
Madonna: la eterna provocadora
En su show en Nueva York, la cantante se lanza contra el presidente Bush y utiliza elementos de la cábala, su nueva pasión
NUEVA YORK.- Con menos sexo y más política y religiosa que nunca, Madonna sigue haciendo lo que mejor le sale: provocar al mundo, mientras sus fans la festejan y bailan desenfrenadamente, como anteanoche, cuando presentó el primero de sus seis shows en Nueva York, todos agotados. "¿Qué están mirando?", lanza desafiante la cantante no bien aparece desde abajo del escenario, vestida con un corsé dorado, hot pants y botas de cuero negro hasta las rodillas, para dar rienda suelta al "Re-invention Tour" con una electrizante versión de "Vogue".
A los 45 años, madre de dos hijos y tras más de dos décadas de exitosísima carrera, Madonna irradia la misma energía que cuando cautivó la atención mundial con su "Like a Virgin", escandaloso tema allá por 1984. "¡Pónganse de pie y vengan a la pista a bailar!", ordena, y de todos lados, de arriba, abajo y ambos costados, hace su entrada la troupe multirracial de 12 bailarines que la acompañan a lo largo del show, enfundados en recargados trajes victorianos.
El público, ya de pie y recuperado de una breve introducción en la que se escuchaba a la cantante leer versículos del Apocalipsis, no puede resistirse; baila, canta, grita y aplaude el regreso de su camaleónica diva, que hacía tres años que no salía de gira. El veredicto en estos primeros minutos es unánime entre las casi 20.000 personas que llenan el Madison Square Garden: está mejor que nunca, madura, en su punto justo, segura de sí misma. Tanto que logra dominar sola, con su guitarra eléctrica, en canciones como "Nobody Knows Me" y "Frozen". Disfrutando cada instante, en medio de piruetas que resaltan su tonificado cuerpo, Madonna reina abajo y arriba del escenario con una luminosa sonrisa de quien se sabe triunfante después de tener agotados 48 de los 55 recitales que incluye esta gira.
Duro comienzo
El tour, sin embargo, comenzó en Los Angeles el 24 de mayo con el pie izquierdo. Las primeras críticas de la prensa fueron malísimas, pues condenaban su mensaje político en contra de la guerra y la irrupción en el espectáculo de sus creencias religiosas cabalísticas, de misticismo judío. Los mismos que años atrás se escandalizaban por las simuladas escenas de sexo en vivo, el erotismo explosivo y el lesbianismo, ahora se preguntaban adónde había ido a parar la libido de Madonna y no aceptaban su "reinventada" nueva faceta, más involucrada con los problemas de la sociedad actual.
No la ayudaron tampoco el hecho de que tuviera que reprogramar su segundo show por problemas de salud y de que cancelara sus presentaciones en Israel, supuestamente por amenazas del grupo fundamentalista islámico Hamas contra sus hijos, Lourdes, de 7 años (fruto de un romance con su personal trainer Carlos León), y Rocco (de 3 años, hijo de su actual marido, el director de cine escocés Guy Ritchie).
De todas maneras, en Nueva York, donde Madonna comenzó su carrera en discotecas y como estudiante de danza en el estudio de Martha Graham, su manifiesto antibélico fue bien recibido y no se prestó mucha atención a los textos que en hebreo revolotean por las pantallas, ni a las imágenes de Jesús, el Sagrado Corazón y la Virgen María, que en realidad son utilizadas más como detalles de diseño gráfico que como instrumentos de evangelización.
Es la segunda parte del show la que busca generar controversia cuando, con imágenes de guerra de la película "Apocalypse Now" de fondo, aparece vestida con uniforme militar verde oliva y boina negra -que por unos momentos recuerda al Che Guevara y por otros a Patty Hearst- mientras canta "American Life". Con algunos bailarines como soldados, que imitan helicópteros en elaboradas coreografías, en las cuatro pantallas gigantes que enmarcan el escenario se muestra también escenas de iraquíes heridos, combates en Vietnam, sangre y marchas pacifistas de la década del sesenta de hoy. Una plataforma en V desciende sobre el escenario sobre la que desfilarán, como si fueran modelos, bailarinas con hábitos de monjas y burkas, pero en minifaldas, jeques árabes de turbante y cardenales purpurados. "¿Este tipo de vida moderna es para mí? ¿Viene gratis?", se pregunta la "chica material" en una canción, que termina con imágenes de dos actores que hacen de George W. Bush y Saddam Hussein abrazados, riendo y compartiendo un habano.
