Magistral alegoría de la decadencia
Concierto III de la XI edición del Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea organizado por el Complejo Teatral Buenos Aires. Programa: Satyricon , de Bruno Maderna. Dirección musical: Alejo Pérez. Dirección escénica: Marcelo Lombardero. Solitas: Laura Rizzo (soprano), Virginia Correa Dupuy (mezzosoprano), Graciela Oddone (soprano), Santiago Bürgi (tenor), Pablo Pollitzer (tenor), Hernán Iturralde (barítono). Escenario y video: Pablo Maritano. Iluminación: Horacio Pantano. Vestuario: Stella Maris Müller. Preparador: Lucas Urdampilleta. En la Sala Casacuberta del Teatro San Martín.
Nuestra opinión: excelente
La disipación, en el sentido de disolución moral pero también de derroche, constituye una de las matrices de Satyricon , la ópera del italiano Bruno Maderna que se presentó, en coproducción con la Opera de Cámara del Teatro Colón, en el Ciclo de Música Contemporánea organizado por el Complejo Teatral de Buenos Aires. Discípulo de Gian Francesco Malipiero y de Hermann Scherchen, Maderna conoció tempranamente, a instancias del primero, el repertorio de los compositores venecianos (Vivaldi y Monteverdi), y, del segundo, el de la Segunda Escuela de Viena. Además de su tarea como director (central en su enfoque pragmático de la música) y del descubrimiento de la aleatoriedad, esos dos linajes resultan decisivos en Satyricon , suerte de testamento musical que el autor compuso hacia 1972, un año antes de su muerte.
Se trata de una serie de números que siguen muy libremente el original homónimo del autor latino Petronio. En una trama verbal y sonora de materialidad espesa, aparecen elementos de identidad en los que se reconocen los puentes que la pieza tiende hacia la tradición. O, para decirlo en palabras de Pierre Boulez, Maderna encontró "un vínculo entre la nueva música y la tradición gallarda". El compositor trabaja irónicamente con los residuos de la historia musical y pródiga, en la forma de la parodia y el pastiche, las alusiones al pasado. El número "Trimalchio e il monumento", por ejemplo, exacerba el procedimiento: mientras el personaje prefigura su tumba y anuncia su "Tuba Mirum privado", la orquesta engarza ráfagas destempladas del Concierto para piano Nº 1 , de Tchaikovski, con citas de La bohème , de Puccini y del Orfeo de Gluck. Por otro lado, las formas cerradas, como la elegante línea melódica de "Lady Luck", se alternan con otra abiertas, como "Love s Ecstasy". Alegoría de la decadencia, el pastiche depara un efecto tan melancólico como encantador.
El desafío de la puesta
Los problemas que Satyricon presenta a los directores no son menores. El compositor no dejó ninguna indicación respecto de la puesta, de las acciones escénicas, ni tampoco el orden en que debían disponerse los números (en este caso, se respetó linealmente el orden de la partitura). Marcelo Lombardero optó por una puesta desprovista de toda literalidad que rompe el sistema tabicado de los números cerrados y les da continuidad a los episodios: una tarima central flanqueda por sillones y presidida por una pantalla sobre la que se proyectan imágenes abstractas, de clásicos hollywoodenses y del dibujo animado Los picapiedras , con un fondo sonoro de cintas pregrabadas. En lugar de manjares, hay un barman siempre dispuesto a llenar las copas de champagne. El vestuario, por su parte, con toques de los años veinte y treinta, subraya la carga sexual que domina el clima convivial y orgiástico en que se mueven los personajes. La dirección musical de Alejo Pérez no pudo ser más precisa y se apoyó en el alto nivel técnico de los instrumentistas. No fue menor el desempeño de los cantantes. En el papel de Fortunata, Virginia Correa Dupuy desplegó toda su expresividad y resolvió admirablemente las transiciones entre los giros jazzísticos y el tango en francés (en esta pieza babélica proliferan los idiomas) escrito a la manera de Kurt Weill. Graciela Oddone aportó, además de una faena vocal sin fisuras, su habitual solvencia histriónica. Desde el punto de vista teatral, Pablo Pollitzer compuso un Trimalchio disoluto y pleno de cinismo. Y Santiago Bürgi sostuvo eficazmente el sprechgesang (canto hablado) que refiere el cuento de la Matrona de Efeso.
Esta pequeña obra maestra del teatro musical del siglo XX encontró en su estreno local (indudable acierto del ciclo) una versión perfecta, cuidadosa de todos los detalles, y probó además que Maderna consigue vulnerar la cronología: su Satyricon burla todos los estilos musicales y, en ese gesto, le hace justicia al texto original, a su propia época y también a la nuestra
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