“Luna Cautiva”: la más bella zamba nacida de una tragedia y que su autor compuso en la cárcel, antes de ser indultado por un presidente
Se trata de una de las piezas clave del folklore argentino; Chango Rodríguez, su autor, la escribió cuando estaba recluido en una prisión cordobesa
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José Ignacio Rodríguez, “Chango” para cualquiera que preguntara por él y para todo ese inmenso publico de la música folklórica argentina que se había transformado en un boom en todo el país y salía al exterior, en la década del sesenta. Chango Rodríguez era un cordobés nacido en la capital provincial, que escribió hermosas canciones, como “Vidala de la copla”, “De Alberdi” (dedicada a su barrio), “De mi madre”, “De Simoca” y la que probablemente fuera la más bella de todas, la zamba “Luna cautiva”.
La versión oficial sin duda hay que situarla en la propia voz de este autor y compositor, pero como ha sucedido tantas veces con la música folklórica, la canción ha tomado vuelo en otras voces. Algunos la recordarán en el estilo chalchalero; otros, en la dulzura pausada de ese hombre de gesto enérgico, Jorge Cafrune. Y más acá en el tiempo, también se podrá mencionar como memorable la versión que Soledad Pastorutti y Raly Barrionuevo hicieron para el concierto de los 20 años de carrera de La Sole, en el Festival de Cosquín.
“Luna cautiva” es de una época bisagra en la que la poética costumbristas y paisajista (en esa estética se ubica esta obra) le daba paso a una expresión mas referida al ser humano y su circunstancia, a lo manifestado en un nuevo cancionero. Sin embargo, en ambas corrientes se expresaba una poética bien desarrollada en la metáfora. Y en ese sentido, “Luna cautiva” quizá sea uno de los mejores ejemplos. La descripción es absolutamente sencilla, pero inspirada y con una significación escondida detrás de pequeñas imágenes. Incluso puede haber toda una historia detrás de una sola palabra o de varias que Chango Rodríguez esparció como claves o pistas de su profundo pesar: grillos (pueden ser bichitos cantores o, también, cadenas), oscuridad, reja, cautiva.
¿Qué dice la letra? Habla de un hombre que ha regresado de algún lugar que no especifica pero que se intuye en cada palabra cuando la escucha es atenta. Dice: “De nuevo estoy de vuelta, después de larga ausencia, igual que la calandria que azota el vendaval (...) Al pie del calicanto la luna cuando pasa, peinó mi serenata, la cresta de sauzal”. Hasta aquí, un cantor golpeado por la vida que regresa a su casa (o que imagina su regreso). Por eso la referencia a la calandria y al vendaval.
Luego dice: “Tu amor es una estrella con cuerdas de guitarra, una luz que me alumbra en mi oscuridad. / Acércate a la reja, sos la dueña de mi alma. Sos mi luna cautiva que me besa y se va”. Si la estrofa tiene un halo casi onírico, en el estribillo relata su realidad. Le pide a esa mujer amada que se acerque a la reja porque él está preso, para que al menos, le deje un beso antes de partir, hasta el próximo encuentro.
En la biografía de Chango Rodríguez hay una historia trágica que fue perfectamente sintetizada en las estrofas y estribillos de esta zamba. Aquella mujer que se acerca a la reja era Lidia Haydée Margarita Bay (”La Gringa”). Chango y “La Gringa” se casaron durante su aislamiento en el pabellón 11 de la cárcel de San Martín. Allí cumplió una reclusión de cuatro años, entre 1963 y 1967, hasta que fue indultado por el presidente de facto Juan Carlos Onganía, luego de sucesivos pedidos de su esposa, que se dedicó a juntar firmas hasta conseguir esta medida que liberó al compositor.
