El saxofonista se presentó el sábado 2 en un teatro Coliseo con un lleno total
Maceo Parker visitó nuevamente Argentina, y parecería ser uno de esos artistas que el público local adopta como propios, ya que –en una cartelera repleta de una oferta artística de calidad como es la de Buenos Aire – el Coliseo ofrecía un lleno total la noche del sábado 2 de septiembre, en una de las dos únicas presentaciones previstas en el país (la otra fue el viernes en Neuquén).
Los motivos pueden ser que es una de las pocas oportunidades que quedan de ver en vivo a uno de los auténticos originadores de un género tan influyente como el funk, o simplemente que, aunque no ofrece mayores variantes con respecto a visitas anteriores, el suyo es un show de excelencia, energético y siempre disfrutable.
En este caso, la excusa es festejar sus 50 años con el funk, y Maceo, al frente de una banda de siete integrantes, hace honor a su fama como uno de los consumados maestros del género. Con 74 años, con un estado físico envidiable, cantó, bailó, condujo la banda con un preciso lenguaje de señas, arengó al público y por supuesto, tocó su saxo alto con un estilo inigualable, sin dejar que la tensión decayera ni un momento a lo largo de casi dos horas de show.
El concierto está estructurado como una “revue”, prácticamente sin pausas entre los temas, enganchando el imparable groove funk de la banda - con brillantes pasajes instrumentales que evocan a su mentor, James Brown-, con algunos momentos más calmos, dejando también espacios para el lucimiento individual de los músicos.
Entre ellos sobresale el bajista Rodney “Skeet” Curtis – antiguo compañero de Parker en los P-Funk All Stars - , que asegura el empuje rítmico junto al baterista Peter MacLean, y también el guitarrista Bruno Spieght, que además del clásico acompañamiento entrecortado que es una de las características del funk, mostró algunas originales ideas como solista utilizando el control de volumen. El trombonista Greg Boyer se reveló como un instrumentista muy afilado cada vez que pasaba al frente, cuidando siempre de no eclipsar a su líder, y el tecladista Will Boulware exhibió sus raíces jazzísticas.
En el repertorio, además de algunos temas propios de Parker, como “Pass the peas” y “Off the hook”, hubo lugar para versiones de los más grandes artistas de la música negra, empezando por supuesto por Brown, de quien hicieron “Make It Funky” y “Gonna Have a Funky Good Time”, pasando por Ray Charles (“You Don’t Know Me”), Marvin Gaye (“Let´s Get It On”) y Sam Cooke (“Workin’ On a Chain Gang”), hasta llegar a Michael Jackson, con un fragmento de “The Way You Make Me Feel”. La vocalista Darliene Parker, prima de Maceo, tuvo su momento de gloria con una versión de alto voltaje erótico de “Stand By Me”, de Ben E. King, que además permitió a Maceo mostrarse como excelente flautista.
Pero si bien Parker es un muy buen cantante, frontman, e incluso imitador (su personificación de Ray Charles no tuvo desperdicio), parecería que la banda se prende fuego cuando descerraja alguno de sus tremendos solos de saxo alto. Su tono, la elección de las notas, la energía y el aire sincopado con que alterna frases y silencios, lo convierte en uno de esos músicos que tiene el raro privilegio de ser instantáneamente identificable, erigiéndose como uno de los más grandes exponentes de su instrumento.
Lo de Maceo Parker en el Coliseo fue una nueva cátedra de funk, condimentada por un ingrediente filosófico, con una frase que repitió hasta el cansancio, como para no permitir que nadie se olvide. “Recuerden”, dijo una y otra vez, “it’s all about love” (todo se trata del amor).
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