Manolo Juárez: "Yo no soy pianista. Soy tocador de piano. Pianista es Salgán"
El notable músico, baluarte de la proyección folklórica, toca en el Margarita Xirgu este jueves, junto a 16 colegas
Buena música y humor ácido. Tal vez con esos adjetivos y sustantivos se pueda definir en pocas palabras a don Manolo Juárez. Este año publicó su último disco al frente de su cuarteto. Un bello álbum. Poco después de la salida, un accidente doméstico que afectó su mano izquierda lo mantuvo alejado del piano por varios meses. Pero Manolo siempre tiene a mano una respuesta guardada bajo de la manga, que expresa toda su ironía y provoca una sonrisa en la cara de su interlocutor, incluso cuando no bromea, cuando habla en serio y se enoja.
¿Y cómo anda la mano? "Mejor hubiera sido quedarme sordo –larga apenas se enciende el grabador–. Porque así me estaría llenando de plata." ¿Sería un Beethoven? "Bueno, ése es un caso genial. Pero también están los otros tipos de sordos que hace la cumbia villera y comercian con lo más bajo de los estamentos populares intoxicando al pueblo con mercadería en mal estado. El pueblo no se merece eso. Aunque a la larga toma venganza con el canto popular. Con un tema como «Balderrama», que no es anónimo, pero es casi como si lo fuera. Yo le decía al Cuchi que de tan popular él se había convertido en una especie de autor anónimo, que es lo más grande que le podés decir a un autor. Y sí, el pueblo se venga."
Así es Manolo, un tipo que hace música de manera franca y, al momento de hablar, se expresa sin ningún tipo de filtros. Pasado mañana, participará en un proyecto que se presentará en el teatro Margarita Xirgu, que impulsa Lito Vitale y que reúne a 16 pianistas dispuestos a interpretar música latinoamericana. Y quizás en febrero pueda hacer un ciclo en el Torquato Tasso, aunque esto todavía no está confirmado, lo mismo que una serie de conciertos con Dino Saluzzi, que bien necesarios son para tener testimonio del estilo de dos tipos que dejaron una huella para músicos de su generación y de las que vinieron después. Porque sin Waldo de los Ríos ni Eduardo Lagos, en línea sucesoria y generacional Manolo es el siguiente baluarte de ese linaje que defendió la música de proyección folklórica desde la solidez musical (en la composición y, sobre todo, con los arreglos) y sin la temeridad con la que otros se lanzaron a la innovación.
–¿Qué fue lo que se te cruzó por la cabeza cuando una caída te impedía tocar?
–Nada. No me preocupó. Por supuesto que vi a un especialista, pero si no pudiera tocar con la mano izquierda, que no va a ser el caso, tocaría con la derecha. Yo no soy pianista. Soy tocador de piano. Pianista es Horacio Salgán, sin distinción de género.
–Te lo pregunto porque habías publicado el disco y te habrán quedado ganas de tocar esta música en vivo. Además, luego de algunos años sin grabar, da la sensación de que te fuiste poniendo al día con tus últimos CD.
–Sí. Este disco nuevo, con el cuarteto, es acústico como lo fue mi primer trío. En general, tiene una prescindencia de medios electrónicos. Además, no quiero caer en elogios desmedidos para los músicos que intervinieron. Pero la verdad es que hay gente realmente notable, como Roberto Calvo, que alguna vez fue alumno mío. Es un artista, un tipo que despliega creatividad. También Mono Hurtado, a quien le revisé cada nota del bajo, porque soy un obsesivo, y el Colorado Belmonte, que es tan bueno que su batería casi no se siente.
–¿Y el repertorio?
–Tengo cierta recurrencia. Hay cosas que las he grabado dos o tres veces. Grabo, escucho y estoy conforme. Pero con el tiempo siento que le falta algo. Es como el que nunca termina de pintar una pieza. Los enfoques no son diametralmente opuestos, pero sí nuevos, distintos. A veces pienso en la simpleza de las cosas gratas. En el campo compositivo, hay temas que son como estar en un ambiente viciado y de golpe es como abrir la ventana para que entre aire fresco. Temas como la "Milonga triste" de Piana y Manzi, "Balderrama" o "Luna tucumana", que grabé en este disco. Son un reservorio cultural. Mío sólo grabé un fragmento de una suite ("Momento N° 1"). Son diez temas y yo sólo tengo el 10 por ciento. No es porque me haya convertido al budismo zen de la humildad. Realmente critico mucho a todos los músicos esa impronta de ordenar repertorio que dejó Astor. Piazzolla tocaba todos temas de él, pero era Astor Piazzolla. Se repetía en muchos, pero tiene cosas que son inabarcablemente descomunales. Ahora los pibes hacen compactos con obras propias. Y eso es dañino para ellos. ¿Sabés por qué? Es como aquel que en el terreno del teatro es autor del texto, iluminador, director y primer actor. El que graba temas propios crea el problema y se responde a sí mismo. Tiene que frecuentar otras obras para ver cómo reaccionan otras formas de pensamiento. Eso le abre el panorama. Hay jóvenes que no lo comprenden. En la enseñanza, a los jóvenes los reto muchísimo. Tienen que transitar por obras maestras porque alguna información les va a dejar.
–A esta altura, vos podrías grabar sólo obra tuya. ¿O considerás que tenés que seguir creciendo?
–Podría grabar tres compactos con obras mías. Pero me encariño con las obras de otros. En una buena crítica que me hicieron decía que mi andar por la música era muy silencioso. En parte es cierto. Porque no es que yo la juegue de tipo que no hace declaraciones altisonantes, porque sabés que he dado algunas que son cañonazos, como cuando rechacé el Konex porque no lo tenía Cuchi Leguizamón y eso me dio vergüenza. Además, sé que inventé una forma abierta, desde la "Chacarera sin segunda". Pero, como te decía, me encariño con obras de otros. Y como el disco quedaba un poco corto, al final agregué un tema mío.