El crimen fue producto de una pelea entre Rodríguez y su compadre Juan Álvarez. Lidia presenció la escena, luego de un asado de cumpleaños, el 11 de diciembre de 1963, en una casa de la localidad cordobesa de Unquillo. Su relato fue reproducido por una de sus hijas: “Tenían que viajar a San Luis y cuando subieron al auto mi papá se dio cuenta de que le faltaba la plata que le habían pagado como adelanto por un nuevo trabajo [un disco]. Mi mamá siempre se quejaba de ‘la maldita costumbre de ponerla en el bolsillo de la camisa’, así que bajó a buscarla en la casa. Como ella demoraba en volver, él se bajó del auto con el arma para amedrentar a la persona que se la había quedado, y en un forcejeo se escuchó un disparo. Podría haberle dado a mi mamá, que estaba al lado, pero la bala mató a otro. Todo eso está en el expediente”.
El entrevero fue el detonante de una situación anterior. Durante el asado hubo guitarreada. Chango cantó un tema de Juan Carlos Carabajal y Crisóforo Juárez, pero sin mencionar a sus autores. En ese momento alguien habría insinuado que tomaba canciones que no le pertenecían. Tal vez no fuera más que el atrevimiento de alguien excedido por las copas. Pero Rodríguez comenzó a levantar temperatura. Y cuando se dio cuenta de que le faltaba parte de un dinero que le había adelantado el sello discográfico Philips, para la grabación de un nuevo disco, regresó muy enojado.
Si bien Lidia dijo que el arma estaba dentro del auto, hubo otra versión, que fue la que se impuso en el juicio, referida a que el músico fue hasta su casa en busca del arma y regresó al domicilio, donde se realizaba la fiesta, para amenazar a su compadre. Eso incluyó el agravante de la premeditación, porque tuvo tiempo para pensar en lo que estaba haciendo; por lo tanto hubo otra carátula y otra condena. La Cámara del Crimen determinó 12 años de prisión por homicidio simple y abuso de arma en concurso real.
De los que estuvieron en aquel asado, no fue el único procesado. Se imputó también a Ramón Altamirano, Uladislao Délfor Vera y Dionisio Funes por lesiones leves en riña y a Reyna Pérez de Estrada por defraudación atenuada, ya que en su poder estaba el dinero (30.000 pesos) que eran los que Rodríguez estaba buscando.
La bibliografía sobre este hecho también muestra dos versiones. Una que señala la sobriedad del cantor, ya que debía viajar para una actuación y otra que habla de que el alcohol de ese asado con guitarreada habría caldeado los ánimos de los comensales y contribuido con la tragedia.
El 8 de enero de 1965, cuando ya se encontraba preso, se vistió con un frac negro, camisa y moñito. Esperó la llegada de Lidia y se casó con ella. Su esposa, incluso antes de estar casados, nunca renunció a las peticiones de libertad. De los doce años de sentencia Rodríguez cumplió cuatro. El indulto de Onganía incluyó a 33 detenidos en cárceles cordobesas. El 11 de septiembre de 1968 finalmente salió en libertad, vestido con el mismo traje que había usado para su casamiento con “La Gringa” en su celda. Horas antes de salir conversó con el Canal 10 de Córdoba, mientras sostenía su guitarra. Allí contó que había compuesto sesenta canciones durante su reclusión y cantó por primera vez “Luna cautiva”. Les voy a hacer escuchar una que es la que describe el problema mío. La titulé “Luna cautiva”, puesto que yo contraje matrimonio aquí en la cárcel con la que es mi compañera, “La Gringa”. Las imágenes, que hoy se pueden ver gracias al trabajo de recuperación y preservación de la Universidad Nacional de Córdoba, lo muestran sonriente cuando sale del brazo de su esposa.
Esa fue la primera vez que se escuchó “Luna cautiva” en su voz. Un año después ya estaba en el disco de Este destino cantor, de Jorge Cafrune. Abría el lado B del long play. Desde entonces se popularizó a tal punto que quedó convertida en una de las zambas más clásicas del folklore argentino. La versión de Los Chalchaleros es una especie de canon para cualquiera que cuarenta o cincuenta años atrás tomaba una guitarra con la intención de cantarla, aunque la mayoría no supiera de qué se trataba. “Luna cautiva” no habría existido sin una tragedia ni los cuatro años que Chango Rodríguez pasó recluido.
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