una vez que la guardo, me oy me desapego del trabajo. C cuando, después de un tiempo, la vuelvo a escuchar, me da otra dimensión, otra perspectiva, no estoy arraigada a eso como al comienzo.o..nas y originarias, un sello propio, donde el hit no prescinde de los sonidos trabajados. Pegadizo sí, pero lejos de ser sencillo o simple. “Que me salga una melodía me hace muy feliz”.
En plan de volver a componer, “Chau – Me puedo equivocar” es una de sus últimas creaciones, tema que grabó junto a Diego Torres, conformando una rica mixtura de voces ensambladas en sus diferentes texturas: “Este tema formará parte de mi disco número doce”. El material no tiene fecha de edición, aunque se irán descubriendo títulos que sonarán en las principales plataformas antes de la conformación final del trabajo.
-¿Existe la ansiedad de editar lo compuesto?
-Sí, ni bien termino una canción la quiero mostrar, pero, una vez que la guardo, me olvido y me desapego del trabajo. Cuando, después de un tiempo, la vuelvo a escuchar, me da otra dimensión, otra perspectiva, no estoy arraigada a eso como al comienzo.
-Podés juzgar el trabajo...
-Exacto, lo puedo evaluar y hasta decir “no me gusta” o “me encantó”.
-¿Sos muy autocrítica? ¿Hay mucho que queda en el cajón y no conocemos?
-Con mi marido cajoneamos mucho, aunque no siempre pensamos lo mismo sobre una canción, pero él es mi referencia, mi otra mitad. Trabajamos y componemos juntos, pero Rodolfo se ocupa más de pulir y guiarme y, por supuesto, de los arreglos y la producción.
-¿Existe el método? ¿Hay una dinámica especial en torno a la inspiración?
-Siempre estoy trabajando, buscando ser muy receptiva, de estar con las antenas alertas.
Cuenta algunas historias en torno a los temas y grafica con esos estribillos que forman parte de ese seleccionado del “una que sepamos todos”. “Para toda la vida, para toda la vida…” se pone a cantar con afinación precisa y hasta, cerrando los ojos, se podría imaginar que alguien encendió la radio, pero no, la Morelo está ahí, al alcance de la mano en la terraza de Sony Music, su sello discográfico, en una soleada tarde palermitana que anticipa el verano.
-¿Siempre tuviste conciencia de tu don como compositora?
-No, al punto tal que no me convertí en compositora de jovencita, sino de más grande. Grabé mi primer disco a los 33 años y, desde los 25, comencé a coquetear con poder hacer canciones y tocar. Yo decía: “ay, me sale esto”. Era mágico, hice cosas que no tenía planeadas, pero, después, hubo mucho trabajo.
-La creación es un trabajo...
-Es un trabajo muy duro, así que más vale que la inspiración llegue cuando uno está trabajando, si no, pasa de largo. Y, si te encuentra, hay que dejarse ser, tachar mucho, pero jamás boicotearse.
-¿Existe la autocrítica destructiva?
-En el afán de la perfección uno se boicotea. Hay que escribir todo y luego se ve qué se hace, si no se escribe en piedra, luego se puede cambiar.
-Tu arte transita una delgada línea, es un género en el que, rápidamente, se puede caer en lo meloso. ¿Cómo es esa búsqueda de metáfora que da rigor y envergadura artística a tu trabajo?
-No me lo propongo tanto, sale. Siento que tengo un lenguaje muy cotidiano, no rebuscado y trato de ser directa en las frases.
-Por eso llega al receptor de una manera muy clara.
-Dicen que lo más difícil es hacer algo sencillo, pero que sea arte. El público me reconoce eso, tengo mucha devolución. Hago las canciones, la gente se las lleva para su vida y las aplica en determinadas situaciones que ni imagino. Pierdo dimensión, porque, cuando la canción sale, ya no es más mía.
-Tus fans son muy fans.
-Son maravillosos, hay gente de todas las edades y géneros, son amables y respetuosos, incondicionales. Tengo gente que me sigue desde hace veinticinco años y hasta hay chicos que vienen a los shows porque sus padres también me escuchan.
-El modo del fan refleja el modo del artista.
-Es un ida y vuelta. En los shows pasan cosas hermosas, hay una energía que se arma que es muy poderosa. Me voy del escenario energizada y al público le sucede algo similar.
-Deben sobrar las anécdotas de conciertos.
-Permanentemente suceden cosas. La última vez que estuve en Oberá llegué con poca ropa suponiendo que haría calor, como suele hacer allí. Sin embargo, a la hora del concierto hacía tres grados. Subí calentita y todo anduvo bien hasta que, faltando cinco temas para terminar, el frío caló hondo y se me pinchó la voz. En esos casos sufro bastante.
-¿Compartís lo que sucede con el público?
-Lo comenté y la gente explotó en una ovación, como pasa cada vez que compartís algo de tu vida. Hay una energía que vuelve que es maravillosa. Cuando sucede algo así con la voz, me pongo mal. En cambio, si hay dificultades técnicas, las paso por alto con buen humor. Se ha llegado a cortar la luz en pleno concierto y terminé cantando a capella con la gente haciendo un coro maravilloso.
Su necesidad de vivir en familia la llevó también a incorporar a Alan, el baterista de la banda, quien es hijo de su marido. Rodolfo Lugo es, además, uno de los protagonistas de las cápsulas que se generaron para repasar las tres décadas de trayectoria de Morelo, un material de colección donde sus seguidores encontrarán aspectos desconocidos de la carrera de la cantante, como aquella recomendación que la cantante Tormenta hizo a una discográfica y que fue el puntapié inicial para la carrera exitosa de la intérprete de “Manantial”. “Me siento respetada y querida por mis colegas. Me han invitado a cantar todos los estilos y estar junto a los más diversos artistas”.
En ese abanico expandido, Marcela fue convocada por Mercedes Sosa para grabar una exquisita versión de “Jamás te olvidaré”. “Siento que voy a llevar la voz de Mercedes por todos lados gracias a que grabó conmigo”, finaliza emocionada, antes de retomar los ensayos para el gran concierto de fin de año que brindará este viernes en el icónico Gran Rex porteño.
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