Este jueves comienza en el Movistar Arena una serie de doce conciertos, con entradas agotadas, que es el puntapié inicial de la gira de presentación de su flamante álbum, El amor de mi vida
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Sobre la espalda del escenario del estadio Movistar Arena hay una pasillo amplio y largo que lleva a los camarines. Uno de ellos, probablemente el principal, está iluminado por lámparas de tenue potencia y resguardado por paredes de espejos. En el piso descansa una guitarra acústica de edición limitada. Abel Pintos la dejó hace unos minutos en su estuche. En menos de media hora vuelve al escenario para el ensayo de la serie de shows que comenzará este jueves. Será el comienzo de la gira de presentación de su última producción discográfica, El amor de mi vida, semanas después de su cambio de estado civil.
-Es el primer concierto en condición de hombre casado, ¿cierto? ¿Qué se siente?
-Es cierto. Es correcto. Bueno, hay cosas distintas. Es difícil de explicar de qué manera uno se siente distinto. Pero es así. Yo lo relaciono con los símbolos. Aprecio mucho lo simbólico y en general el ser humano se agarra de los símbolos y el matrimonio es un símbolo sagrado; de un compromiso sagrado y muy profundo. Y eso es lo que lo hace sentir a uno distinto. Comprometido con la vida de otra manera. Me siento muy feliz y estos conciertos van a ser los primeros en esta condición.
-Después de tu casamiento, muy reciente, no elegiste una luna de miel convencional. Fueron para los pagos de tu esposa, en Chaco.
-Sí, nos fuimos a casa a continuar con la cotidianeidad y dejamos la luna de miel para algún otro momento. Agustín [su hijo] es muy chiquito todavía para dejarlo unos días. Y trasladarnos en este momento, con el colegio de Guille [Guillermina, la hija de Mora Calabrese, la esposa de Abel] después de tanto tiempo sin presencialidad, es un momento muy particular. Pensamos dejarlo para otro momento y disfrutarlo cuando sea. Ahora continuamos con la vida común.
-Estas doce funciones en el Movistar Arena están agotadas. También vi que ya agendaste tu participación en el festival de Cosquín. ¿Hay planes para más fechas en Buenos Aires?
-En Ciudad de Buenos Aires ya no agregamos más fechas este año. Vamos a otras ciudades y a festivales que también están en un regreso que es tan emotivo. Tanto para los festivales como para los que formamos parte. Por eso es que vamos a estar en Cosquín y en otros que se están confirmando. Hasta diciembre, vamos a algunas ciudades del interior de Argentina para presentar el disco. El año que viene nos tocará ir a otros países y regresaremos para seguir la gira. En mayo, el disco va a cumplir un año, pero nuestra gira recién está comenzando este jueves. Por eso tenemos un largo recorrido planeado. Si Dios lo permite tenemos mucho por hacer.
-¿Cómo es el show que están por comenzar?
-Vamos a tocar todas las canciones del disco pero, a diferencia de cómo lo acostumbré a hacer durante muchos años, no en el orden del disco. Se van a entrelazar canciones del disco nuevo con otras que me acompañan desde hace algunos años a esta parte. El concierto está en el orden de las dos horas, con la banda que me acompaña desde hace ya un tiempo, y a la que se han agregado ahora a Mery Granados y Antonella Giunta para cantar conmigo. Porque este es un disco muy compartido, hubo otras voces además de invitados formales. Antonella y Mery estuvieron acompañándome en el canto, en la forma de decir algunas cosas en particular y ahora se sumaron con mucho amor a estos conciertos y, seguramente, a la gira también. Es una novedad para mi porque nunca trabajé con dos cantantes. Los coros siempre estuvieron a cargo de Ariel [su hermano] o de Marcelo. Los músicos distribuían la energía en sus instrumentos y en acompañarme con la voz. Ellas viene a darle otra energía, a ayudarme a interpretar o reinterpretar las canciones, de otra manera.
-¿Además va a estar como invitada Magdalena Cullen, que participó en La Voz Argentina?
-Ella va a abrir los cuatro primeros conciertos. Los próximos cuatro, Joaquín Jacob, que es un chico de Bahía Blanca con el que empezamos a trabajar hace poco tiempo. Comenzamos a producir su música. Y en los últimos cuatro todavía no lo sé. Lo de Magdalena me hacía mucha ilusión. Me parece que es una cantante que tiene mucho por descubrir, por trabajar y por ofrecer al público.
-¿Ahora con muchos años de carrera y trece discos sos como aquel León Gieco que te presentó a vos en el escenario del festival de Cosquín?
-Vengo de su escuela. Soy uno de sus tantos discípulos. Porque él hizo mucha escuela con sus gestos artísticos, musicales, de consciencia sobre muchas cosas. Desde muy chico lo vi trabajar. No sólo me tocó a mí vivir de primera mano su bondad y su generosidad a la hora de compartir su conocimiento y sus experiencias con otros músicos. Lo vi en muchas oportunidades con otros que hoy son grandes músicos con largar carreras, con muchos frutos, y buenos. Entonces, vengo de esa escuela. Por eso me hace ilusión abrir el escenario a los artistas que admiro y me conmueven.