"Quiero recomendarles la nueva película de Michael Moore, «Farenheit 9/11», que tuve el privilegio de ver anoche", dice Madonna, en uno de los pocos intercambios de comunicación con el público. "Gracias, Michael, por ir en contra del establishment, por mostrar algo distinto, por darnos esperanza", señala, dirigiéndose al director del film, que se encontraba en la platea, al igual que la actriz Gwyneth Paltrow.
El tono se aligera inmediatamente con la archipopular "Express Yourself", cantada en medio de una coreografía con rifles y los soldados bailarines a las órdenes de la generala Madonna, en el pasaje más divertido y sarcástico del concierto. Pero el mensaje político reaparecerá poco más tarde con una versión un tanto insípida de "Imagine", de John Lennon, sobre la cual se muestra una serie de fotos que ilustran la diversidad de la raza humana y que termina con una imagen de dos niños, uno israelí y el otro palestino, abrazados y como si fueran a jugar al fútbol juntos. Y para quienes todavía no entendieron la postura de Madonna sobre el conflicto en Medio Oriente, nuevamente, hacia el final, sobre las pantallas en las que se suceden las banderas de todos los países del mundo, quedan congelados los símbolos nacionales de Israel y Palestina. No falta tampoco una dosis de dramatismo y de declaración contra la pena de muerte cuando tras cantar "Die Another Day", bailado con pasos de tango, la artista termina sentada en una silla eléctrica, desde donde entonará "Lament", uno de los temas de "Evita".
Como ya es costumbre, el despliegue tecnológico en el espectáculo es de primera calidad, con un estilo bien cuidado y definido en cada una de las partes. Sin embargo, los momentos más memorables resultan cuando la multifacética Madonna se desprende de toda la parafernalia técnica y de la mano de un coro de 20.000 almas canta éxitos como "Material Girl", en versión rockera, o "Like a Prayer", con guitarra acústica rasgada por ella misma y un toque de gospel. Y más allá de las acrobacias dignas del Cirque du Soleil que hacen sus bailarines en trapecios y sobre las más variadas plataformas móviles, se destacan las coreografías simples y delicadas como la que acompaña "Don´t Tell Me", con Madonna y su troupe vestidos de parisienses de los años 20 y bailando como si estuvieran patinando sobre hielo.
Para el final deja un homenaje a su marido, Guy Ritchie, y envuelta en una larga "kilt", la típica falda de tartán escocesa, llena el escenario con gaiteros que tocan divertidas versiones de "Get into the Groove" y "Papa Don´t Preach" mientras todos hacen una mezcla de baile escocés con danza tribal en la que las tradicionales espadas fueron cambiadas por bastones de caña.
Tras una tranquila "Crazy for You" que dedica a los fans que la han seguido durante 20 años -"y que seguramente me seguirán durante las próximas dos décadas", especuló- Madonna invita al público a bailar y disfrutar de los últimos minutos del espectáculo, que con "Music" se convierte en una psicodélica disco, DJ y bandejas incluidas. Y nadie puede quedarse sentado cuando llega el que en 1983 fue su primer éxito en los Estados Unidos, "Holiday", encargado de cerrar el show en un ambiente de pura fiesta, música y baile bajo una lluvia de papel picado brillante. Con sexo o sin él, Madonna todavía sabe cómo montar todo un show.
El repertorio del show
- "Vogue", "Nobody Knows Me", "Frozen American", "Life", "Express Yourself", "Burning Up", "Material Girl", "Hollywood", "Hanky Panky", "Deeper and Deeper", "Die Another Day", "Lament" (de "Evita"), "Bedtime Story", "Nothing Fails", "Don´t Tell Me", "Like a Prayer", "Mother, Father", "Imagine", "Get Into The Groove", "Papa Don´t Preach", "Crazy For You", "Music" y "Holiday".
La nueva gira
- 24 de mayo: fue cuando comenzó la gira, en Los Angeles, que terminará el 12 de septiembre, en Lisboa.
- 750.0000: espectadores han visto el show hasta ahora.
- 55 conciertos: integran la gira -48 de los cuales ya tienen las entradas agotadas- que se hace por 20 ciudades de Estados Unidos, Canadá, Gran Bretaña, Irlanda, Francia y Portugal.
- 12 bailarines: la acompañan en el escenario.
5 músicos: integran la banda.
- 110 asistentes: se ocupan de los detalles de la gira.
- 56 guardaespaldas: se encargan de su seguridad.
- 5 cambios de vestuario: realiza durante el show; usa trajes de Chanel, Prada, Jean-Paul Gautier, Christian Lacroix y Stella McCartney diseñados especialmente para ella.
- 100 millones de dólares: es la ganancia estimada por la venta de entradas y souvenirs.
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