Luis Alberto Spinetta: un homenaje tan emotivo como respetuoso que le hubiera arrancado una sonrisa al Flaco
Este lunes, en dos funciones, el Teatro Colón volvió a cobijar a la música del fundador de Almendra, Invisible y Pescado Rabioso; las canciones de su álbum de 1973, Artaud, fueron el epicentro de la celebración
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Concierto: Mañana es mejor. Artaud: 1973-2023. Letra y música: Luis Alberto Spinetta. Músicos: Adrián Iaies (arreglos, dirección general, piano), Alejandro Gómez (concepción), Ezequiel Fautario (dirección orquestal), Débora Dixon (voz), Sol Liebeskind (voz), Emilio Del Guercio (voz), Santiago Arias (voz, bandoneón), Juan Pablo Di Leone (flauta), Lis Rigoni (oboe, corno inglés), Emiliano Álvarez (clarinete, clarinete bajo), Julieta Di Fede (fagot), Guillermo Rubino (primer violín), Natalia Cabello (segundo violín), Elizabeth Ridolfi (viola), Paula Pomeraniec (violoncelo), Rodrigo Agudelo (guitarras), Santiago Lamisovski (bajo eléctrico, contrabajo) y Carto Brandán (batería, percusión). Sala: Teatro Colón. Nuestra opinión: muy bueno.
Artaud es un disco especial en la historia de Luis Alberto Spinetta. Por cuestiones comerciales, salió firmado con el nombre de la banda Pescado Rabioso, que ya no existía como tal, aunque es un disco eminentemente solista. Vio la luz en un momento intenso de la política y la realidad argentinas, con esperanzas de cambio hacia la democracia que finalmente resultaron fallidas. Sin olvidar su tiempo más rockero por el que había pasado después de Almendra, volvió sobre sus pasos hacia un sonido más acústico, intimista y personal. Y hasta recurrió para su grabación a su hermano Gustavo y a sus amigos y eternos compañeros Rodolfo García y Emilo Del Guercio –y no integrándose a un grupo sino como invitados según los temas- para acompañarlo en el álbum. La tapa fue una locura que finalmente, poco después, la “industria” se encargó de acomodar: aquel formato esotérico que no permitía acomodarlo en las bateas y entorpecía la comercialización –o eso se pensaba- se hizo cuadrada muy pronto, pero nadie puede soslayar el atrevimiento del aún muy joven Spinetta que ya había dado muestras de este tipo de desafíos ya con el primer álbum de Almendra. Pero todo esto sería menor si no fuera que el contenido del álbum, inspirado en el surrealismo y dedicado al poeta Antonin Artaud, está entre lo más alto que ha dado el llamado rock nacional. Por cierto, al Flaco jamás le faltaron inspiración melódica ni melódica. Pero este trabajo es por cierto una cumbre considerando su propia historia, una suerte de punto de llegada y de partida, un mojón en su camino, una muestra completa de todo lo que fue antes y después en una vida artísticamente superlativa truncada algo prematuramente.
Valía entonces la explicación inicial del por qué de la elección que hizo el compositor y pianista Adrián Iaies, que él mismo fundamentó desde el escenario, para elegir estos materiales a la hora del homenaje. Organizó una pequeña orquesta/conjunto de cámara con un quinteto de cuerdas, un cuarteto de maderas –con ampliaciones a los graves, según las obras- y un toque más pop y/o jazzero con la guitarra eléctrica, la guitarra acústica, la batería y, algunas veces, el bajo eléctrico. Con ese instrumento, que entregó a la batuta de Ezequiel Fautario, los orquestaciones de Iaies pasaron por el jazz, el swing, el blues, la música clásica, el posromanticismo y cierto barroquismo que, aunque siempre dejaron sentir la presencia interpretativa de Spinetta, buscaron –y lo lograron muy bien- imprimir un camino distinto alejado de la imitación o la mera emulación del homenajeado.
Todo el concierto del Colón, a sala llena en las dos funciones consecutivas en la noche del lunes (también se pudo seguir por streaming), tuvo un tinte de gran ceremonia. Desde un elegante Bobby Flores abriendo cada una de ellas hasta el clima de concierto académico que atravesó todo. Apenas interrumpido, quizá, por el papel que asumió el propio Iaies como maestro de ceremonias, presentador y contador de emociones al que el Colón, en general, está menos acostumbrado.
Se escuchó completo el disco Artaud, por supuesto. Sol Liebeskind, una cantautora con la que el pianista ya había trabajado con anterioridad, fue la valiosa responsable de la voz para “Todas las hojas son del viento”, “Superchería”, “La sed verdadera” y la superlativa “Cantata de puentes amarillos”. En un tono más blusero, acorde a su propio currículum, Déborah Dixon cantó “Cementerio Club” y “Bajan”. Santiago Arias cumplió un doble papel de cantante y bandoneonista para “Por” –un solo brillante que estuvo entre lo mejor del concierto- y “Laura va” –éste, de la época de Almendra-. Hubo versiones instrumentales/orquestales para algunos temas: una introducción a la que Iaies llamó “Todos los vientos”, el “Tema de Pototo” –también del primer álbum de Almendra-, “Maribel se durmió” –de Bajo Belgrano, de Spinetta Jade- y un bis final a solo de piano por Iaies para “Ella también”, del disco Kamikaze, de 1982.
La frutilla de la torta de una noche muy cargada de música y de emociones retrospectivas estuvo en la presencia de Emilio Del Guercio, que había tocado el bajo, puesto coros y cantado en Artaud y que en este caso fue quien puso su garganta para “A Starosta, el idiota” y “Las habladurías del mundo”. ”Luis me pidió que cantara ese tema en el disco. Qué raro, porque para ese entonces yo todavía no había nacido”, bromeó Del Guercio.
Por estos mismos días hubo en Buenos Aires evocaciones para canciones de los años de entre dictaduras por la Orquesta Juan de Dios Filiberto y para De Ushuaia a La Quiaca, con la participación del mismo León Gieco, ambas en el CCK. Es evidente que hay un viento de época que lleva a repasar este pasado reciente y volver a reconocer a obras y a artistas que dejaron una huella profunda en la cultura argentina. Para el caso de esta nota, lo que hizo Iaies con Artaud está, sin dudas, entre lo muy importante que ha sucedido. Fue un material trabajado con respeto, sin demagogia, con sobriedad y con elementos tímbricos y musicales que, podría suponerse, hubieran sido del agrado de Luis Alberto Spinetta.
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