-¿Que admires y que te conmuevan son los requisitos para producirles sus discos o invitarlos a abrir tus shows?
-A Magdalena la vi haciendo “Muchacha ojos de papel”. Hubo algo de ella que me emocionó mucho. La considero talentosa y virtuosa. Como te dije antes, tiene mucho por hacer, por descubrir y por trabajar para después compartir cosas con el público. Tiene mucho material emocional y vocal. Va a depender de ella y de cómo lo quiera hacer. Yo encantado de poder producir cosas con músicos. Lo que más me interesa es generar espacios. Porque considero que tengo más espacios para generar que conocimiento. He aprendido muchas cosas. Pero muchas de esas cosas que uno aprende, a pico y a pala, sirven más para aplicar en la experiencia propia. Yo no tengo tanto conocimiento técnico para poder trasladarlo a otras personas. Tengo espacios. Tengo doce conciertos en Buenos Aires y me gusta que mientras que el público se va acomodando en la sala pueda escuchar música en vivo. Y eso me gusta brindarlo a músicos que me conmueven y que están comenzando su camino.
-En tu camino descubriste tu voz, un repertorio, luego descubriste tu propia canción y en un momento comenzaste a llevar tu vida privada al escenario o a los medios. Le escribiste una canción, “Piedra libre”, a tu hijo que estaba por nacer. Invitaste a la prensa a la puerta de tu casamiento. ¿Hubo algo que produjo un clic para que eso sucediera o fue un proceso?
-[se ríe] Un proceso. Porque en primer lugar, todo lo que dejamos entrever de nuestra realidad familiar es un consenso familiar. No es una decisión mía como artista a la que mi mujer y mis hijos se amoldan. Es un consenso qué nos gusta contar o compartir con los demás y cuál es el motivo por el que queremos hacerlo. Y qué cosas no. En primer lugar no es decisión artística. Es personal. Como hombre me gusta compartir la alegría que siento al lado de mi familia. Por tanto no tiene comparación con mis decisiones personales previas de cómo manejar la intimidad. Antes yo manejaba la intimidad desde conceptos individuales. Hoy es desde el concepto familiar. Entendemos que mi trabajo y mi posición en la música genera exposición. Y genera el cariño de mucha gente que valoramos mucho y que tiene muy buena intención de acompañarnos y de acompañarme en las cosas lindas que me pasan. Entendiendo eso, luego decidimos qué de nuestra intimidad queremos compartir y qué no. Pero es en forma grupal. No depende solamente de mí.
-¿Y como sigue la vida artística? ¿Tenés más música escrita en el último tiempo para pensar en el siguiente álbum o ahora estás solo concentrado en salir a tocar las canciones del último álbum?
-Es un tiempo muy conmovedor y los momentos de mucha movilización emocional siempre terminan resultando tiempos de creatividad. Estoy escribiendo canciones, incluso quedaron canciones producidas y grabadas que no entraron en el último disco. Ya estoy pensando en siguientes pasos: singles, discos. Pero ahora quiero enfocar en lo que veníamos esperando mucho, que era volver a salir de gira. Seguramente el año próximo recién voy a volver a compartir cosas nuevas.
-Hiciste un concierto en streaming desde la Usina del Arte. ¿Capitalizaste algo de ese formato?
-Fue una experiencia que disfruté mucho. Salió muy buena en todos los órdenes: logístico, productivo y artístico. Me pareció algo divertido que estuvo muy bien. Fue nuestra única herramienta, por lo tanto, fue muy valioso poder hacerlos. Pero hoy, con el diario del lunes, me doy cuenta de que me gustó la experiencia. Al margen de todo lo contextual, me gustó como producto artístico. No descarto la posibilidad de seguir ofreciendo al público cosas conceptualmente streaming. Pero realmente, el punto de angustia fue pensar que esa iba a ser la única herramienta, durante muchos años, tal vez. Mientras que sea una herramienta, todo bien, pero como única posibilidad era un poco angustiante. Porque la incertidumbre dejaba espacio a muchos escenarios posibles. Por suerte, todo parece estar mejorando y dándonos otro aire. Gracias a Dios no fue de esa manera y hoy estamos en la presencialidad.
-¿Con qué aforo para estos conciertos?
-Nos quedamos con el aforo permitido en el momento en que pusimos a la venta las entradas: 2500 personas [por concierto]. A la siguiente semana se abrió al doble pero consideramos que por respeto al público que había hecho un consumo muy feroz de las entradas [se ríe] era imposible reubicarlos. Especialmente por esa gente que había conseguido ubicaciones más atrás de las que quería. Y no era justo poner a otros más adelante. Necesitamos respetar a ese público. Los conciertos que ahora estamos organizando en el interior tienen un aforo más actualizado.
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