Recital del violinista Joshua Bell
Recital del violinista Joshua Bell / Programa: obras de Mozart, Beethoven, Debussy y Grieg / Ciclo: Mozarteum Argentino / Sala: Teatro Colón / Nuestra opinión: excelente
Una vez más, el eximio violinista Joshua Bell, que Buenos Aires ovacionó en varias ocasiones, se presentó en una noche muy especial para el Mozarteum Argentino, porque se trataba del primer concierto de la entidad sin la presencia de Jeannette Arata de Erize. Bell se presentó a dúo con el consagrado pianista de origen italiano Alessio Bax, en el octavo concierto de la temporada. Y, como era de esperar, desde los primeros pasajes y toda la versión de la Sonata K. 301, de Mozart, fue una nueva y contundente evidencia de los quilates de un violinista que aúna impecable técnica en la articulación y acertado criterio estilístico para encuadrar expresivamente cada momento de la admirable composición.
La segunda página elegida fue la muy difundida y valiosa Sonata Kreutzer , Op. 47, de Beethoven, quien con su genio renovador establece admirable equilibrio entre las voces del piano con un instrumento de cuerdas presionadas con arco, así como diálogos sonoros entre ambos. El dúo ofreció una versión estupenda desde todo punto de vista.
En la segunda parte hubo un contraste interesante con la Sonata para violín y piano Nº 3 , de Claude Debussy, escrita cuando la vida del autor se extinguía lentamente. Tanto que es, en realidad, su última obra forjada en los años trágicos de la Primera Guerra Mundial. Pese a ello posee una estructura en la que se aprecia un estado de ánimo muy especial, con un lenguaje de un patetismo significativo, pero a la vez con el logro de una fusión perfecta de los dos instrumentos y una maestría que la eleva entre los aportes más valiosos del compositor.
La versión de Bell fue de muy alta calidad, a partir de magnífico a llegro vivo, iniciado con especial dulzura, contrastando con pasajes apasionados bien logrados. El i ntermedio, caprichoso y ligero, pareciera estar imbuido de cierto carácter o atmósfera española, como tantas veces acontece en obras de creadores franceses. Y el f inale, muy animado, es una composición en varios momentos y climas sonoros que concluye con un desarrollo que pareciera ser el último coletazo de una vida plena de alternativas. También fue vertida por los protagonistas de modo impecable.
Como última obra del programa se apreció la Sonata para violín y piano Nº 3, Op. 45 de Edvard Grieg, escrita en 1886 y de forma muy clásica, con estructuras firmes en cada uno de sus movimientos. Fue una versión enjundiosa y entre Joshua Bell y Alessio Bax hubo un mágico entendimiento espiritual, tanto que el público en forma casi unánime brindó un generoso aplauso, generador de un agregado de circunstancia: una página del polaco Henryk Wieniawski, inefable compositor y virtuoso del violín, cuyos endemoniados pasajes de dobles cuerdas y adornos, de tan diabólicos, fueron suficientes para que Joshua Bell obtuviera un oportuno y saludable punto final.
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